Un desamor mundial como el de Pelé
Tras sufrir en 2014 y 2018, Neymar deja Qatar con el mismo desencanto con que O Rei prometió no volver tras Inglaterra 66
La noche que Neymar igualó a Pelé como máximo anotador de la selección brasileña, también le alcanzó en su desencanto con la Copa del Mundo. En 1966, lesionado y después de quedar fuera en Inglaterra, O Rei anunció que nunca regresaría al torneo que ya había ganado dos veces. Siempre tenía mala suerte, lamentaba, después de haberse lesionado también en el de 1962. Neymar perdió dos veces el Mundial. Después de la última, en los penaltis contra Croacia,...
La noche que Neymar igualó a Pelé como máximo anotador de la selección brasileña, también le alcanzó en su desencanto con la Copa del Mundo. En 1966, lesionado y después de quedar fuera en Inglaterra, O Rei anunció que nunca regresaría al torneo que ya había ganado dos veces. Siempre tenía mala suerte, lamentaba, después de haberse lesionado también en el de 1962. Neymar perdió dos veces el Mundial. Después de la última, en los penaltis contra Croacia, dejó palabras que evocaron al convaleciente Pelé: “Decir que es el final sería precipitarme, pero tampoco garantizo nada”, dijo el futbolista, que en 2026 tendrá 34 años.
Neymar venía de rezar arrodillado en la hierba durante la tanda de penaltis. Venía también de derrumbarse sobre la misma hierba, y de llorar. “Parece una pesadilla. No me creo lo que está pasando. Esta derrota va a doler mucho tiempo”, confesó.
Era dolor sobre dolor, y sobre el alivio de haber superado un primer gran sobresalto. Neymar tuvo que dejar el estreno contra Serbia cojeando, con el pie derecho de un muñeco hinchable. En el hotel, le estalló el pánico: “Pasé toda la noche llorando mucho”, contó cuando pudo volver, en octavos contra Corea. “Tenía miedo porque llegaba muy bien, de una temporada buena”.
El brasileño había preparado el Mundial con una determinación inaudita. Con la convicción del predestinado al título que le falta, y para el que atisbaba como última oportunidad.
Personas que trabajaron con él en el primer tramo de la temporada con el PSG definieron lo que habían visto esos meses en Neymar como “una transformación”. El brasileño, que habitualmente ha maniobrado para rascar algún día extra de vacaciones, regresó a la ciudad deportiva antes de tiempo. No fue el único asombro. Apareció en un estado de forma excepcional. Durante las vacaciones, se había exprimido con su preparador, Ricardo Rosa. En el Parque de los Príncipes no lo recuerdan tan afinado ni recién llegado desde Barcelona como fichaje más caro de la historia.
Su principio de curso resultó deslumbrante, con la mejor producción ofensiva de toda su carrera en Europa: 1,67 contribuciones directas al gol cada 90 minutos, sumando tantos y asistencias. Más que Mbappé, que registró 1,10, y más que Messi, con 1,36. Ningún futbolista de las cinco grandes Ligas europeas ha llegado al Mundial con mejores números que él.
De ahí la desesperación al lesionarse. También de ahí la incertidumbre de su país, mezclada con la preocupación por la salud de Pelé. Los días siguientes, todos los integrantes de la selección que aparecían ante los medios hablaban de un Neymar instalado en el cuarto de los fisioterapeutas. Marquinhos aseguró que le estaban tratando 24 horas al día.
Pasada la primera noche de llanto, Neymar estaba determinado a volver a jugar, algo que los médicos dieron por hecho desde el primer momento, pero sobre todo sentía la desdicha de su amor no correspondido por la Copa del Mundo: “Uno de los momentos más difíciles de mi carrera, otra vez en un Mundial”, escribió en Instagram.
El brasileño ya había llorado en 2014, en su país, cuando un rodillazo del colombiano Zúñiga le rompió una vértebra en el partido de cuartos de final y no pudo jugar más. A la cita de Rusia llegó por los pelos y ocultando el alcance real de otra lesión que sufrió en febrero de 2018: se dijo que se había fracturado un hueso del pie derecho, pero también se había roto un tendón.
Tras todo eso, cuando avistó la cita de Qatar, la enfiló como ninguna otra cosa, y también la lloró con la misma intensidad, como escribió ayer en Instagram: “Estoy destruido psicológicamente. Sin duda fue la derrota que más me dolió, que me paralizó durante diez minutos y luego me hizo romper a llorar sin parar”.
Neymar se va del Mundial con los goles de Pelé y su misma desolación mundialista, pero se queda en Qatar, en cientos de vallas y reclamos publicitarios. En las pantallas de los vagones de metro no hay spot más repetido que uno en el que el brasileño mete un gol de rabona en un campo vacío, pero con las gradas llenas. Cuando se abre el plano, el montaje hace ver que se encontraba en Lusail, el estadio donde no jugará la final el domingo.
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