Ziyech, el zurdo indomable que lidera a los Leones del Atlas
El volcánico extremo brilla con Marruecos tras haber estado más de un año alejado de la selección
Hay jugadores que encierran a la vez un alma de violinista con acentuado sentido artístico y un carácter indómito que domina su trayectoria. En el caso de Hakim Ziyech, una parte no se explica sin la otra. El seleccionador Regragui celebra su luminosa aportación al gran momento de Marruecos: “Es increíble. Mucha gente dice que Hakim es un chico difícil de manejar, pero lo que yo veo...
Hay jugadores que encierran a la vez un alma de violinista con acentuado sentido artístico y un carácter indómito que domina su trayectoria. En el caso de Hakim Ziyech, una parte no se explica sin la otra. El seleccionador Regragui celebra su luminosa aportación al gran momento de Marruecos: “Es increíble. Mucha gente dice que Hakim es un chico difícil de manejar, pero lo que yo veo es que, si le das amor y confianza, muere por ti”. Un gol de bandera, castigando el error del canadiense Borjan con un sutil toque por encima del cancerbero, y una deslumbrante jugada individual coronada con una precisa asistencia a Aboukhlal ante Bélgica apenas son la punta del iceberg. El ingenio creativo y la fabulosa pierna izquierda de Ziyech simbolizan el toque de distinción en el cuadro magrebí.
Antes de la rescisión en agosto del contrato de Halilhodzic, el anterior seleccionador, apenas se disimulaba el clamor popular contra el técnico, enfrentado a un auténtico ídolo nacional. “No puedo convocar a Ziyech ni aunque fuera Messi. No fue disciplinado en los últimos partidos y se abstuvo de entrenar. No toleraré ese comportamiento. Ya le perdoné dos veces. No hay una tercera”, dijo en febrero. Hay mucha bruma sobre el origen del conflicto. Ziyech ya había tenido roces que se resolvieron con otro seleccionador, Hervé Renard.
Ziyech había hecho pública su renuncia a la selección, en la que no jugaba desde la Copa de África 2021. Pero la Federación marroquí acabó cediendo a la presión de los aficionados, que reclamaban el regreso del mago y de otros jugadores vetados como Mazraoui. Ziyech reapareció en los amistosos de septiembre, y a tres días del comienzo del Mundial afinaba su zurda con un golazo ante Georgia desde su campo.
Nacido en Dronden, a 80 kilómetros de Ámsterdam, Ziyech es hijo de una pareja de bereberes inmigrantes procedentes del Rif. Su padre falleció de esclerosis cuando Ziyech tenía 10 años, y su madre se deslomaba limpiando pisos para mantener a nueve hijos. Ziyech era el menor, y en su juego habita ese singular aire callejero que forjó en los suburbios de Dronden. “Hay cosas que sucedían cuando era pequeño, jugando en la calle, que te hacen más duro como persona. Me enfrentaba con chicos mayores que jamás retrocedían. Incluso cuando les demostrabas que tú jugabas mejor, ellos te seguían golpeando. Eso te ayuda a crecer”, afirma.
Reclutado por la academia del Herenveen, debutó con el primer equipo a los 19 años, en 2012. Su técnico era nada menos que Marco Van Basten, que le dirigió dos temporadas. En la primera de ellas, casi sin minutos, Ziyech ya se quejaba de que su evolución habría sido más rápida si Van Basten lo hubiera manejado de otra forma. El exinternacional holandés calificaría de “acto estúpido” la decisión de Ziyech en 2015 de enrolarse en la selección marroquí cuando podía haberlo hecho en Países Bajos. “Yo sólo quiero jugar. No hablo el idioma, pero sé de dónde vengo”, dijo. Había vestido la camiseta naranja en categorías inferiores e incluso había sido convocado una vez con la absoluta con Guus Hiddink al mando, pero no debutó por lesión, y después Danny Blind no volvió a llamarle. Aceptó la propuesta del seleccionador marroquí, el exportero del Mallorca Ezaki Badou cuando ya se había convertido en uno de los mejores jóvenes de la Eredivisie, tras ser traspasado al Twente y luego al Ajax. En cuatro cursos en Ámsterdam firmó 49 goles y 62 asistencias.
En la campaña 2018/2019, con su querido Schreuder como ayudante de Erik Ten Hag, un festivo Ajax lleno de talento joven llegó a las semifinales de la Champions antes de que el equipo comenzara a desmembrarse por las ventas. El Ajax era líder en marzo de 2020, cuando la Eredivisie se suspendió definitivamente por la pandemia de covid. Ziyech estaba contagiado y confinado en casa mientras se fraguaba su traspaso al Chelsea por 40 millones. Ten Hag advertía a Frank Lampard del jugador que habían comprado los londinenses: “A veces puede convertirse en una pesadilla para un entrenador, pero hay que darle espacio. Con Hakim es así. Lo que ves es lo que hay y sabes cómo se siente cada día. Puede ser terco, pero eso le hace brillante”.
Con Lampard siempre fue titular. Pero el técnico duró poco y la llegada al banquillo de Thomas Tuchel relegó a Ziyech en la jerarquía de una amplia y carísima nómina de atacantes. Ahora, en su tercer curso en Stamford Bridge apenas juega con Graham Potter. Su regreso con Marruecos ha liberado de nuevo ese nervio creativo forrado por un físico diseñado para la aceleración y el engaño, y que desemboca en el refinamiento de su zurda, un pincel que traza por igual disparos venenosos o asistencias minimalistas. Un catálogo de lujos que han desatado la nostalgia en su país de nacimiento: “Lo más atractivo de su fútbol es su atrevimiento. No le importa perder un balón, porque un minuto después se juega otro más complicado. Eso habla de su fortaleza mental. Es una pena que no juegue con la Oranje. No tenemos un jugador así”, declaró Rafael Van der Vaart. Y un Van Basten sin rencor lamenta su ostracismo en el Chelsea: “Vemos la televisión y vamos a estadios para ver jugadores como este. Debería estar en otro equipo, entreteniendo a la gente”.
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