El viaje sin fin de la mano de Messi
El 10 de Argentina alcanza los mil partidos con la misma voracidad de siempre por marcar goles y batir registros
“Leo Messi está más pendiente de ganar el partido 1.001, el 1.002 y el 1.003 que de celebrar que cumplirá el 1.000″. Quienes conocen al capitán de Argentina, jugador actualmente del París Saint Germain y exfutbolista del Barcelona, convienen que el rosarino ha sido siempre tan ambicioso y competitivo que “piensa por adelantado” y, por tanto, difícilmente se de...
“Leo Messi está más pendiente de ganar el partido 1.001, el 1.002 y el 1.003 que de celebrar que cumplirá el 1.000″. Quienes conocen al capitán de Argentina, jugador actualmente del París Saint Germain y exfutbolista del Barcelona, convienen que el rosarino ha sido siempre tan ambicioso y competitivo que “piensa por adelantado” y, por tanto, difícilmente se detiene para reparar en su currículo, tampoco en que sumará su encuentro 1.000 frente a Australia (hoy, a las 20.00, Gol Mundial), seguramente porque no cuenta y es un reto ya sabido que se cumplirá en los octavos de final de la Copa del Mundo de Qatar. “Acostumbra a enterarse de todo; es difícil que se le escape algo: o lo sabe o se lo cuentan”, insiste uno de los profesionales que cuidan de la figura del 10.
Los récords de Messi ayudan a actualizar la historia del fútbol porque da vida a las figuras más legendarias y anima a las contemporáneas a disputar los registros más inverosímiles, como queda constancia en su duelo con Cristiano Ronaldo. A partir de los pichichis (ocho) y botas de oro (seis) del argentino se ha sabido quién era Paulino Alcántara, César, Zarra, Kubala o naturalmente Gerd Müller. También ha habido que recuperar el palmarés del Balón de Oro y, por tanto, la obra de Best, Zidane, Platini, Van Basten, Eusebio o Luis Suárez Miramontes porque nadie logró siete como el 10. Igualmente, pasa con los títulos y una trayectoria que obliga a visionar el álbum y los vídeos de Pelé, Di Stéfano, Cruyff y Maradona para comparar y deducir si Messi es el número uno.
Aunque difícilmente metabolizará el juego de los cinco mejores futbolistas de todos los tiempos, Messi parece no tener fin a sus 35 años después de sumar un partido mundialista más que Maradona (22 frente a 21) y los mismos goles (ocho) que él. Hasta cinco clubes han especulado con su posible fichaje para la próxima temporada, por más que el mejor postor sea el PSG. Algunos datos aseguran que el 60% de las camisetas que ha vendido el club francés eran de Messi. También en las oficinas del club de París se han firmado diez nuevos contratos desde la llegada del 10. El argentino es una máquina de generar dinero y por supuesto de generar fútbol, convertido últimamente en un 10 clásico, después de partir como un extremo y más tarde ser un falso nueve.
Messi no para de reinventarse desde que aprendió a leer el juego y a tener sentido de equipo en el Barça. Aquel solista que regateaba a su sombra cuando llegó a La Masia, descifró también el secreto del pase como hilo del fútbol y se convirtió en un genio tan profesional como efectivo en Barcelona, en París y en Argentina. A menudo, los números aseguran que es el que menos corre, el que menos esprinta y a veces también el que menos participa, pero también es el que está en todas partes porque son los demás los que se mueven y van a su encuentro, pendientes siempre de su lenguaje corporal forjado en Rosario. Los toques cortos alternan con los cambios de orientación y los tiros de falta, más fiables que sus lanzamientos de penalti, como se vio ante Polonia.
La suerte aparentemente más sencilla resulta ser la más complicada para un futbolista cuya carrera ha estado condicionada por los episodios vividos con algunos de sus entrenadores en el Barcelona. Rexach firmó su fichaje en una servilleta cuando el club azulgrana se demoraba en formalizar su contrato; Capello le señaló como “un pequeño diablo” en un Gamper cuando el barcelonismo todavía estaba enamorado de Ronaldinho; Mourinho se desquició y mandó a los catalanes al teatro el día que el delantero azulgrana conquistó Stamford Bridge; Guardiola le encontró el mejor sitio para que pudiera conquistar el mundo; y Luis Enrique le convenció de que podía formar un tridente de fábula con Luis Suárez y Neymar, un trío que ahora repite en París con Neymar y Mbappé.
“Leo no se cansa y la gente no se cansa de Leo”, concluye Rexach. No se cansa de dar asistencias, de marcar el mismo gol en cada partido, de ganar títulos y de alcanzar cifras récord como las de los mil partidos, que alcanzará en Qatar. Ha asumido sin reservas durante su madurez aquella advertencia de Cruyff: “Si tienes la posibilidad de ser el mejor en cada partido, tienes que saber también que te juegas tu prestigio en cada juego”. Messi se activa cada día, se exige en los partidos sencillos y en los complicados, no mira hacia atrás ni echa cuentas, hasta el punto de que nadie se atreve a aventurar que pasará durante y después del Mundial. Ahora es seguramente el mejor momento para seguir dando un paseo por el fútbol de la mano de Messi.
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