En la cola para conseguir la primera cerveza en el Mundial de Qatar: “Aquí es más preciada que Messi”
Casillas, Bebeto, Roberto Carlos y Materazzi arropan a Infantino tras la polémica rueda de prensa en la que aseguró que la FIFA defiende los derechos humanos “a su manera”
Tras la marcha atrás de Qatar, que el viernes decidió —con el apoyo de la FIFA y la resignación del patrocinador, Budweiser— que no se vendería alcohol en las inmediaciones de los estadios, los aficionados han acudido este sábado al Fan Festival, único sitio —además de los hoteles de lujo— donde podían beber cerveza. La cola era ya larga 40 minutos antes de que se abriera la veda, a las 19.00 en Doha (las 17.00 en España), y eso que todavía se ...
Tras la marcha atrás de Qatar, que el viernes decidió —con el apoyo de la FIFA y la resignación del patrocinador, Budweiser— que no se vendería alcohol en las inmediaciones de los estadios, los aficionados han acudido este sábado al Fan Festival, único sitio —además de los hoteles de lujo— donde podían beber cerveza. La cola era ya larga 40 minutos antes de que se abriera la veda, a las 19.00 en Doha (las 17.00 en España), y eso que todavía se ven pocos extranjeros en el emirato porque el viaje es tan caro que los aficionados apuran al último día —la víspera de que juegue su selección— para aterrizar en Qatar. La comparación de Kevin, argentino de 27 años, da la medida de la proeza de hacerse con una budweiser: “Aquí es más preciada que Messi”. De un envidiable buen humor tras tres días de viaje desde Buenos Aires, explicaba: “En el avión te daban vino, ginebra... sin problemas, pero aterrizas aquí y es la ley seca. Vamos a adaptarnos. Llevo cuatro años ahorrando para estar aquí. Para mí es un sueño cumplido”.
A Matildo, argentino pero residente desde hace 20 años en Ibiza, le entró la morriña en la cola. “En España cada cinco minutos hay un bar. Es raro, pero bueno...”, decía, encogiéndose de hombros. Cuando los camareros de Budweiser empezaron a servir la cerveza, la gente comenzó a cantar de alegría y se oyó, a lo lejos, un sentido “Sí, se puede” en perfecto castellano sediento. Previamente, habían tenido que caminar varios kilómetros y pasar un control de seguridad como el de los aeropuertos, así que la mayoría optó por comprar las cervezas de cuatro en cuatro. Se las llevaban como trofeos y al salir de la cola con ellas eran entrevistados por periodistas de distintos países como si fueran el mejor jugador del partido en la zona mixta. “¿Cómo te sientes con esta primera cerveza?”, preguntaba una televisión a un estadounidense con peluca. “¡Deliciosa! La necesitaba”. En su país, explicó, cuestan más o menos lo mismo que en Qatar, no así en México, como lamentaba Alan, acompañado de su novia, Bibiana, y otras cuatro rubias: “Me ha llevado entre 40 minutos y una hora conseguirlas. Me han costado unos 250 pesos y en mi país habrían sido unos 20 pesos o 50 en el estadio. Hay que respetar las reglas de este país, pero la cerveza es fundamental para pasarlo bien”. La pareja estuvo dos años ahorrando para poder pagarse el viaje.
La llegada de la cerveza dividió la amplísima explanada del Fan Festival en dos mundos: los extranjeros hacían cola para hacerse con una budweiser, los residentes locales seguían en la otra punta el concierto y los fuegos artificiales con nada más en la mano que sus teléfonos móviles grabándolo todo. Antes de que comenzara la actuación principal, salió al escenario el presidente de la FIFA, Gianni Infantino. Por la mañana, en una dura rueda de prensa, periodistas de distintos países —hay 12.300 acreditados— acorralaron al suizo con preguntas difíciles [de responder] sobre derechos humanos. En cambio, en la tarde de este sábado, en el festival, Infantino se llevó los aplausos de los residentes en Qatar, molestos con las críticas que está recibiendo su país en los medios de todo el mundo.
El presidente de la FIFA saludó primero “a los cataríes”, y se oyó un murmullo pequeño de vuelta —solo el 15% de los habitantes del emirato son autóctonos—; luego a “los indios” —y sonó un estruendo de aplausos—, a los argentinos y los brasileños —que han sido los primeros en llegar a Doha—. Le acompañaban varias “leyendas”, como Iker Casillas, Bebeto, Roberto Carlos y Materazzi, que fue el que menos aplausos recibió. Zidane le propinó un cabezazo después de que insultara a su hermana en el Mundial de 2006, pero años después se convirtió en uno de los principales apoyos de la candidatura de Qatar para acoger el Mundial y los habitantes del emirato son fieles a sus aliados.
Una especie de gogó hacía filigranas con una pelota encerrado en una jaula en forma de balón. Todo eran aperitivos antes de la actuación de Maluma, quien, al contrario que otros artistas como Shakira, Dua Lipa o Rod Stewart, sí ha aceptado actuar en el Mundial que Amnistía Internacional llama “de la vergüenza”. Sergio, español, apuraba su cerveza vestido con la camiseta de la Roja. El viaje, el alojamiento y las entradas le ha costado “unos 5.000 euros” y está dispuesto a disfrutar pese a todo. “En este Mundial manda Qatar, no la FIFA. Algunos amigos no han venido y han dicho que no lo iban a ver ni siquiera desde casa porque todos sabemos que los homosexuales están perseguidos y no se respetan los derechos humanos. A mí no me gusta que se celebre aquí, pero es lo que hay. El fútbol no tiene la culpa de todo esto”.
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