Aitana Bonmatí, el carácter de España
La centrocampista, que se estudia al dedillo a las rivales, construye el juego y lidera al equipo en el campo
Aunque de discurso tranquilo y estructurado, palabras de alguien que lleva el fútbol en las venas y en la cabeza, se la llevaban los demonios después de haber caído ante Japón en un encuentro en el que España quedó desconchada por las contras rivales: cuatro contras, cuatro goles. Pero, igual que había dado la cara en los partidos en los que el equipo arrasó ante Costa Rica o Zambia, Aitana Bonmatí (Vilanova i la Geltrú, Barcelona; 25 años) salió de nuevo a la ...
Aunque de discurso tranquilo y estructurado, palabras de alguien que lleva el fútbol en las venas y en la cabeza, se la llevaban los demonios después de haber caído ante Japón en un encuentro en el que España quedó desconchada por las contras rivales: cuatro contras, cuatro goles. Pero, igual que había dado la cara en los partidos en los que el equipo arrasó ante Costa Rica o Zambia, Aitana Bonmatí (Vilanova i la Geltrú, Barcelona; 25 años) salió de nuevo a la palestra para dar la cara. El gesto de rabia, de mala leche, lo evidenció sobre el terreno de juego, cuando tras encajar el tercer gol fue a buscar la pelota a la portería para llevarla al círculo central. Y azuzó con gritos a sus compañeras. “Es innato. Aunque no lleve brazalete, me gusta hablar, comunicar y trasladar el carácter al equipo. Siempre intento ayudar, vaya bien o mal”, resuelve la centrocampista. Sabe que está ante la oportunidad de su vida, que tras ser la mejor jugadora de la última Champions, conquistada con el Barça, le llega el Mundial en su mejor momento, después de volver a señalarse como convocable tras meses de ausencia por sus diferencias con la federación, como hicieran otras 14 jugadoras.
Siempre es de las primeras que sale al campo de entrenamiento y, dicen, también de las últimas en abandonar el gimnasio. “No sé si las hay tan trabajadoras”, elogia Cata Coll. Vive para y por el fútbol cuando toca, aunque también ha aprendido a desconectar en las horas de asueto porque durante un tiempo le pudo la ansiedad, el monotema del balón. Ocurre que en el Mundial, entre viajes —ya han cogido 13 aviones—, hoteles y traslados, no tiene la rutina que le gustaría y los momentos de desconexión son menos. Devora libros y se ha visto los documentales de The Last Dance, de Michael Jordan, y Break Point. En ocasiones, para rebajar el estrés o la tensión, también hace meditación gracias a una aplicación que se descargó en el móvil y que le guía, siempre bien acompañada por su psicóloga. En los días libres se junta con sus agentes para visitar alguna isla o acercarse a contemplar las focas en la costa; también se la vio, junto a su familia y su pareja, en el Suecia-Estados Unidos.
Además hace piña con las compañeras, sobre todo con las del Barça, aunque también ha hecho buenas migas con Athenea, Enith Salón y Alba Redondo, con quienes comparte risas, confidencias y devoción por la pasta. Fue, precisamente, en un restaurante italiano de Wellington, donde tuvo que atender a un par de aficionados que le pidieron un selfi.
Aitana es la imagen y el fútbol de España. También el carácter.
“Es pequeña pero matona. Tiene mala leche en sentido positivo y la contagia al equipo porque con y sin el balón nos hace mejor a todas las que le rodeamos”, reconoce Alba Redondo.
Eso hizo al comenzar el encuentro contra Suiza en octavos, la frontera nunca cruzada porque España siempre había caído en las rondas eliminatorias de un gran torneo. Recorte y remate con la zurda, gol a los 4m28s, el más tempranero de España en unMundial, superando el precedente de Abelleira ante Zambia (8m42s). Luego marcó otro y dio dos más. MVP, como ante Costa Rica. Partidos en los que el equipo se estiró y contó con extremos para dar profundidad, no tan aglomeradas en las zonas interiores como cuando participaron Mariona y Salma por dentro ante Japón. Lo corrobora Esther, que se esforzó en crear espacios: “Creo que Aitana se ha sentido liberada porque estiraba el equipo”, dice la goleadora; y bromea: “Creo que quiere jugar de delantera conmigo porque no para de marcar…”. Bonmatí suma tres, todos con la izquierda. Y no es zurda.
Sucede que al acabar cada temporada se reúne con sus agentes para que le muestren sus estadísticas y le señalen los puntos débiles a mejorar. Un curso fue dónde posicionarse en las llegadas; otro, cómo mejorar las transiciones; el año pasado, incidir en los golpeos y, hace tres, mejorar la zurda. Le hicieron un test y sacó un cinco; se exigió mejorar, hasta un siete o un ocho. Fueron muchas horas y patadas al balón. Con recompensa: en este Mundial suma ocho disparos y siete son con la izquierda. Su polivalencia no pasa desapercibida: “No solo interpreta como casi ninguna el juego, sino que es capaz de pegarle con las dos piernas”, destaca Athenea. Todo es consecuencia de su trabajo. “Como en el campo, le gusta controlar lo que pasa. Le gusta tener información y reducir al máximo las sorpresas, así se calma”, cuentan desde el entorno de la futbolista. Por eso ya está recibiendo informes de su agencia sobre Países Bajos. Cómo cambia el equipo si juega Demaris o Pelova, dónde podrá recibir más cómoda, cómo atacar o qué debilidades tiene el equipo contrario, si la colegiada es más o menos permisiva… “De ella se aprende mucho, es un lujo tenerla de compañera”, señala Tere Abelleira. “Se está acercando a su mejor versión en el momento clave”, le elogian desde el staff técnico, felices porque tenían dudas sobre cómo respondería su cuerpo tras haber jugado tantos encuentros durante la temporada.
Aitana está en el Mundial para lucharlo hasta el final. “No me pongo límites, hay que ser ambiciosos”, reflexiona, concentrada en lo que toca. Como tras el duelo ante Zambia, cuando atendió a la prensa con el muslo marcado por los tacos de alguna rival. “¡Ah! Pues ni me había dado cuenta…”. Ella está a lo suyo.