Jorge Prado, campeón del mundo de motocross: “Para crecer, hay que pasarlo un poquito mal”
Antes de iniciar la defensa de su título, el lucense viajó un mes a Estados Unidos para competir en Supercross, la variante norteamericana de su disciplina, una experiencia inusual que se retrata en un reciente documental
Solo unos meses después de proclamarse campeón mundial de motocross (MXGP) en septiembre del año pasado, Jorge Prado (Lugo, 23 años) ya pensaba en su siguiente reto: cruzar el Atlántico para competir en la máxima categoría de Supercross, una variante estadounidense de la disciplina. A diferencia del motocross europeo, donde los circuitos son más largos y se elabo...
Solo unos meses después de proclamarse campeón mundial de motocross (MXGP) en septiembre del año pasado, Jorge Prado (Lugo, 23 años) ya pensaba en su siguiente reto: cruzar el Atlántico para competir en la máxima categoría de Supercross, una variante estadounidense de la disciplina. A diferencia del motocross europeo, donde los circuitos son más largos y se elaboran a partir de superficies naturales, en el Supercross norteamericano las carreras se llevan a cabo dentro de grandes estadios de béisbol o fútbol americano, con muchos más espectadores y en un terreno diseñado especialmente para la ocasión, algo que eleva su dificultad.
En enero, Prado tuvo la oportunidad de disputar cuatro rondas del campeonato de Supercross, una aventura de un mes que se ve retratada en el documental Under the lights, estrenado este lunes en la plataforma de streaming DAZN. ”En el documental se puede ver cómo pude vivir mi experiencia americana, que era uno de mis sueños. Se puede ver mi preparación y la relación con mi equipo”, apunta el joven piloto en una conversación con EL PAÍS. “Desde pequeño tenía en mente competir en Estados Unidos, quería saber cómo era competir en Supercross para darme una idea de lo que puede ser mi futuro en los próximos años”, añade Prado, que muestra un gen competitivo y una ambición por conseguir más que hace parecer que ser campeón del mundo de motocross a su edad fuera poca cosa.
Tras cuatro carreras en suelo americano, Prado regresó de su aventura con un triunfo en una ronda clasificatoria. Todo un éxito para alguien que iba solo a probar en un contexto totalmente desconocido para él. Según explica en el documental el estadounidense Wil Hahn, antiguo piloto y ahora entrenador de Red Bull Gasgas, equipo que acogió temporalmente al piloto español, ambas disciplinas, Supercross y motocross, tienen poco en común, más allá de que la estética sea similar. A Prado le valía de poco dominar los terrenos europeos para conseguir desenvolverse de la misma manera en los circuitos estadounidenses, más cortos y comprimidos que los otros. “Es como [Michael] Jordan intentando jugar al béisbol”, sentencia Hahn en el cortometraje cuando le piden hacer un símil que refleje la diferencia entre ambas competiciones. Ante ese panorama, apuntarse una manga y haberse mantenido dentro del top-10 en la máxima categoría del Supercross, resultan pequeños pasos pero dados por un gigante.
Prado ya se encuentra de vuelta en Europa, donde tiene un título que defender después de un viaje del que regresó con varios aprendizajes en la maleta: “En Estados Unidos salí mucho de mi zona de confort y me sentía muy raro al principio, no estaba listo para este tipo de competición. Pero eso hace que ahora me sienta más cómodo bajo condiciones en las que no tengo el control de todo. Además, disfruté mucho y desarrollé habilidades que me pueden servir también para el motocross”, reflexiona el lucense, quien sabe mucho sobre cambios. A los once años tuvo que emigrar con su familia a Lommel (Bélgica), una de las cunas del motocross, para cumplir su sueño. En aquel momento, sus padres entendieron la necesidad del sacrificio y apostaron todo por la carrera de su hijo, que ya daba muestras de su potencial en campeonatos de menores. Su padre dejó atrás su empleo en un banco para pasar a trabajar en una fábrica y su madre renunció a la abogacía para entrar a trabajar en una heladería. Los dos recogen hoy los frutos de aquel todo o nada de 2012. “La gente que te rodea es muy importante”, recoge Prado al respecto, “el entorno es esencial para poder rendir en competición y es clave tener esa tranquilidad de sentirse bien rodeado y cómodo día tras día, para después poder concentrarte en lo importante a nivel deportivo”, completa.
Él es consciente de que el sacrificio de los suyos fue fundamental para su éxito prematuro, pero también sabe que muchas familias apuestan de la misma manera, sin obtener los mismos resultados. Ahí, apunta, es cuando entra en juego el talento: “Hay muchas personas que posiblemente hagan lo mismo y pilotos que se esfuercen igual, pero que no logren algo parecido. Eso [destacar] al final depende de las cualidades que tiene cada uno, eso es lo que marca la diferencia. Sobre mí, puedo decir que trabajo muy duro, posiblemente más que los demás. Si a eso le sumas un entorno favorable y que se me da bien andar en moto, tengo un pack muy competitivo”, reconoce con una sonrisa que aleja cualquier indicio de soberbia.
Antes de alcanzar la cima del motocross en septiembre de 2023, Prado tuvo que levantarse de muchas caídas en años anteriores. Enfermó de covid y sufrió una neumonía. Tuvo secuelas. Luego, una rotura de fémur y otra de clavícula amenazaron con apagar su sueño, pero él persistió. “Las lesiones son complicadas porque disminuyen tu nivel de confianza y sentirte seguro es muy importante para ser un piloto más agresivo, pero hay que ser fuertes para saber recuperarse, entrenar y volver a la carga”, receta a quienes puedan estar pasando por un mal momento. “Cada vez me convenzo más de que para crecer, hay que pasarlo un poquito mal”, reflexiona el campeón mundial de motocross que ya piensa en revalidar su título dentro de la categoría, pero que al mismo tiempo, como su pretemporada trasatlántica lo adelantaba, ya piensa en dar el siguiente gran salto. Esta vez a otra disciplina: “En cinco años me veo con muchos más títulos, tanto de motocross como de Supercross”, señala con ilusión. De momento, ya le dio un buen bocado a Europa, pero este chico, criado bajo el aura de un niño prodigio, está convencido de que puede comerse el mundo.
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