La locura de Sifan ‘Zatopek’ Hassan, campeona olímpica de maratón
La neerlandesa se impone a Tigst Assefa, plusmarquista mundial, en la carrera los 42,195 kilómetros después de haber sido bronce en los 5.000m y los 10.000m
En la historia, en los cielos, Emil Zatopek; en la tierra, en París, ahora, Sifan Hassan. O, mejor, Sifan Zatopek Hassan, la neerlandesa que al imponerse en el maratón (2h 22m 55s, récord olímpico) junto a los Inválidos, que no inválidas, completó una gesta muy cercana a la del checo mítico y rebelde, ganador en los Juegos de Helsinki 1952 de la medalla de oro en los 5.000m, los 10.000m y el maratón.
En París, 72 años más tarde, Hassan, que odia correr, una adicción que le hace maldecirse en mitad de las carreras y preguntarse, como a todos, pero qué hago aquí –”pero es tan hermoso lo que siento ganando que no puedo parar de intentarlo”, dice–, compitió en las tres distancias también. Fue bronce en la pista violeta en los 5.000m y los 10.000m en los que se impuso la intocable keniana Beatrice Chebet, y en el maratón más duro y de más nivel de la historia olímpica consiguió el tercer oro de su vida olímpica, tres años después del doble 5.000m y 10.000m de Tokio, cuando también fue bronce en los 1.500m. Y se tocaba el largo cabello con una diadema de grafito brillante que enfriaba, como si su cabeza fuera una botella de champán precioso que solo se puede apreciar muy frío. No totalmente Zatopek, pero muy cerca, todo lo que permiten los nuevos tiempos de competencia y nivel feroces en los que velocidad y resistencia van en el mismo paquete, y la capacidad de recuperación es similar a la de los ciclistas del Tour. Antes del maratón, en 10 días, Hassan había dado 50 vueltas a la pista a toda velocidad. Dos carreras de 5.000m y una de 10.000m.
“En cada momento de la carrera me arrepentía de haber corrido los 5.000m y los 10.000m. Me decía a mí misma que si no lo hubiera hecho, me sentiría mucho mejor”, dice, ya ganadora. “Desde el principio hasta el final, fue muy duro. Cada paso del camino. Pensaba: ‘¿Por qué lo he hecho? ¿Qué me pasa?’”
Segunda, a tres segundos tras un rush final, 150 metros, en el que Hassan la superó pegada a las vallas, como los mejores sprinters del ciclismo, fue la etíope Tigst Assefa, quien en Berlín, en septiembre pasado, había dejado el récord mundial en 2h 11m 53s, una marca tan cercana a las de los mejores hombres. Tercera, descolgada solo a falta de 500m para completar los 42,195 kilómetros, fue la keniana Hellen Obiri, que logró la mejor marca (2h 23m 10s) de una carrera iniciada hace dos años, tras ser bronce en los 5.000m de Tokio y en la que suma dos victorias en el maratón de Nueva York y una en Boston 2024.
“Al final pensé: ‘Esto es sólo un sprint de 100m. Vamos, Sifan. Uno más. Siéntelo, como quien esprinta 200m”, explicó la campeona, ganadora en Londres en 2023 en su debut en la distancia, y que en Chicago, en su segundo maratón, había establecido la segunda mejor marca de la historia, 2h 13m 44s. “Cuando terminé, fue una liberación. Es increíble. Nunca había experimentado nada parecido. Ni siquiera los otros maratones que he corrido se acercaban a esto. No podía parar de celebrarlo. Me sentía mareada. Quería tumbarme. Entonces pensé: ‘Soy la campeona olímpica. ¿Cómo es posible?”
La española Majida Maayouf aguantó con las mejores hasta el muro del Pavé des Gardes, la cuesta terrible por la D181 con porcentajes de hasta el 16%, afrontada en el kilómetro 28. Allí, las etíopes y las kenianas aceleraron intentando descolgar a Hassan, como los ciclistas escaladores que en un repecho quieren matar al sprinter que saben que les derrotará al final. Creyeron que lo habían logrado, pero en el descenso, cuando los gemelos y los cuádriceps arden y se somete al músculo a los mayores peligros, Hassan volvió a enlazar con ellas, para su desesperación. Las tres mejores maratonianas del momento se quedaron solas, delante, a falta de 600m. Maayouf, bilbaína nacida en Marruecos hace 35 años, terminó17ª (2h 28m 35s). Meritxell Soler fue 25ª (2h 29m 56s) y Esther Navarrete, 42ª (2h 32m 7s).
La aventura Hassan, nacida en Etiopía hace 31 años, su triunfo, proclaman la grandeza de la carrera de fondo, allí donde el atleta, la persona, se enfrenta a todos los límites físicos y mentales. Casi tan duros como su peripecia vital: a los 15 años su madre le puso en un avión con destino Ámsterdam, donde obtuvo el estatuto de refugiada y, varios años después, el pasaporte de Países Bajos.
“Me siento como si estuviera soñando. Sólo veo en la televisión a gente que es campeona olímpica. El maratón es otra cosa. Cuando haces 42 kilómetros en más de dos horas y 20 minutos, sientes cada paso tan duro y tan doloroso”. dijo Hassan, estajanovista de la carrera y de las victorias, y hasta se necesitaría una hoja de Excel para compatibilizar su palmarés inmenso (seis veces medallista en los Mundiales, dos de ellas de oro, en los 1.500m y 10.000m de Doha) y a veces tocado por la duda, en los años en los que se entrenaba en Estados Unidos a las órdenes del sancionado Alberto Salazar. En 2019, cuando la caída de Salazar, empezó a entrenar con Tim Rowberry, también en estados Unidos. “Soy campeona olímpica. ¿Qué más puedo decir?”.
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