Los anhelos de Alexia Putellas

La selección femenina de fútbol no da nada por hecho. Contra Colombia supieron sufrir y jugar con la mente fría para remontar un partido que se les puso cuesta arriba. Y ya están en semifinales.

Alexia Putellas y Lucía García abrazan a la portera española Cata Coll tras imponerse en la tanda de penaltis.Foto: Kiko Huesca (EFE) | Vídeo: EPV

Recuerdo aquel día como si fuera ayer. Salíamos de la piscina después de nuestra rutina en el preolímpico y esperábamos nerviosas, aunque satisfechas con el trabajo hecho, la puntuación que nos daría el billete a los Juegos de Londres. Justo en el momento en el que vi en la pantalla que estábamos clasificadas, mi cabeza viajó inevitablemente a la capital inglesa y me vi compitiendo en el mayor evento que cualquier deportista puede soñar. Volví rápidamente a la realidad y, desde ese instante, mi mente se focalizó en un objetivo claro: la medalla y el podio.

Cuando vi que...

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Recuerdo aquel día como si fuera ayer. Salíamos de la piscina después de nuestra rutina en el preolímpico y esperábamos nerviosas, aunque satisfechas con el trabajo hecho, la puntuación que nos daría el billete a los Juegos de Londres. Justo en el momento en el que vi en la pantalla que estábamos clasificadas, mi cabeza viajó inevitablemente a la capital inglesa y me vi compitiendo en el mayor evento que cualquier deportista puede soñar. Volví rápidamente a la realidad y, desde ese instante, mi mente se focalizó en un objetivo claro: la medalla y el podio.

Cuando vi que la selección femenina de fútbol se clasificó por primera vez en su historia para unos Juegos después de ganar la Nations League, me trasladé a ese momento y mi cabeza revivió en unos pocos segundos todas las emociones de aquel día en el preolímpico. No pude alegrarme más por ellas.

Charlando estos días con Alexia Putellas sobre mi experiencia olímpica, coincidimos en que uno de los aspectos más complicados de gestionar es la presión, cosa que no les falta. Llevan colgado el cartel de favoritas para el oro desde que se proclamaron campeonas del mundo el verano pasado. Es inevitable el cartel, pero son conscientes de que son sus primeros Juegos y que es una competición diferente de las que han participado anteriormente, con la ilusión que eso conlleva.

En el vestuario tienen la mentalidad de ir paso a paso, tienen menos descanso entre partidos y menos jugadoras convocadas, pero la ambición es máxima; quieren subir al cajón más alto del podio y llevarse el oro a casa. Por cómo me habla Alexia antes de medirse a Colombia, me queda claro que no dan nada por hecho y, también, que van a por todas. Anoche supieron sufrir jugar con la mente fría para remontar un partido que se les puso cuesta arriba. Y ya están en semifinales.

Un momento muy mágico de los Juegos es poder convivir en la Villa Olímpica con deportistas de todos los países, con los mismos objetivos que tú. Aunque ellas todavía no han podido estar allí; la fase de grupos ha sido en Nantes, y solo si llegan a la final podrán descubrir qué se siente compartiendo la experiencia con miles de deportistas de tantísimas nacionalidades. Una experiencia inolvidable. Tengo ganas de que puedan vivirlo.

Antes de eso, les queda un penúltimo partido, unas semifinales que les meterían en la final soñada. Después de lo vivido anoche, entramos en uno de los grandes temas, a veces tabú, del deporte: la derrota. Amarga y dura, más cuando llevas preparando una final cuatro años, pero en mi opinión el fracaso es el camino del éxito. Es muy duro, sí, pero necesario. Aprender del fracaso es lo que te hace crecer como deportista. En el fútbol ganas o pierdes, pero en los Juegos no es así. Conseguir una medalla, aunque sea de plata o bronce es un logro impresionante. Alexia me explica que no piensa mucho en eso. Cree que la energía está en el siguiente partido, pero no sabe cómo reaccionaría si se viera en esa situación. Cuando pierdes una final, confiesa, no sueles verlo como algo positivo.

Las emociones son muchas, pasa todo muy rápido y es muy intenso, son sensaciones y memorias que te llevas para toda la vida. Lo que era un sueño, algo que parecía inalcanzable hace un tiempo, se ha cumplido. A base de años de trabajo, han conseguido un objetivo más y tengo claro que van a por todas para conseguir otro récord de un equipo que parece no tener fin.

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