Irene Sánchez Escribano, clasificada para la final olímpica de 3.000m obstáculos

Llopis pasa magníficamente, con el sexto mejor tiempo, a las semifinales de 110m vallas, mientras Asier Martínez, sexto en Tokio, deberá superar la repesca

Irene Sánchez-Escribano abraza a la francesa Alice Finot después de clasificarse para la final de los 3000m obstáculos.Sarah Meyssonnier (REUTERS)

Los Juegos son en París una burbuja encerrada en una pista violeta, muchedumbres cruzándose en pasillos de metro y cercanías con banderas de todos los colores como falda, capa o pañuelo y policías con chalecos antibala controlando los cruces de semáforo y los pasos cebra. Todo parece controlado, los homeless desalojados, las calles sin delincuentes, todos tras las barreras de los mundos de yupi en los que los turistas se hacen selfies, pero no frenan la realidad de las redes de odio, que se infiltran y crucifican a una boxeadora argelina que gana porque no es una mujer como la costumbre dice que tiene que ser una mujer y a una atleta gallega, que cuando gana es negra y cuando solo es sexta es roja. Las miserias las cubre la belleza del atletismo, la sororidad del 3.000m obstáculos español, Carolina Robles (9m 22,48s), que se queda cerca de alcanzar la final y espera a que corra 15 minutos más tarde su amiga toledana Irene Sánchez Escribano, que debuta en los Juegos a los 31 años, y lo hace tan espléndidamente que se clasifica para la final.

“He tenido una semifinal muy jodida y estoy muy orgullosa de haberlo peleado”, dice Robles, sevillana, que solo quiere hablar de Irene, a la que abraza, hermana, como abrazan todas a la francesa Alice Finot, que se clasifica para la final como la toledana y vive y se entrena en Ponteareas con un entrenador vigués, Manu Ageitos. “Estoy muy feliz, pero más feliz sobre todo por Irene, porque por fin el destino le ha devuelto todo lo que le quitó”.

Irene Sánchez Escribano es médica, como varias colegas olímpicas, como su compañera de piso Marta Pérez, como Marta García, y ha puesto en paréntesis su carrera mientras, generosa, comparte su talento atlético con todos, y sigue una ilusión que da sentido a sus días, bicicleta por Madrid Río hasta las pistas, desastradas, en obras permanentes, del INEF, donde entrena en el grupo de Antonio Serrano, y sueños rotos. En julio de 2021, un mes antes de los Juegos de Tokio, para los que estaba clasificada, se rompió el segundo metatarsiano del pie izquierdo. Ha participado en cuatro Mundiales y nunca ha llegado a una final. Y en París, para conseguirlo, ha tenido que hacer la mejor carrera de su vida, 9m 17m39s, mejorando en casi tres segundos su mejor marca. Es la segunda mejor española de siempre, una impresión engañosa pues la inalcanzable primera, 9m 9,39s, récord de España, es obra de Marta Domínguez en julio de 2009, un mes antes de ganar el Mundial de Berlín del que fue desposeída por dopaje.

“Como dice Carolina, yo creo que esta carrera me ha devuelto muchas cosas que me había quitado, bueno, no que me había quitado, que no se me habían dado durante los últimos años”, dice la atleta que disputará su primera gran final el martes a las 21.10. “Estoy superemocionada por haber podido demostrarlo aquí, en este superestadio, en unos Juegos Olímpicos y con toda mi barra brava en las gradas. Este campeonato se me va a olvidar en la vida. Ojalá que el martes pueda volver a hacer una marca personal”.

Antes de que la gran belleza de las vallistas de 400m, Femke Bol y Sydney McLaughlin invadiera la pista lavanda, la fuerza y el correr relajado de Enrique Llopis marcó las series de 110m vallas. El atleta de Gandía terminó segundo de su serie economizando al máximo los esfuerzos. “Me cuesta despertarme un poco igual por las mañanas [compitió a las 11.50] y he corrido con cierta relajación la fase lanzada para no arriesgar”, dice el subcampeón de Europa, debutante olímpico, que con 13,28s marcó la sexta mejor marca de los clasificados en una batería de series extradominada por el gigante norteamericano Grant Holloway, quien con 13,01s mira al resto por encima.

El jamaicano Hansle Parchment, campeón olímpico en Tokio, solo pudo clasificarse por tiempos (13,43s), mientras que Asier Martínez, sexto en Tokio, campeón de Europa en el 22 y bronce mundial, tuvo una mañana de afán, como toda la temporada, marcada por una salida nula en los Mundiales en pista cubierta y un cuarto puesto en los Europeos, y, tras sus 13,47s, deberá pasar el lunes por la repesca para encontrar plaza en semifinales.

Las series de 400m vallas devolvieron el poder a la mujer, a dos mujeres por delante de todas, y detrás un gran vacío. Coinciden, los planetas a veces se alinean siguiendo las leyes del capricho, no de la física, en el mismo tiempo, a la misma edad (ambas tienen 24 años) las dos mejores vallistas de la historia, la estajanovista neerlandesa Femke Bol, campeona de Europa y campeona mundial, y la pieza de delicatesen norteamericana Sydney McLaughlin-Levrone, plusmarquista mundial (50,65s) y campeona olímpica. Pese a correr controlando el esfuerzo, midiendo el gasto energético, ambas dominaron completamente la mañana, con los dos mejores tiempos, unos lentos, para ellas, 53,39s y 53,60s, respectivamente. El miércoles en las semifinales, seguirán cada una su camino, pero el de ambas se cruzará el jueves (21.25) en una de las finales más esperadas en París 2024.

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