España vive su primer gran día en los Juegos

Un número resuena en el Comité Olímpico Español, y su presidente, Alejandro Blanco, se despierta cada mañana en París pensando en el 23, o en el 22 +1, el reto de superar el histórico registro de metales conseguido en los Juegos de Barcelona. Son cinco más que en las dos últimas citas olímpicas, los 17 podios de Río y de Tokio, y solo tres oros en aquel verano de la pandemia. París es el lugar de la reivindicación, la plaza en la que romper al fin ese récord impulsado al cobijo del hogar, o esa es la promesa, la esperanza. La expedición fleta a 382 atletas, casi 70 más que en Tokio. Las expectativas son altas, pero España solo muerde un bronce en cinco días, el del yudoca Fran Garrigós, y cierta decepción se extiende cuando en las jornadas siguiente a aquel descorche se acumulan los tiros al palo.

La dinámica de los Juegos suele unir esas rondas de desánimo a otras de euforia, cosas del calendario. Ayer cambia el guion. María Pérez, plata en los 20km marcha, y Álvaro Martín, bronce en la misma prueba, alegran la mañana del aficionado español, que ve a los esforzados atletas chorrear sudor junto a la Torre Eiffel, y por fin ellos se ganan el póster que hace un verano no pudieron celebrar. El domingo 20 de agosto del año pasado ambos se proclamaron campeones del mundo de la distancia en Budapest, pero aquel éxito quedó sepultado por el Mundial de fútbol que la selección femenina conquistó en Australia contra Inglaterra, y por todo el polvorín siguiente al beso de Luis Rubiales a Jenni Hermoso. Cuatro días después, el jueves 24, los marchadores repitieron oro, en los 35 km, otro grito de reivindicación silenciado. Y ahora, en la gran pasarela olímpica de París, por fin se ganan para ellos todos los focos.

Dos nuevas medallas completan la jornada que en la pasarela internacional corona otra vez a Simone Biles. El boxeador Enmanuel Reyes, el Profeta, de origen cubano, se asegura el metal, al menos de bronce, al pasar a semifinales de la categoría -92 kilos. Y la sorpresa se la apunta Pau Echaniz, bronce en K1 en el canal de Vaires-sur-Marne, allí donde se ahogaron las esperanzas de Maialen Chourraut y Miquel Travé por unos fallos en las bajadas.

Se resiste, eso sí, el primer oro, el gran golpe, la marca de la grandeza, la estrella que ya lucen en el pecho casi 30 países en estos Juegos, pero no todavía España. Lo acarician Diego Botín y Florian Trittel en la categoría de vela de 49er, pero la falta de viento en La Marina de Marsella, una sauna, obliga a suspender dos veces la regata decisiva, la Medal Race, en la que les sirve un tercer puesto para subir a la cima. Es una tortura psicológica para los regatistas, y todo queda pendiente de las condiciones de este viernes en el mar (prueba prevista a las 13.10). Es la vela al rescate, la disciplina que más medallas (21) y más oros (13) ha proporcionado a España en los Juegos.

También el tenis opta al cielo. Carlos Alcaraz ya pisa las semifinales del cuadro individual tras su aventura con Rafa Nadal, y en el horizonte aparece el deseo de repetir hazaña tras su cumbre esta temporada en el grande francés y en Wimbledon, y Cristina Bucsa y Sara Sorribes conquistan además la penúltima estación del dobles en Roland Garros. La misma ronda buscan este viernes la selección masculina de fútbol ante Japón y el sábado la femenina contra Colombia.

En cuartos desembarca Carolina Marín tras un remonte de furia que recuerda a la campeona de Río, y calientan Ana Peleteiro y Jordan Díaz al frente del equipo de atletismo. Se desvanecen las opciones de Niko Sherazadishvili en el tatami (la maldición del cuarto puesto en yudo) y de Hugo González en 200m espalda en la piscina de La Defénse. Al menos el medallero queda oficialmente desatascado después de algunos chascos. Quedan por delante 10 días de Juegos Olímpicos, el tramo en el que el deporte español aspira al reto del 23.

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