Adriana Cerezo, la ‘niña maravilla’, lo quiere todo
La taekwondista de 20 años, cuya plata en Tokio cautivó al público, proclama sin miedo que persigue el oro en París y convertirse en la mejor de la historia
“Si apunto a la Luna y caigo en una montaña, pues p’alante”. La taekwondista Adriana Cerezo, la conocida como niña maravilla que hipnotizó al público con la plata de Tokio, no se anda con cautelas ni con rodeos. Quiere el oro en París, y luego el de Los Ángeles 2028, y ser “la mejor de la historia” en su deporte… De entrada, lo quiere todo, y luego ya se verá hasta dónde llega. No se lo oculta a nadie. “Yo antes no me voy a ...
“Si apunto a la Luna y caigo en una montaña, pues p’alante”. La taekwondista Adriana Cerezo, la conocida como niña maravilla que hipnotizó al público con la plata de Tokio, no se anda con cautelas ni con rodeos. Quiere el oro en París, y luego el de Los Ángeles 2028, y ser “la mejor de la historia” en su deporte… De entrada, lo quiere todo, y luego ya se verá hasta dónde llega. No se lo oculta a nadie. “Yo antes no me voy a conformar con menos. Al final, si mañana pierdes, nadie se va a acordar, ni para bien ni para mal”, cuenta decidida esta madrileña de 20 años, una de las opciones más claras de medalla de la delegación española. De oro, por supuesto, tras el chasco final de Japón.
Porque lo proclama allá donde va y porque los resultados también la colocan en esa posición de privilegio de soñar con la cabeza. Desde que hechizó a todos hace tres años con su plata y su sonrisa, apenas se ha bajado del podio en este ciclo, y en París se presenta como la número dos del ranking olímpico en -49 kilos y campeona europea hace tres meses. El miércoles 7 de agosto, a partir de las 9.00, cuatro combates la separan de la única meta que contempla. En paralelo y en la misma sala del Grand Palais, Adrián Vicente perseguirá su metal en -58 kilos. Otro español que figura en la lista de grandes candidatos.
“Las expectativas no son una carga porque nadie tiene más fe en mí que yo, mi entrenador y mis padres”, asegura Adriana Cerezo. “El día que la gente espere que pierda tendré que dejarlo. Yo quiero que, cuando sea campeona olímpica, todos crean que lo merezco. Tengo un modelo de trabajo, de intensidad, de disfrutar, y deseo que se refleje. En Tokio se vieron muchas cosas y espero que en París, también”, suelta de carrerilla esta joven que ha pasado de sorprender a sus rivales en Japón a retarlas en la capital francesa.
“Siempre ha sido así, como resabiada. Es muy inteligente, se expresa bastante bien; y es constante y comprometida”, tercia Jesús Ramal, su entrenador desde los 11 años en el gimnasio Hankuk, situado en una pequeña calle de San Sebastián de los Reyes (Madrid), una especie de burbuja del taekwondo -diferente de los Centros de Alto Rendimiento-, donde los practicantes por ocio comparten sala con los aspirantes a medalla. Allí va todos los días desde hace una década, salvo los domingos, que la obligan a descansar. “Me tienen castigada”, dice. De lunes a sábado, en doble sesión acude desde Alcalá de Henares, a una media hora en coche. “Ha sido un trasto desde pequeña, pero tiene un botón para activarse y relajarse. Duerme fácil y no tiene preocupaciones”, celebra su preparador.
Las expectativas no son una carga porque nadie tiene más en mí que yo, mi entrenador y mis padres
Ramal también apunta “a la montaña más alta”. “Pero”, matiza, “como adulto, me pongo en todos los escenarios y, si cae, ya me montaré un cuento y la redirigiré a otro reto”, confiesa. “La tailandesa [Panipak Wongpattanakit], la turca [Merce Dincel], la china [Qing Guo] son sus grandes rivales, aunque las favoritas no suelen ganar en un porcentaje muy elevado. Hay que tener cuidado de que no nos salga una Adriana, porque ella no era favorita en Tokio”, alerta.
Cerezo, que confiesa que muchas veces no ha sido consciente de todo lo que ha transmitido su frescura, cuenta que en estos tres años no ha tenido la fuerza para ver entera la final de Japón, donde perdió el oro en los últimos segundos ante Wongpattanakit, la actual número uno. No suele hacerlo, pero en este caso menos. “Si veo un trozo, no duermo bien. No fui consciente de que estaba siendo mejor. Tampoco tenía cerca a Jesús para decirme que podía más. Debí ganar”, asume la joven, que pese a sus ambiciones máximas no pierde de vista el carácter impredecible de su deporte, en el que todo se disputa en un día. “El que crees peor se levanta inspirado y es campeón. En atletismo, no creo que gane quien tiene la última marca”, puntualiza.
Siempre ha sido como resabiada. Es muy inteligente, se expresa bastante bien; y es constante y comprometidaJesús Ramal, su entrenador
“Han sido tres años intensos, pero chulos”, resume la taekwondista sobre el ciclo olímpico que le ha confirmado en la élite. Ella y su equipo también tuvieron que manejar las consecuencias del éxito de Tokio. “Yo tampoco era muy consciente de esto al principio”, reconoce Ramal. “Aparecieron mánager deportivos, patrocinadores, becas… Pero lo hemos ido explorando con calma y ella tiene los pies en la tierra”, añade el preparador.
En un maletero en Arabia Saudí
Mientras, Cerezo ya está en tercero de Criminalística, “que no es Criminología”, puntualiza. “Criminalística es toda la parte científica, de toxicología, balística, estudio de escenarios… Eso me llevaría a la policía, tema de seguros, peritajes… Yo iba a estudiar Bioquímica, pero hablando con mi padre, me dijo: ‘¿tú te ves en 10 años en un laboratorio?’ Ni de coña”, recuerda. “Va a curso-año y la estoy intentando retener”, admite Jesús Ramal. “Hazme este en dos años’, le digo. Porque si a mí no me quita horas de entrenamiento, de algún sitio lo tiene que hacer. Y lo estará sacando del descanso, que considero prioritario”, añade su preparador. Algo que ella niega: “Ya no me quedo hasta las dos de la mañana. Lo tengo prohibido”.
Adriana Cerezo, de momento, ha llegado a todo: a hincar los codos y a rendir en la competición mientras vivía aventuras como la de Arabia Saudí nada más cumplir los 18. “Queríamos coger un Uber a la salida del entrenamiento, pero la aplicación solo la teníamos las chicas y no nos aceptaban el viaje. De repente, llega un coche del que empiezan a bajar un montón de niños. Pero como 10, parecía el coche de los Simpson. Me conocían de los Juegos, me pidieron una foto y nosotros les pedimos el favor de que nos llevaran a un súper. Pero solo había cinco plazas, y nosotros éramos cinco más los dos chavales. Así que me metí en el maletero con otra compañera y luego nos enteramos de que el conductor tenía 14 años. En este tiempo nos ha pasado de todo”, cuenta la joven, delgada, larga y siempre con una buena cara.
Un viaje intenso de camino a los Juegos de París. “Si ella entra con lo que es, tendremos muchas probabilidades de éxito”, remata su entrenador Jesús Ramal.
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