Unos Juegos de otro mundo
El deporte se eleva en una cita hueca sin público. Simone Biles pone el foco en la salud mental, el COI rejuvenece con nuevas disciplinas y EE UU manda en el medallero
Los Juegos de Tokio 2020 reverberan todavía con la estela de las últimas pruebas, el triunfo bajo la lluvia del keniano Eliud Kipchoge en el maratón, la final masculina de waterpolo ganada por Serbia y la ceremonia de clausura en el estadio Olímpico. Como si hubiera sido una cita más, la trigésimo segunda de la era contemporánea, ha consagrado a sus héroes, ha consignado sus récords y ha propagado sus hazañas a través de la televisión y las redes socia...
Los Juegos de Tokio 2020 reverberan todavía con la estela de las últimas pruebas, el triunfo bajo la lluvia del keniano Eliud Kipchoge en el maratón, la final masculina de waterpolo ganada por Serbia y la ceremonia de clausura en el estadio Olímpico. Como si hubiera sido una cita más, la trigésimo segunda de la era contemporánea, ha consagrado a sus héroes, ha consignado sus récords y ha propagado sus hazañas a través de la televisión y las redes sociales. El despliegue para evitar el colapso a causa de la pandemia ha sido abrumador. Cero espectadores. Los deportistas confinados, salvo para entrenarse y competir en espacios acotados. Los periodistas con las rutas restringidas y a las que se les dio acceso milimétrico. Todos controlados con PCR, test de saliva y un exhaustivo seguimiento a través de diferentes aplicaciones. Un mundo paralelo en Tokio.
Finalmente, los Juegos han concluido sin tantos sobresaltos como se temía. Se intuía que iba a ser imposible encontrar un relevo inmediato de dos leyendas del deporte como Michael Phelps y Usain Bolt. Se esperaba muchísimo de Simone Biles, la gimnasta que encandiló en Río 2016. Su vía crucis emocional captó la atención y la intriga tanto o más que sus maravillosas piruetas. Una de las victorias más celebradas no fue una victoria estrictamente competitiva, sino su retorno a la actividad, mucho más allá de su medalla de bronce en la barra de equilibrio y la plata por equipos, después de retirarse por un bloqueo mental que ha situado este problema bajo los focos.
De la piscina y del tartán del estadio han salido, como siempre, los principales protagonistas de los Juegos. Caeleb Dressel, el tipo nacido en un pequeño pueblo de Florida que cumple 25 años el próximo domingo, ha acumulado cinco oros y un récord del mundo en los 100 mariposa. Su compatriota Katie Ledecky, a los 24 años, añadió dos oros, los de los 800 y 1.500 libre, a los cuatro de Río y al de Londres. En las pruebas largas defendió su reinado del asalto de la australiana de 20 años Ariarne Titmus, plata en el 800, pero oro en el 200 y en el 400 libre en el que dejó atrás a Ledecky, además de bronce en el 4x200.
El noruego de 25 años Karsten Warholm asombró con el récord de los 400 vallas, 45,95 segundos, el primer hombre que baja de los 46 segundos. La jamaicana Elaine Thompson con sus victorias en los 100 y en los 200 se convirtió en la primera mujer que repite doble victoria en los Juegos. El nuevo Bolt es una mujer. La venezolana Yulimar Rojas batió el récord del mundo con 15,67m en el triple salto. Asombró el atletismo italiano con cinco medallas de oro, sorprendente sobre todo la de Marcell Jacobs en los 100m. La décima y undécima medallas olímpicas de la californiana de 35 años Allyson Felix la convierten en la más distinguida de la historia del atletismo, solo superada por el finlandés Paavo Nurmi, con 12. En gimnasia, Suni Lee heredó el trono de Biles.
Los nuevos deportes incluidos en el programa olímpico abren una perspectiva más juvenil, más integrada en las tendencias urbanas, y relacionada con la naturaleza. Son especialidades a menudo dominadas por adolescentes, casi niños. Así fue en la modalidad Park del skateboarding. Kokona Hiraki, de 12 años, consiguió la medalla de plata y se convirtió en la séptima deportista más joven que sube a un podio olímpico. Una de las figuras de este deporte, la británica Sky Brown, de 13 años, fue medalla de bronce. El oro en la escalada fue para el español Alberto Ginés, de 18 años. El surf y el baloncesto 3x3 también se estrenaron y en París, dentro de tres años, lo hará el breakdance.
La neozelandesa de 43 años Laurel Hubbard fue la primera deportista transgénero en unos Juegos. Hasta 2012 compitió en halterofilia como varón. En Tokio lo hizo como mujer, en la categoría de +87 kilos. Su actuación no fue exitosa. Falló en sus tres intentos. Un día después anunció su retirada del deporte.
Kevin Durant y Luka Doncic fueron el principal foco de interés del baloncesto. Estados Unidos empezó con muchas dudas pero sumó su cuarta medalla de oro liderado por Durant. Doncic causó sensación en su primer partido con 48 puntos en la victoria de Eslovenia ante Argentina. El base de 22 años llevó a su equipo a las semifinales, pero Francia le cerró el paso a la final y Australia le privó del bronce.
Las estrellas del tenis salieron malparadas de Tokio. El serbio Novak Djokovic cayó ante el alemán Alexander Zverev y también ante el español Pablo Carreño, medalla de bronce. A la japonesa Naomi Osaka, que encendió el pebetero en la ceremonia de inauguración, apenas se le pudo ver en las pistas, eliminada por la checa Marketa Vrondrousova en los octavos de final.
Estados Unidos dominó una vez más el medallero final, aunque tuvo que esperar a la última jornada para superar las 38 medallas de oro de China. Los éxitos en baloncesto, voleibol y ciclismo en pista le permitieron llegar a las 39 y un total de 113. China fue segunda con 38 de oro y 88 en total y el éxito de Japón quedó reflejado en su tercer puesto con 27 de oro y 57 en total. España finalizó en el puesto 22 del medallero con 17 medallas (la selección masculina de waterpolo perdió por el bronce contra Hungría por 9-5), como en Río 2016, pero con una diferencia ostensible: en Brasil sumó siete de oro y en Tokio solo tres (tiro mixto, kata y escalada).
Japón y el Comité Olímpico Internacional empeñaron su prestigio y sus recursos para que la cita se cumpliera, aunque fuera con un año de retraso y en condiciones ciertamente inauditas. Sin público, el deporte de élite pierde una parte importante de su esencia. Y los organizadores, un pellizco notable de sus ingresos. Pero peor hubiera sido para el COI verse obligado a renunciar a los 3.400 millones de euros, el 73% de sus ingresos, que hubiera dejado de ingresar por los derechos televisivos. El éxito organizativo se ha sustentado en un abrumador despliegue de efectivos humanos, miembros del ejército, de seguridad, voluntarios. Todos amables. Batallones enteros de japoneses para facilitarle a uno el cruce de un semáforo o indicar por qué pasillo o puerta se debía acceder aquí o allá. La tecnología digital presidió todos los controles, los de salud y los de seguridad. La resignación ante la supresión de libertades se dio por supuesta. Asumidos todos esos condicionantes y dadas las circunstancias, Tokio 2020 se saldó con éxito, pero evidentemente no fueron el tipo de Juegos que todo el mundo desearía. La mirada y esperanza, ahora, están puestas en París 2024.
El capítulo de la política: Tsimanuskaia, refugiados y ROC
El lunes 2 de agosto los Juegos de Tokio 2020 se sobresaltaron por la situación de la atleta bielorrusa Kristina Tsimanuskaia, de 24 años. La velocista, eliminada el día 30 de julio en la prueba de los 100m, denunció que el Comité Olímpico de Bielorrusia quiso enviarla a Minsk después de haber criticado a sus entrenadores. Se refugió en la Embajada de Polonia en Tokio y le extendieron un visado humanitario. “Eran mis primeros Juegos y me los quitaron”, aseguró el 6 de agosto en una entrevista con EL PAÍS ya en Varsovia. Según el régimen de Aleksandr Lukashenko, la velocista sufre “trastornos mentales”. Ella asegura que fue presionada y amenazada: “Pensé que me esperaba la cárcel o un hospital psiquiátrico”.
Los conflictos y acciones políticas, las deserciones y peticiones de asilo han sido constantes a lo largo de la historia de los Juegos. En Río 2016 se creó el Equipo de Atletas Refugiados bajo la bandera olímpica, que ha tenido continuidad en Tokio, con 29 deportistas la mayoría procedente de Siria, Irán y Afganistán. En estos Juegos, además, Rusia ha competido bajo las siglas de su comité olímpico, ROC, por las sanciones por los casos de dopaje.
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