Sonrisas y lágrimas
Después de ser cuarto, Eusebio Cáceres pasaba de la satisfacción al lamento de forma continua
La alegría es un sentimiento que se manifiesta de forma clara e irrefrenable cuando el resultado ha acompañado sin matices, como en el caso de Yulimar Rojas tras conseguir el oro y el récord del mundo. Pero si existiera un aparato que lograra cuantificarla, veríamos que el resultado no siempre guarda proporción con el valor deportivo de lo alcanzado en la...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
La alegría es un sentimiento que se manifiesta de forma clara e irrefrenable cuando el resultado ha acompañado sin matices, como en el caso de Yulimar Rojas tras conseguir el oro y el récord del mundo. Pero si existiera un aparato que lograra cuantificarla, veríamos que el resultado no siempre guarda proporción con el valor deportivo de lo alcanzado en la competición. Va a depender de las expectativas que se tengan. Habrá quien se lamente por ser subcampeón olímpico, y en cambio, encontraremos quien no cabe de júbilo por acceder a una semifinal. También será importante el camino andado: lesiones superadas, confinamientos, errores… ayer me comentaba un saltador sudamericano, finalista en Río, lo complicado que le habían resultado los meses pasados y la satisfacción que le suponía el simple hecho de estar en Tokio.
Es frecuente observar que el sentimiento de alegría va acompañado de su antagónico, la tristeza. Eusebio Cáceres, tras infinidad de lesiones, realizó una actuación memorable en la final del salto de longitud y quedó cuarto. En sus declaraciones pasaba de la satisfacción al lamento de forma continua. Por un lado, se quedó fuera de las medallas al ser cuarto, que es un puesto excelente pero que alguien un buen día estropeó al diseñar un podio en el que solo caben tres. Por otra parte, manifestaba su satisfacción al saltar más que nunca en las últimas temporadas y además el día más importante, en la final de unos Juegos. Pero es probable que la mayor frustración sea no poder alcanzar la distancia que él sabe que vale. El deportista, por las sensaciones y los entrenamientos, conoce el potencial que atesora y ser incapaz de sacarlo le genera mucha angustia.
En la categoría júnior, Ana Peleteiro y Eusebio tienen un historial plagado de medallas y récords internacionales, han sido de nuestros mejores jóvenes. Y es una enorme alegría observar que años después, y pese a las dificultades, no se hayan quedado en el camino.
Ramón Cid, triplista olímpico en Moscú 80 y exdirector técnico de la Federación Española de Atletismo, actualmente entrena a María Vicente y Teresa Errandonea.
Suscríbete aquí a nuestra newsletter especial sobre los Juegos de Tokio