Carreño cae, pero mira al bronce
Sin la chispa del día anterior, el español pierde contra el incontestable Khachanov (doble 6-3) y enfoca el pulso del sábado por la medalla ante Djokovic: “La derrota de hoy no puede costarme otra mañana”
El desenlace llega en forma de palo, porque el oro y la plata vuelan, pero no hay tiempo para lamentos, dice Pablo Carreño. “La derrota de hoy no puede costarme otra derrota mañana [este sábado]”, afirma después de caer frente al ruso Karen Khachanov (doble 6-3 en 1h 19m) y despedirse así de las mieles del título olímpico. En cualquier caso, la revancha es prácticamente inmediata. Está en juego el bronce, premio más que goloso, así que el esp...
El desenlace llega en forma de palo, porque el oro y la plata vuelan, pero no hay tiempo para lamentos, dice Pablo Carreño. “La derrota de hoy no puede costarme otra derrota mañana [este sábado]”, afirma después de caer frente al ruso Karen Khachanov (doble 6-3 en 1h 19m) y despedirse así de las mieles del título olímpico. En cualquier caso, la revancha es prácticamente inmediata. Está en juego el bronce, premio más que goloso, así que el español solo piensa en reponerse y levantarse, en ponerle el lazo a esta bonita semana que a la vez también se está haciendo larga y dura, día sí y día también sobre la pista, sin tregua. Enfrente estará Novak Djokovic, que contra todo pronóstico perdió ante Alexander Zverev (1-6, 6-3 y 6-1).
Conforme los truenos amenazan y el cielo de Tokio va poniéndose más y más gris, escupiendo ya gotas según la zona pero respetando en el distrito de Ariake, el juego de Carreño pierde la consistencia de 24 horas atrás frente a Daniil Medvedev. Primero hay un tanteo, pero progresivamente va imponiéndose el mazo pesado de Khachanov y el asturiano comete algunos errores que destiñen su propuesta. Es un cruce de caminos. Al ruso, un bombardero que alcanza el 1,98 y rompe la bola a la que encuentra una posición franca, le sale todo; a él, sin embargo, se le tuerce la partitura y envía tres o cuatro pelotas al pasillo y a la red. La factura es enorme.
“Quizá no me he notado como ayer, pero él ha hecho un partido muy bueno”, señala a los enviados especiales en la zona mixta; “ha sido más mérito suyo que demérito mío. Ha sacado muy bien, me ha presionado mucho y yo no he estado todo lo acertado que necesitaba; aun y todo he tenido la oportunidad de ponerme por delante en el segundo, pero esa bola no ha querido pasar...”, resume el 11º del mundo, de 30 años.
Sin la linealidad del día anterior, el armazón de Carreño es mucho más vulnerable, y en una de esas bajadas el rival le araña el break e inclina el primer set puntada a puntada, cada vez más suelto y cada vez más incisivo. Compite Khachanov a garrotazos. Su artillería pesada va abriendo el túnel y el español repele como puede, a remolque; tira Carreño, pero el ruso abarca pista con los dos zancos que tiene por piernas –su movilidad es de las mejores entre las torres más altas del circuito– y sigue acorralándole. A la media hora, se encuentra enjaulado. Por debajo en el marcador, tan solo le queda apretar los dientes y ser valiente. Siempre escampa tras el chaparrón.
En la central se oye el cantar de las chicharras y la segunda manga transcurre por los mismos parámetros. El filo del ruso, 25 años y 25º del mundo, deshace el equilibrio de los cuatro primeros juegos y él pierde el único tren para reengancharse y debatir otra vez: con 2-2 y cuando ha construido fenomenalmente el punto, lanza un estacazo tenso con la derecha (vía libre hacia la rotura si pasa ese tiro), pero la bola toca la superficie de la cinta y retrocede hacia el lugar de origen. “Si hubiera caído al otro lado, quizá...”, lamenta. Perdida la oportunidad, la réplica es demoledora.
Khachanov impacta con violencia y pega un acelerón definitivo, rompiéndole el servicio para 4-2. Más arena encima. En ese escenario de adversidad, Carreño no vuelve la cara y guerrea. Sin embargo, la expresión corporal no termina de acompañarle, falta chispa. Rema y rema a contracorriente, pero el ruso aprieta y aprieta. Aunque no ahorra sudor, se entrega ante la evidencia y piensa ya en el sábado. Djokovic o Zverev, al otro lado de la red por la medalla de bronce. “Todavía tengo una oportunidad y no la puedo desaprovechar”.
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