El fútbol de los aficionados de algún lugar
Era cuestión de tiempo que LaLiga terminase pasando por un control de aduanas, y era evidente que el destino iba a tener faraónicos rascacielos y una tradición futbolística impúber
Era cuestión de tiempo que LaLiga terminase pasando por un control de aduanas. Y era evidente que el destino iba a tener faraónicos rascacielos y una tradición futbolística impúber, porque en los lugares en los que se mueve más dinero el fútbol todavía...
Era cuestión de tiempo que LaLiga terminase pasando por un control de aduanas. Y era evidente que el destino iba a tener faraónicos rascacielos y una tradición futbolística impúber, porque en los lugares en los que se mueve más dinero el fútbol todavía es un adolescente escuálido con pelusilla en el bigote.
“¿Motivo del viaje?”, preguntarán en el control del aeropuerto de Miami. “¿Ocio? ¿Negocios?” A ver quién se atreve a responder que fútbol local.
¿En qué momento dejó de pertenecernos nuestra propia liga nacional? Supongo que el 6 de octubre de 2025, el día que la UEFA emitió un comunicado en el que manifestaba su oposición a que los partidos de liga nacionales se jugasen en el extranjero, aunque se opuso como ese trabajador de seguridad que cachea a las personas sin llegar a tocarlas. Con oposición homeopática, la UEFA permitía de “forma excepcional” que el Milan y el Como jueguen un partido de la Serie A en Perth, Australia, a tan solo 20 horas en avión de los aficionados locales. Y también permitía que, en diciembre, se inaugurase esta nueva era del fútbol deslocalizado con el Villarreal-Barca en Miami. Bastante más a mano que Australia, todo hay que decirlo.
El comisario europeo de Juventud, Cultura y Deportes, Glenn Micallef, escribió en sus redes sociales que “trasladar las competiciones al extranjero no es innovación, es traición”. Algunos jugadores se han opuesto, incluso un jugador del Barça, Frenkie de Jong, ha tenido el valor de oponerse abiertamente. Pero la mayoría han dicho que irán donde les manden, qué remedio. Así que ha abierto la presa y el agua estancada ha empezado a salir a borbotones, entre los billetes. Cualquier partido puede jugarse ya en cualquier lugar, dondequiera que tengan la chequera más flamante. Si Elon Musk quiere un derbi sevillano a bordo de uno de sus cohetes, con un poco de creatividad e ingeniería aeroespacial igual lo consigue. ¿Por qué no conquistar también el prime time de alguna luna de Júpiter? Estamos desaprovechando mercados.
Este tema no ha hecho más que evidenciar algo que viene de lejos: la condición prescindible de los aficionados en el nuevo fútbol. Viene de tan lejos que llevarse las manos ahora a la cabeza es solo síntoma de una tremendísima ingenuidad o un profundo fingimiento. Los horarios de los partidos hace bastante tiempo que no los dicta el sentido común ni el bienestar de los aficionados, sino la programación de las retransmisiones y los mercados internacionales. Incluso si tienes un billete sacado, con un alojamiento pagado para ver a tu equipo a domicilio, te expones a un cambio de día u hora a última hora, como ha ocurrido ya en varias ocasiones.
Los precios de las entradas han convertido la experiencia de ir al estadio en un acontecimiento extraordinario, digno de un regalo de bodas. No hay entradas por menos de 100 euros en el Real Madrid - Juventus de Champions para el público en general. El partido inaugural en el Mundial del 2026, según lo filtrado, tendrá precios que van desde 370 dólares en la categoría más económica hasta 1.825 dólares en la más cara. En algunos estadios ya casi hay más zonas vips y hospitalidades corporativas que asientos normales. Y en las primeras, por cierto, corre el alcohol sin prohibiciones porque los estadios, como el Titanic, tienen mejores condiciones en las estancias superiores.
La pasada semana, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, insinuaba un cambio de calendario futuro para que los Mundiales pasen de verano a finales de año para evitar las altas temperaturas, obviando oportunamente los sistemas de climatización que tuvieron que instalarse en Qatar en invierno. No podemos descartar que en algún momento lleguen a celebrarse dos Mundiales simultáneos con una liguilla de ascenso al Mundial A desde el Mundial B, si eso ayuda a exprimir un poco más la gallina de los huevos dorados.
¿Para quién se escenifica ya el fútbol exactamente? En la docilidad de la nostalgia no está la respuesta, claro, pero desde luego tampoco está a más de siete mil kilómetros de los aficionados, en uno de esos estadios que lucen tan impersonales como los aeropuertos a los que se desplaza nuestra Liga, con la dignidad facturada, aunque ahora mismo pese menos de 20 kilos.