El ‘caso Antony’ da argumentos al Madrid

El perdón al jugador bético avala la obsesión persecutoria de aquella tremebunda carta del club blanco

Antony, del Betis, quejándose al árbitro tras ver la tarjeta roja en el partido ante el Getafe el pasado 23 de febrero.Aitor Alcalde (Getty Images)

Que alguien sea un paranoico no autoriza a perseguirle. Lo digo porque lo que empezó por los videos ventajistas de RMTV (sólo recogen errores contra el Madrid, omiten los paralelos que hubiera a favor) ha desembocado en un más o menos tácito acuerdo en la federación del tipo “a nosotros el Madrid no nos acobarda” con las consecuencias que estamos viendo. Lo último ha sido la inesperada condonación de la roja a Antony, con la que el Comité de Disciplina desairaba al árbitro que le expulsó y al Var que lo dio por bueno, aparte de avalar la obsesión persecutoria de aquella tremebunda carta del cl...

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Que alguien sea un paranoico no autoriza a perseguirle. Lo digo porque lo que empezó por los videos ventajistas de RMTV (sólo recogen errores contra el Madrid, omiten los paralelos que hubiera a favor) ha desembocado en un más o menos tácito acuerdo en la federación del tipo “a nosotros el Madrid no nos acobarda” con las consecuencias que estamos viendo. Lo último ha sido la inesperada condonación de la roja a Antony, con la que el Comité de Disciplina desairaba al árbitro que le expulsó y al Var que lo dio por bueno, aparte de avalar la obsesión persecutoria de aquella tremebunda carta del club. Hago hincapié en el Var, introducido en el fútbol para afinar su justicia y por ende su credibilidad. De momento viene sirviendo más bien para lo contrario, pero si encima el Comité de Competición, que posa de Tribunal Supremo de la justicia futbolística lo desautoriza, peor que peor.

Rory Smith, brillante periodista inglés que trabaja para The Athletic, marca deportiva de NYT, escribió esta semana una deliciosa crónica sobre la galopante crisis de credibilidad del arbitraje. Parte de la contratación de Slavko Vincic, árbitro de la última final de Champions, para el derbi intercontinental Galatasaray-Fenerbahçe, esos dos equipos que comparten ciudad pero no continente, pues les separa el Bósforo. Ambos están convencidos de que los arbitrajes impulsan sistemáticamente al otro, mientras el tercer equipo de Estambul, el Besiktas, tiene por una evidencia que benefician por igual a Galatasaray y Fenerbahce, y los del resto de Turquía juran que los eternos favorecidos son los tres de la capital.

Vincic hizo bien su trabajo, a cambio de 10.000 euros más 800 de dieta. Sacó el partido con dignidad y sólo siete tarjetas. Acabó 0-0, pero no puede decirse que fuera del todo aburrido. Lo prologó una guerra de bengalas lanzadas por las dos aficiones, con intervención de la policía, lo que retrasó el inicio, y lo cerró una fea disputa entre los cuerpos técnicos, Mourinho mediante, resuelta con sanciones. Así visto, el partido en sí fue casi un remanso de paz, posiblemente porque Vincic pudo trabajar libre de las sospechas telúricas que atrapan a los árbitros locales en cualquier latitud.

La misma semana hubo problemas en otros campos europeos, no quiero mirar más allá. Ya los hay hasta en Inglaterra. Desgraciadamente, el Var no ha venido a sosegar los ánimos sino a encresparlos, porque arrebata a los aficionados la posibilidad de la resignación y a los árbitros la presunción de inocencia. Si encima ni el propio Comité de Disciplina lo respeta, ¿cómo darle credibilidad? Volviendo a Turquía, si la propia federación acude a una estrella extranjera para arbitrar su partido-estrella, ¿en qué lugar queda su colectivo arbitral? Desde el Madrid se desliza que LaLiga debería contratar árbitros extranjeros, al modo de esta solución Vincic. En Argentina hubo tal crisis a finales de los cuarenta que contrataron a ocho árbitros ingleses. Fueron bien recibidos, pues con ellos llegó la novedad de que se les podían pitar penaltis en contra a los cinco grandes. Pero cuando pasó el efecto novedad volvió la zaragata y se marcharon.

Desgraciadamente, la petición del Madrid tiene un apoyo que es duro recordar: la cúpula que hoy dirige a los árbitros ejerció su carrera durante el ominoso negreirato. Nuestro arbitraje arrastra ese baldón, que escuece más por la impunidad con que pasea su sonrisa Laporta, para sarcasmo de sarcasmos lo único que respeta Florentino de todo el fútbol español. Así que tenemos negreirato, Var y el Madrid saboteando. Los dos primeros factores no tienen solución, y el tercero sólo empeora si la respuesta a su carta no es calma y equidad, sino ese tácito “a nosotros no nos va a asustar”.

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