El Barça vuelve a destapar al Madrid más endeble

El equipo de Ancelotti permite siete tiros a puerta en la primera parte, más que nunca en las últimas 11 temporadas, y recibe nueve goles en los dos clásicos del curso

Bellingham y Mbappé, durante la final de la Supercopa contra el Barcelona.Pedro Nunes (REUTERS)
Real Madrid RMA
2
Kylian Mbappe 4', Rodrygo 59'
Barcelona BCN
5
Lamine Yamal 21', Lewandowski 35' (p), Raphinha 38', 47', Alex Balde 54', Szczesny 56'
Finalizado

La desesperación de Fede Valverde en la jugada con la que terminó el larguísimo primer tiempo contenía todo lo inexplicable del formidable hundimiento del Real Madrid en el segundo clásico de la temporada, el que terminó con el sueño de ganar siete títulos en una temporada. El uruguayo persiguió sombras azulgrana de área a área. Y lo hizo sin apenas compañía. Comenzó el lance situado al borde del área de Szczesny, donde aguardaba que le llegara la pelota después de un córner preparado. Pero la entrega de Rodrygo, como casi todo lo del equipo, fue terrible y el balón se lo quedó Lamine Yamal. Valverde trató de apretar al atacante, pero el balón encontró a Raphinha, y entonces el uruguayo se puso a perseguir al brasileño rumbo a Courtois. Una carrera solitaria y desesperada. Otra. Raphinha viajaba con más compañía. Encontró a Balde y Valverde ya no pudo más. Le dribló el lateral, pisó el área y tiró sin que Mendy terminara de apretarle. Era el 1-4.

El Barça ya le había marcado cuatro goles en el segundo tiempo del primer clásico, en octubre, un doloroso recuerdo con el que había aterrizado el Madrid en Yeda. Valverde, que corría desfondado a tapar todas las fugas en el centro del campo, había reconocido la tarde antes que aquel 0-4 del Bernabéu le había dolido “muchísimo”, que le había costado dormir aquella noche y que aún le pesaba. Evidentemente, el uruguayo no era el único que quería resarcirse de aquello. Pero el resultado fue que esta vez el Barça le metió cuatro, pero ya en el primer tiempo. Al final sumaron nueve en los dos clásicos del curso.

El coladero era extraordinario. En ese primer acto, el Madrid recibió siete tiros a puerta, más que nunca en las 11 temporadas de las que Opta guarda registros. Solo consiguieron contener al pelotón de Flick cuando se quedó con uno menos por la expulsión de Szczesny. En la segunda parte nada más recibieron un tiro a puerta: el quinto gol.

El andamiaje defensivo era de una endeblez llamativa. Los cuatro de arriba se aburrieron enseguida de correr hacia atrás y Valverde y Camavinga no eran capaces de atender los fuegos que prendían por todas partes. Si el uruguayo terminó el primer acto desesperado, el francés ya lo había parecido antes. Cometió un penalti, vio una amarilla y en una de las ocasiones en las que se le escapaba Lamine Yamal se quedó al borde de la segunda tarjeta.

Corrían de lado a lado tratando de tapar todas las fugas que se les abrían por delante, y también por detrás. Lucas Vázquez resultaba transparente ante los asaltos de Raphinha. Enfrentado a un ataque tan dinámico y decidido como el azulgrana, las limitaciones de Tchouameni como central quedaron aún más expuestas. Problemas de colocación y un catálogo de recursos demasiado limitado.

Valverde quería borrar el recuerdo de pesadilla del Bernabéu y Ancelotti había advertido que para conseguirlo debían defender bien. Fue casi de lo único de lo que habló ya sobre la hierba del estadio, poco antes de que empezara el choque: “Defender bien en una final es vital”.

Pero en los clásicos de este curso está sucediendo algo de una rareza insondable. Cuando el Madrid identifica algo esencial, parece acelerar directamente para estrellarse contra ese muro. Nunca había defendido peor que en Yeda. Nunca había caído tantas veces en fuera de juego como en octubre, cuando al analizar al Barça no se hablaba de otra cosa que del atrevimiento de la línea defensiva de Flick.

Eso sí que lo arregló en Yeda, aunque el Barça no usó el mismo atrevimiento que en octubre. Mbappé, al que le levantaron la bandera ocho veces en el Bernabéu, produjo lo más peligroso del Madrid sin encontrarse fuera de posición. Abrió el marcador después de una carrera desde su campo y provocó en la segunda parte la expulsión de Szczesny después de otro arranque al espacio en el que midió bien las distancias.

El francés, con Rodrygo, fue casi lo único salvable del naufragio de Yeda. Mbappé exhibió potencia, velocidad, determinación y habilidad que vuelven a sonar afinadas. Dejó arrancadas con superioridad, finura en el regate e incluso fantasía, con una ruleta en el área contraria y un taconazo a Bellingham, que, negado como todos, no aprovechó la ocasión. El Madrid volvió a naufragar en un clásico, el escenario donde más vulnerable se ha mostrado.

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