De Paul y Sorloth arreglan otro gris partido del Atlético

Obligado una vez más a remontar y a rehacerse de otra deficiente primera mitad, el Atlético encontró en el buen pie de De Paul y en el oportunismo de Sorloth una victoria que tuvo que trabajar a contrarreloj y descamisado. Solo con Azpilicueta y con Lenglet como defensas naturales para sostener toda la artillería de la que tuvo que ir tirando Simeone para remontar el tempranero tanto de penalti de Guridi. La carga final fue agitada por Giuliano, una vez más cabecilla de la negación a la derrota de su equipo. No pudo resistir el Alavés el fondo de armario del Atlético pese a su buen desempeño defensivo.

Apenas habían pasado siete minutos cuando Javi Galán defendió con los brazos abiertos y dentro del área un centro de Carlos Vicente. Guridi no lo desperdició. Pronto tuvieron que someterse los jugadores del Atlético al examen de atacar un equipo bien montado en defensa. Como Simeone, Luis García es capaz de que su equipo trate de jugar a que pase muy poco en su campo y en su área. Ordenó el técnico madrileño a Carlos Vicente y a Carlos Marín que se incrustaran en la línea defensiva para sumar media docena de jugadores por delante de Sivera. Guridi, Antonio Blanco y Guevara formaban otro dique. Este último logró darle continuidad al juego en el medio durante algunos tramos. Y cuando el Alavés se veía muy sometido, aún le quedaba el recurso de la pelota larga a Kike García, que interpreta bien eso de tanque-incordio de referencia. Cuando no ganaba los duelos, sus desmarques hacían correr hacia atrás a Lenglet o a Witsel.

Frente a ese equipo tan bien plantado, al Atlético le asomaron sus deficiencias con la pelota y su previsibilidad en los circuitos de balón. El problema atañe a los jugadores y al entrenador. Es imposible resquebrajar una estructura tan sólida sin tener precisión al primer toque, que es lo que demandan rivales del pelaje del Alavés. A dos y tres toques, los futbolistas blanquiazules no tenían problemas para desactivar el quiero y no puedo o no sé que mostraba el Atlético. Solo fue capaz de generar una ocasión clara. Correa generó un barullo con una internada trastabillada. La pelota le cayó a Lino franca en la frontal del área pequeña. Quiso reventarla el brasileño y lo hizo, pero contra el travesaño. Ya no tuvo un acercamiento más peligroso el Atlético en media hora. Intrascendentes Correa y Griezmann. Su fútbol empastado era engullido por el Alavés, también sibilino para cortocircuitar con faltas tácticas.

Las urgencias por el resultado dejaron a Galán y a Llorente en el banco para dar paso a los pulmones de Giuliano y la pólvora aérea de Sorloth. Fue por arriba como pudo igualar el Atlético. Lenglet, sin marca, dirigió mal el cabezazo que le brindó Griezmann enguantando una falta lateral. Con más ímpetu que fútbol bien mascado, el Atlético encajonó al Alavés. Ahí el hijo del técnico es una espoleta emocional. Después de correr a un balón imposible y ligarle un remate forzado, le reclamó a la grada más decibelios. Ahí, la petición de un Simeone no hay quien la contradiga. Cada cambio de Simeone padre era una llamada al ataque. Fueron entrando De Paul, Julián Álvarez y Riquelme. Fue de una comba de De Paul de donde el Atlético rascó un penalti discutible por manos de Abqar. Griezmann no falló. Y volcado sobre el área del Alavés, Sorloth rompió al espacio para que De Paul filtrara un pase ganador entre una maraña de piernas. El noruego fusiló a Sivera con un derechazo que certificó otra remontada del Atlético en el partido 700 de Simeone. Muchos de ellos con las mismas trazas que el de este sábado.