El ataque de importancia de Vinicius y los negocios del Madrid
El plante a la ceremonia del Balón de Oro es más político que deportivo, el club antepuso sus intereses a los de sus futbolistas y entrenador; o peor aún, las quimeras de un presidente y un jugador a los valores y honores del club que representan
Me pregunto a qué jugaba el Madrid este lunes cuando decidió cancelar un viaje programado a París para asistir con el cartel de expedición favorita a la gala del Balón de Oro. El argumento facilitado inmediatamente por el club venía a explicar que no habría representación madridista en el Théâtre du Châtelet como consecuencia de la no designación de Vinicius como Balón de Oro. Filtración aparte, el plante institucional...
Me pregunto a qué jugaba el Madrid este lunes cuando decidió cancelar un viaje programado a París para asistir con el cartel de expedición favorita a la gala del Balón de Oro. El argumento facilitado inmediatamente por el club venía a explicar que no habría representación madridista en el Théâtre du Châtelet como consecuencia de la no designación de Vinicius como Balón de Oro. Filtración aparte, el plante institucional arrastraba consigo no solo al jugador damnificado, sino a otros compañeros nominados —Bellingham y Carvajal entraron en el top 4 y el equipo al completo ganó el premio a mejor conjunto masculino— y al mismo entrenador, Carlo Ancelotti, ganador también de su categoría.
Se intuía a un Vinicius triste y hundido, contrariado, con la fiesta montada y nada que celebrar. Es totalmente entendible. Pero no justifica esa supuesta injusticia el comportamiento del Madrid. ¿A qué jugaba Florentino Pérez?
Si jugaba a defender el honor de uno de sus futbolistas emblema puede que la defensa se le fuera un poco de las manos: demasiado ruido, exceso de drama en la escena. Sí, Vinicius Jr es merecedor de ganar el Balón de Oro, campeón como fue de la Liga y de la Champions, líder del Madrid por su fútbol desequilibrante y por su lucha contra el racismo. (Y no, me niego a pensar que haya sido esa lucha la que le haya alejado del trofeo, como insinuó él y explica su entorno). Pero no es más merecedor el brasileño de ese premio individual que valora también los éxitos colectivos de lo que lo es Rodri, la máquina que hace funcionar al City campeón de la Premier y a la España campeona de Europa; el fútbol antes en la cabeza que en los pies; la discreción y el compañerismo por bandera.
Si lo que ocurrió este lunes es que el Madrid jugaba solo a ganar y no le salió una buena mano, debería recordar que, como en su día a día, en el deporte a veces se gana (mucho si vistes de blanco) y otras veces se pierde. Son pocas las ocasiones y por eso debe escocer el doble. Pero cuando pasa, a uno se le presupone algo más de señorío. Si alguien en Valdebebas se montó un fabuloso castillo de naipes y creyó (sin tener certeza alguna; recordemos que votan un centenar de periodistas de 100 países diferentes) que sería Vini el ganador del trofeo, lo que le quedaba era agachar la cabeza y felicitar al ganador. En la derrota residen también los valores del deporte. El resto es no saber perder. Es una pataleta cuando ya no se tiene edad para chiquilladas.
Me cuesta creer que el Madrid y su presidente Florentino Pérez estuvieran jugando solo (que no es poca cosa) a echarle un pulso a la UEFA, organizadora de la ceremonia por primera vez con France Football. Otro pulso más. Aprovechar que el Sena pasa por París para hacerle un feo a Ceferin y compañía, enfrentados como están por el esfuerzo del club blanco de que la Champions, que tantos años los ha coronado, acabe absorbida por su Superliga.
Pero cuantas más vueltas le doy, menos entiendo. Y con mayor facilidad asumo que el plante es más político que deportivo, que antepuso el club sus intereses a los de sus futbolistas y entrenador; o peor aún, las quimeras de un presidente y un jugador a los valores y honores del club que representan. A Vinicius le dio un ataque de importancia y, lejos de calmarle, el Madrid vio una oportunidad.
No merece semejante desaire Ancelotti, cuyos éxitos sí reconoce el premio a mejor entrenador, ni el resto de nominados; mucho menos el ganador de la noche: un español nacido en Madrid que llevó a la selección a levantar la Copa de Europa este verano y que era muy consciente de que recogía ese Balón de Oro en medio de todo el ruido provocado desde la casa blanca. Y por un jugador como Vinicius a quien no le hace ningún bien que se le rían todas las gracias. Por suerte, Rodri sabe que merece ese premio. Lo sabía ya cuando decidió asistir a la gala cuando todavía creía que lo haría para aplaudir a otro.