El Benfica arrasa y golea a un Atlético desastroso

Arrasado, humillado y goleado por un gran Benfica liderado por Di María salió el Atlético del mítico estadio Da Luz. Desfigurado bajo la caótica batuta de su entrenador. Ni con tres centrales, ni con defensa de cuatro, ni alterando la posición de los delanteros, ni agotando los cambios a la hora de juego logró el Atlético rematar a puerta. Un bochorno. Fueron cuatro goles los que encajó, pero pudieron ser media docena.

Estaba por ver cómo reaccionaba un plantel que se sabe en la diana por haber aplaudido al fondo sur a la conclusión del derbi después de todo lo sucedido. Las sensaciones que transmitió el equipo no fueron buenas ya de inicio. Arrancó el Benfica más categórico, con Di María luciendo jerarquía con una primera colada que hizo crujir las cinturas de Lino y a Reinildo antes de provocar el primer saque de esquina. Allí también mostró el argentino su clase enguantando una parábola al segundo palo donde un frentazo de Pavlidis exigió a Oblak a meter la manopla para desviar el remate por encima del larguero. Al cuarto de hora un mal despeje de Reinildo y Lino y un peor control de Koke le dejaron la pelota franca al noruego Aursnes, que vio el agujero por el que se colaba Aktürkoglu porque a Marcos Llorente no le dio tiempo a cerrar. El turco superó la salida de Oblak.

Si los futbolistas de Simeone entraron tocados anímicamente al estadio Da Luz, tampoco pareció sentarle bien al equipo el baile en la alineación. Visto el juego desplegado en lo que va de curso, se antoja un lujo ver a Gallagher y a Riquelme en el banquillo. Este último ayer ni jugó. La atractiva delantera Correa, Griezmann, Julián Alvarez tampoco funcionó. Le otorgó Simeone el centro del ataque a Griezmann, pero no resultaba. A nada que marcó el Benfica, Griezmann se fue a la derecha y Correa se fue al medio. Después, Griezmann fue a la izquierda y el centro del ataque lo asumió Julián Alvarez. Nada. Fue un caos. Como el centro del campo, donde Koke y De Paul, además de errar pases, se empeñaban en conducciones horizontales para ejercer de carteros sin destino. Llevaban el balón de un lado al otro sin encontrar a quién pasarle la pelota, cuando no la perdían. La noche se avinagraba aún más con la lesión de Marcos Llorente a la media hora. Molina sigue buscándose. Un centro chut de Lino que dio en el travesaño fue la única muesca del Atlético en toda la noche.

Nada que ver con la presencia y la pujanza de los dos laterales del Benfica, a la derecha el español Carreras y a la izquierda Bah. Ambos impecables en sus proyecciones para apoyar a Aktürkoglu y a Di María. Este, tan fino como pillo, se desmarcó rápido en un saque de banda en el centro del campo al borde del descanso que solo pilló en alerta a Witsel. El argentino encaró al belga en el pico del área y el balón salió rebotado hacia Aktürkoglu y este, con Oblak vencido cruzó demasiado y la pelota astilló el palo.

El despiste debió ser definitivo para Simeone que limpió al equipo de tres de sus jerarcas. De una tacada Griezmann, Koke y De Paul para que entraran Gallagher, Javi Serrano y Sorloth. No hubo tiempo para asentar el triple cambio. Gallagher pisó a Pavlidis y el colegiado señaló el punto de penalti avisado por el VAR. Di María engañó a Oblak. El gol premiaba a un futbolista mayúsculo. No tiene la velocidad de antes, pero aún le queda el baile de cintura y la finura de su zurda. Cuando Bruno Lage le reemplazó el estadio Da Luz le despidió en pie.

Con el 2-0 y el equipo roto, Simeone ejecutó su quinto cambio antes de que se cumpliese la hora de juego. Otro jerarca al banco, Julián Alvarez, para que entrara Giuliano. Un castigo más que un premio por el lodazal de partido de su equipo. Confirmado con ese tercer gol regalado en un saque de esquina. La pelota cruzó el área pequeña sin que Oblak y Gallagher acertaran a interceptarla y libre de marca Bah la picó de cabeza. El penalti a Amdouni fue la última señal del desastre que fue el equipo de Simeone. El suizo rajó a la defensa del Atlético por el medio hasta que Giménez le trabó antes de que fusilara a Oblak. Kökçü cerró el marcador y la humillación a un equipo que fue todo menos eso.