Hansi Flick, un entrenador que entrena y no un mesías culé
Aunque no se sabe si ganará, hay la certeza de que es un técnico que no acude al rescate del equipo y del club en un acto de patriotismo, de fe y servicio; toda una noticia en el Barcelona
Hansi Flick es un entrenador que sabe muy bien cómo golear al Barça, sentado como estaba en el banquillo del Bayern en agosto de 2020, cuando los azulgrana encajaron un 2-8 en los cuartos de final de la Champions. Aquel marcador simbolizó el fin de la era Messi en el Barcelona. El club no ha parado de dar vueltas desde ento...
Hansi Flick es un entrenador que sabe muy bien cómo golear al Barça, sentado como estaba en el banquillo del Bayern en agosto de 2020, cuando los azulgrana encajaron un 2-8 en los cuartos de final de la Champions. Aquel marcador simbolizó el fin de la era Messi en el Barcelona. El club no ha parado de dar vueltas desde entonces a una rotonda, desnortado por una nostalgia que ha devorado a técnicos tan barcelonistas como Koeman —campeón de Copa— y Xavi —campeón de Liga—, ninguno del agrado de Laporta desde que regresó al palco en 2021.
El presidente se encontró con Koeman y después no supo qué hacer con Xavi. No es que fuera precisamente ajeno al pasado, sino que quería a un entrenador suyo y hasta cierto punto novedoso, igual que Rijkaard en 2003, a poder ser alemán, hasta que dio con Flick. La duda está ahora en descubrir si Flick sabrá también cómo ganar con el Barça.
La figura del alemán se presenta como crucial para que Laporta pueda alcanzar en paz el nuevo Camp Nou después del calvario de Montjuïc. Flick inspira por ahora más respeto que admiración y su currículo es tan corto como brillante por el sextete logrado con el Bayern, mejor como entrenador que como seleccionador de Alemania. También es conocido que su agente responde al nombre de Pini Zahavi, el mismo que tiene Lewandowski, el jugador que se había distanciado de Xavi. Un detalle más para subrayar que es una apuesta de Laporta.
Flick simboliza un método más que un nombre, alejado de los personalismos y liberado del ADN azulgrana, después de precisar que es un estudioso de Cruyff, un admirador de Guardiola y que no está lejos del estilo del Barça. Una manera de decir que está al caso de la carga simbólica azulgrana en lugar de presumir de ser uno de sus portadores, más dispuesto a querer saber que a contar, muy profesional y respetuoso, sabedor también que sus predecesores alemanes en el Camp Nou fueron Weisweiler y Lattek.
La empatía no está reñida con la exigencia en un club que durante mucho tiempo ha vivido de una fórmula que se aplicaba de boquilla y no de una manera de entender el juego que demanda dedicación y una mejor explicación que la del tiqui-taca, usado como befa y que nada tiene que ver con el manual del área de metodología del Barça. El barcelonismo ha sacralizado tantas expresiones de su corpus teórico —”correr es de cobardes” o “salid y disfrutar”— que a menudo se olvidó de entrenar, de activar las ganas de ganar en lugar de recurrir a las excusas o de buscar culpables, de la cultura del esfuerzo, de “pencar” —de currar—, como recordaba Guardiola.
Un ritual que Flick ha empezado a poner en práctica en silencio, de forma reservada y hasta sosa si se atiende a su presentación en el grandilocuente Auditorio 1899. Aunque no se sabe si ganará, hay la certeza de momento que es un entrenador —no se sabe si bueno o malo— que entrena y no un mesías ni un culé que acude al rescate del equipo y del club en un acto de patriotismo, de fe y servicio; toda una noticia en el Barcelona.
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