No quedará ninguna pregunta por responder
Se va Cristiano, se va Ramos, se va todo el mundo, pero el escudo no lo saca nadie de la camiseta. Mientras siga, seguirá el Madrid
Si Dios no fue del Madrid los primeros 45 minutos de Wembley lo disimuló como nunca, y Dios no es de los que sabe disimular: siempre hay un momento en que asoma la patita, cierto que debe de ser duro ser Dios y no poder decirlo. Así que el Borussia encendió a su afición hasta iluminar Londres, y en el barrio de Mayfair se presentó en la mañana del sábado un grupo de alemanes con uno con la camiseta del Cádiz: “¿Y tú?”, le preguntaron, “yo del Cádiz y del Borussia, como todos allá”, respondió con acento de Chiclana (juegan en otra liga y hay que callar y aplaudir). Después de poner a arder Lond...
Si Dios no fue del Madrid los primeros 45 minutos de Wembley lo disimuló como nunca, y Dios no es de los que sabe disimular: siempre hay un momento en que asoma la patita, cierto que debe de ser duro ser Dios y no poder decirlo. Así que el Borussia encendió a su afición hasta iluminar Londres, y en el barrio de Mayfair se presentó en la mañana del sábado un grupo de alemanes con uno con la camiseta del Cádiz: “¿Y tú?”, le preguntaron, “yo del Cádiz y del Borussia, como todos allá”, respondió con acento de Chiclana (juegan en otra liga y hay que callar y aplaudir). Después de poner a arder Londres, los alemanes se dispusieron a sembrar Wembley de hogueras hasta dejar al Madrid más aturdido que nunca en una final de Champions: distraída la defensa, quejoso el centro del campo, los alemanes picaron la portería del Madrid como pájaros carpinteros. Un 2-0 hubiera sido lo lógico, un 3-0 ninguna sorpresa. El 0-0, una fría sentencia de muerte para el Borussia.
Imaginen ese vestuario alemán en el descanso: final de Champions contra el Madrid, fallar tantas ocasiones y que te queden otros 45 minutos en los que aguantar a un gigante despierto, enfadado y agradecido. “Gol de cabeza de Carvajal en un córner contra unos alemanes. Nos la suda todo ya”, dice un aficionado tras el primero. El amarillo empezó a ponerse blanco, y el blanco daba más miedo: necesita menos, un par de posesiones, para sembrar el caos y la desgracia en el rival; no necesita nada para un gol, te lo puede meter un defensa bajito (menuda Champions, Daniel) rodeado de torres alemanas; el Madrid frente a ti en una final de Champions (14 de 17, las últimas ocho ganadas) es una enfermedad implacable y cruel: consume lo que comes, crees que te alimentas y lo que consigues es morir más despacio.
Lo que ocurrió en Wembley es que, en la primera parte y en sus ocasiones más claras, el Borussia formidable no supo qué cable cortar, no supo templar los nervios, y en la segunda parte el Madrid llevaba un gol sin ninguna ocasión, y en la primera ocasión metió el segundo. Los porqués dan igual porque este equipo ya no está en esas. Se presenta, ve el paisaje y aplica un mazo salvaje cuando los partidos lo necesitan: gol y gol, título. Dos Champions en temporadas que se presentaban de transición. Se va Cristiano, el mejor goleador de la historia del Madrid, se va Ramos, el fundador de un ciclo monumental, se va todo Dios, pero el escudo no lo sacan de la camiseta, y alguien ha convencido a esta gente de que algo hay, aunque no lo haya: a veces basta con creer.
En la boda de Carvajal hace un par de veranos, varios jugadores se juntaron a la sombra de un árbol de charla con algunos directivos. También estaba Joselu, cuñado de Carvajal y entonces fuera del Madrid. Había sido la temporada de remontadas imposibles. “¿Pero qué pasa, hay algo solo propio del Madrid, qué sentís en el campo vosotros?”, preguntó un directivo. Tomó la palabra el novio: “Yo no sé si hay algo o no, pero los rivales creen que sí, eso es lo importante”. No, no tuvo que ser fácil la llegada a los vestuarios del Borussia en el descanso: dispararon al rey, y fallaron. El rey los engulló. No le hizo falta jugar: se desplomó, se dejó caer, sobre el rival. Apuntó y mató. Un alemán lo resumió así en el descanso: “Pero cómo hemos dejado vivos a estos psicópatas”. Y Dani Carvajal respondió también a esa pregunta.
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