Mbappé despierta de su séptimo sueño de Champions
Señalado por los hinchas, la estrella del PSG cierra el ciclo con el club de su ciudad sin poder brindarle el trofeo que ambicionó desde 2017
Sebastian Kehl, director deportivo del Dortmund, celebró el pase a la final de la Champions, la tercera en la historia del club alemán, con una evocación mágica de los postes del Parque de los Príncipes, rematados por el adversario hasta en cuatro ocasiones este martes. “Nos llevaremos la portería a Wembley”, dijo.
“El Dortmund ha sido mejor porque no ha estrellado los balones en los palos, sino que los ha metido dentro de la red”, dijo ...
Sebastian Kehl, director deportivo del Dortmund, celebró el pase a la final de la Champions, la tercera en la historia del club alemán, con una evocación mágica de los postes del Parque de los Príncipes, rematados por el adversario hasta en cuatro ocasiones este martes. “Nos llevaremos la portería a Wembley”, dijo.
“El Dortmund ha sido mejor porque no ha estrellado los balones en los palos, sino que los ha metido dentro de la red”, dijo Kylian Mbappé; “soy el primer responsable de la falta de eficacia de mi equipo. Soy el que debe marcar los goles y ser decisivo. Cuando eso ocurre todos los focos apuntan a mí, ahora tengo que hacerme cargo de toda la sombra también”.
Pocos futbolistas se han manifestado de un modo más equilibrado, responsable y medido que Kylian Mbappé desde que era un juvenil. Su última declaración, este martes, tuvo aire de confesión. Repetía la palabra “decepcionado” una y otra vez. Estaba pálido y conservaba el gesto desorientado y la mirada perdida conque minutos antes había deambulado por el círculo central del campo, sin inmutarse ante los abrazos que sucesivamente le fueron dando Marquinhos, Skriniar, Lee y Luis Enrique. Reinaba un clima de despedida. Más que abatido parecía desconsolado. Acababa de perder la séptima oportunidad de ganar la Champions con el equipo de su ciudad, polo social de amigos y familiares. Se desvanecía uno de sus sueños recurrentes. Terminaba el vínculo que comenzó en 2017 cuando el PSG pagó 180 millones por su traspaso al Mónaco. Si cumple con el anuncio que hizo el 15 de febrero, difícilmente disponga de otra ocasión.
A un siglo de distancia resonaba el cántico que le dedicó la Curva Auteuil, el núcleo duro de los ultras, dos horas antes del partido: “¡Mba-ppé-Mba-ppé-Mba-ppé…!”. La muchedumbre invocó al dios todopoderoso y lo que se manifestó fue un chico de 25 años, rápido y ágil, pero sin conexión emocional con el juego, como si lo embargara la melancolía. El máximo goleador histórico del PSG con 255 goles era el cuello de botella de su equipo. Todo desembocaba en él. Tras una larga serie de desencuentros que comenzó precisamente con su comunicado del 15 de febrero, Luis Enrique, el técnico, había intentado situarle en la punta del ataque, para disgusto del futbolista. Frente al Dortmund, le devolvió al costado izquierdo, donde dice que se siente más cómodo. Contra los zagueros se pegó Ramos y Mendes, lateral zurdo, no subió al ataque para cubrirle las espaldas. Más privilegios, más deberes, más riesgo de frustración. Este miércoles en París, tras el 2-0 global a favor del Dortmund, las redes sociales afines a la hinchada del PSG bullían de críticas contra la estrella.
Alrededor de Mbappé se forma una atmósfera irrespirable. El filósofo y periodista Thibaiud Leplat se pronunció desde Radio Montecarlo, referencia de la información futbolística francesa. “Mbappé debe salir de Francia porque históricamente vivimos tiempos complejos y él encarna ese conflicto”, dice Leplat. “Representa demasiadas cosas a la vez. Por ser de origen africano queda mal con el 45% que votaría a Le Pen, según las encuestas; por ser rico y proamericano queda mal con la izquierda; por estar cerca del presidente Macron se quema, porque Macron tiene un 15% de respaldo popular; por criticar a la policía durante la ola de disturbios en la banlieue se congració con la nueva generación, pero se distanció del resto de la sociedad… Se quiere comprometer en causas y creo que es sincero. Busca un consenso apareciendo como deportista comprometido sin querer pagar el precio del desacuerdo, del enfrentamiento, de la polarización que existe hoy en Francia”.
Los más jóvenes
Luis Enrique, que desde el 15 de febrero le dejó repetidamente en el banquillo, saltó en defensa de Mbappé cuando el martes le preguntaron por la pobre actuación del goleador. “¡Qué triste sería que yo señalara a mis futbolistas después de una eliminación!”, dijo el asturiano. “Yo estoy satisfecho con mi equipo porque lo dieron todo hasta el último minuto y jugaron el fútbol que me caracteriza. Los datos de llegadas dicen que debimos meter tres goles esta noche”.
Nasser al-Khelaifi, el presidente del PSG, se agarró al relato más optimista. “Hemos conseguido la tercera semifinal de Champions en los últimos cinco años y lo hemos hecho con la plantilla más joven de los participantes”, dijo el vicario del emir de Qatar, tragando su amargura. La evidencia del giro en su estrategia es inapelable. El club pasó de apostar por un conglomerado de figuras a conformar un proyecto colectivista, colaborativo, marcado por el fútbol de asociación y un reparto de poderes que eleva al entrenador como máxima autoridad en contraposición al liderazgo errático de Neymar Júnior, despedido el año pasado.
La fórmula evolucionó progresivamente, pero cuando Kylian Mbappé anunció el 15 de febrero que no renovaría el contrato que concluía en junio se generó una tensión subterránea dentro del vestuario y con la directiva. El día anterior había marcado el gol del partido (1-0) a la Real Sociedad, en la ida de los octavos. Aprovechando la ausencia de Traoré por lesión, contra uno menos en un córner, se adelantó con un tanto que resultaría clave para encauzar la clasificación. Volvió a marcar, dos goles más, en San Sebastián, con la eliminatoria rota. Y volvió a marcar en el Camp Nou, otros dos goles, también contra diez, después de la expulsión de Araujo. El rendimiento del delantero declinaba y su relación con Luis Enrique se oscurecía cuando se cruzaron con el Dortmund. Los palos del Parque de los Príncipes acabaron por arruinar su despedida.
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