Nico Williams, piernas y alma
Tras un error que acabó en el gol balear, el atacante se echó a su equipo a la espalda
Los nervios atenazaron al Athletic durante media hora. Como si la responsabilidad de presentarse ante un estadio en el que dos tercios de su aforo estaban ocupados por seguidores rojiblancos pesara en su estado de ánimo, en vez de hacerles volar, como sucede en San Mamés. En especial los hermanos Williams parecían querer resolver el asunto por su cuenta. Nico tenía todos los focos sobre él. Es el futbolista determinante en la alineación habitual de Ernesto Valverde, y hacia él se inclinó gran parte del caudal ofensivo de su equipo.
Pero a los 20 minutos, en un efecto mariposa catastrófi...
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Los nervios atenazaron al Athletic durante media hora. Como si la responsabilidad de presentarse ante un estadio en el que dos tercios de su aforo estaban ocupados por seguidores rojiblancos pesara en su estado de ánimo, en vez de hacerles volar, como sucede en San Mamés. En especial los hermanos Williams parecían querer resolver el asunto por su cuenta. Nico tenía todos los focos sobre él. Es el futbolista determinante en la alineación habitual de Ernesto Valverde, y hacia él se inclinó gran parte del caudal ofensivo de su equipo.
Pero a los 20 minutos, en un efecto mariposa catastrófico para el Athletic, se despistó con el balón en los pies, lo cedió atrás sin mirar, y la jugada de contragolpe acabó en saque de esquina. Lo lanzó el Mallorca, lo despejó su hermano Iñaki, que por un momento quedó tendido en el suelo, y cuando el árbitro estaba a punto de detener el juego, por la incidencia, se levantó. Siguió la jugada, acabó de nuevo en córner, y allí llegó el gol del Mallorca.
A Nico le costó reponerse unos minutos, pero después volvió a ofrecerse como desde el principio del encuentro. Ya en la jugada inicial, después de un robo en defensa de su equipo, se lanzó en carrera hacia la portería de Dominik Greif, pero su disparo se marchó desviado.
En combinación con Yuri, por la banda izquierda del Athletic, el menor de la saga de los Williams hizo sudar a Gio González en su marcaje. El defensa del Mallorca vio cómo se le iba en más de una ocasión, ganándole la espalda por velocidad. Nico recibió una falta en el lateral del área, pero él mismo la lanzó para que el balón se perdiera en el limbo. También fue protagonista en otra acción con Yuri, que le metió un balón profundo, que acabó en gol, aunque hubo banderín arriba y el VAR ratificó el fuera de juego, que no fue tan claro como pareció en el campo. En una acción similar, casi en el descanso, de nuevo se plantó ante el guardameta del Mallorca, pero el disparo, algo precipitado, se marchó fuera junto al palo.
Se fueron los rojiblancos cabizbajos al descanso, con el marcador en contra, y el Mallorca asustó en la primera jugada del segundo tiempo, cuando pudo haber alcanzado una ventaja mucho mayor, pero a partir de entonces volvió a funcionar el dúo entre Yuri y Nico Williams. El acoso sobre la portería del Mallorca comenzó a ser total. En una de esas acciones, una combinación entre los dos jugadores de banda izquierda acabó con un pase perfecto de Nico, que destapó el tarro de las esencias para Sancet, que en un disparo cruzado con rosca empató el partido y devolvió así el partido y la final al punto de partida.
A partir de ahí se comenzó a ver a un jugador desbordante, que se hizo dueño de su zona. En el minuto 61 protagonizó la acción de la noche, cuando buscó la línea de fondo y después de dos regates, puso un balón envenenado que no encontró rematador. Era ya Nico Williams el protagonista en el Athletic.
Luego Aguirre movió sus fichas, y el delantero rojiblanco no apareció tanto; llegó el cansancio. Después de la prórroga, tuvo que ser atendido en la banda con calambres. Cuando llegó el turno de los penaltis, Nico Williams estaba tieso. Ernesto Valverde rezaba por que no le tocara lanzar. No le tocó. Sus compañeros hicieron el resto de la faena. Cuando Berenguer marcó el cuarto, después de los dos fallados por el Mallorca, por Morlanes y Radonjic, aún tuvo fuerzas de lanzarse en carrera, como el resto de sus compañeros, hasta el fondo para celebrarlo con la afición. Era el fin de una sequía copera de 40 años, desde aquella cita de 1984. Luego, a la hora de recoger las medallas, no se la quitó, como en la Supercopa. La conservó. Era campeón, y fue nombrado el mejor jugador del partido.
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