Es el momento de la Liga F
La máxima competición femenina de fútbol español quiere capitalizar el éxito mundialista en un escenario conflictivo
“Es el momento”, coinciden todas las personas consultadas, involucradas en la escena de la liga de fútbol femenino en España, un campeonato que agrupa a varias de las mejores futbolistas del planeta y que tiene ante sí desafíos inmediatos. El más evidente tiene que ver con el objetivo de fidelizar la expectativa y la pasión generada por las estrellas de la selección y, por qué no, instrumentalizar la exposición de la lamentable polémica extradeportiva para captar seguidores, apoyos y patrocinios. “Tenemos ...
“Es el momento”, coinciden todas las personas consultadas, involucradas en la escena de la liga de fútbol femenino en España, un campeonato que agrupa a varias de las mejores futbolistas del planeta y que tiene ante sí desafíos inmediatos. El más evidente tiene que ver con el objetivo de fidelizar la expectativa y la pasión generada por las estrellas de la selección y, por qué no, instrumentalizar la exposición de la lamentable polémica extradeportiva para captar seguidores, apoyos y patrocinios. “Tenemos margen de mejora y los ingredientes necesarios para hacerlo”, asume Beatriz Álvarez Mesa, presidenta de la Liga F, que agrupa a los 16 mejores equipos de España.
Pero el camino ni es ni ha sido sencillo desde que en 1988 se creó la primera liga nacional. Todo avanzó entre empellones y así continúa por más que el 15 de junio de 2021 el Consejo Superior de Deportes declarase la profesionalización del fútbol femenino español y casi un año después se aprobasen los estatutos que rigen la Liga Femenina de Fútbol Profesional, todavía en pañales tras completar la primera campaña de la flamante Liga F. Estamos en un amanecer en el que cada cual busca su lugar. Hace un año la competición comenzó con retraso por una huelga de las árbitras, que reivindicaron y consiguieron una puesta al día salarial. Ahora son los sindicatos de futbolistas los que plantean un paro para poder elevar el salario mínimo, definido en los 16.000 euros. Está en el aire el inicio de la competición previsto para el próximo viernes.
“Lo ideal sería que se hablase sólo de las campeonas, pero el lío posterior va a suponer que el fútbol femenino español gane algo más que un Mundial”, reflexiona Beatriz Álvarez Mesa, que llegó a la presidencia de la liga desde la dirección general de Deporte del Principado de Asturias. Antes fue futbolista y dirigente en el Oviedo Moderno, un club integrado ahora al Real Oviedo.
Álvarez asume la condición pionera de la Liga F y advierte de que cualquier alusión a equiparaciones con LaLiga es ciencia ficción. “Por poner en contexto: ellos generan 2.000 millones de euros al año en derechos de televisión; nosotras siete. Pero el salto desde cero ha sido importante”, aclara. La Liga F firmó hace un año un acuerdo de cinco temporadas con DAZN y Mediapro por un precio superior al que obtiene la Federación Española de Fútbol por su competición masculina estrella, la 1ªRFEF en la que participan Deportivo, Málaga, Murcia, Castellón o los filiales de Madrid y Barcelona. Otro pacto, este con LaLiga, le reporta a la Liga F 42 millones más en esas cinco primeras campañas. “Somos organizaciones completamente independientes, pero llegamos a un acuerdo para que operen como agentes comerciales en busca de potenciales patrocinadores. Tiene su lógica porque de 16 clubs que tenemos en nuestra liga, 12 están también en la masculina”, explica Álvarez, que enfoca una hoja de ruta —”desarrollar un producto que genere cada vez más recursos económicos, profesionalizar estructuras, mejorar las condiciones de trabajo de las futbolistas…”— y apunta un inconveniente: “La federación”.
La federación, en contra
La RFEF no termina de hacer amigos. En agosto de 2019 Luis Rubiales presentó ufano la competición durante el sorteo del calendario: “Estamos contentos, satisfechos mostrando modernidad, igualdad y superación, valores importantes para los hombres y sobre todo ahora para las mujeres”, concluyó. Para entonces ya se larvaba una revolución. Cuando nueve meses después la asociación de clubes, que agrupaba a 13 de los 16 equipos de la máxima categoría, presentó al Consejo Superior de Deportes (CSD) la petición para conformar una liga profesional, la Federación emitió el único informe negativo en contra de ese paso. “Era un informe preceptivo, pero no vinculante”, recuerda María José López González, abogada de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) y figura clave para entender el proceso de profesionalización del fútbol femenino. “Se constituyó una patronal con una estructura jurídica diferenciada, pero sin un convenio de coordinación similar al que tiene el fútbol masculino. Se ha ido resolviendo, aunque la RFEF ha puesto muchos obstáculos al desarrollo de la liga”, matiza. Álvarez Mesa lamenta que la colección de cobros y peajes que les imponen suponga que casi la mitad de la facturación de la organización que preside acabe en las arcas federativas. “El convenio es clave. Ha faltado interlocución y siempre se trataban las cosas desde la imposición y la represalia”, lamenta. Ahora atiende con “más cautela que optimismo” a los acontecimientos que se suceden y un posible cambio de modelo.
Sindicato y patronal se ponen de acuerdo para censurar a la federación. Y en bastantes clubes se mira hacia ella con indignación desde que en el inicio de la pasada Liga les empezaron a pasar un recibo arbitral equiparable al que abonan equipos profesionales masculinos. Se pasó de 3.300 euros a 14.666 de coste por cada partido como local. El trío arbitral cobra un 15% de esa cantidad. “La profesionalización no es una llave que abra un cofre de dinero. Aporta la posibilidad de que el fútbol femenino pueda ser gestionado de manera independiente por aquellos que verdaderamente creen en él permitiendo disponer de las herramientas necesarias para hacerlo crecer”, replicó entonces la Liga F. “Sé que algunos clubes han tenido que pedir préstamos para asumir esos pagos”, desliza Julio Luis Pérez Alonso, vicepresidente del Granadilla Tenerife, uno de los cuatro clubes que no tienen vínculo con el fútbol profesional masculino.
El dinero transita pero no acaba de cuajar. El CSD aporta 30 millones de euros, procedentes del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia impulsado con la pandemia y define que se emplee para mejorar infraestructuras, ayudar al andamiaje de la nueva competición profesional y auxiliar a los clubes como el que se creó en las faldas del Teide, donde echaron a andar hace diez años con un presupuesto de 30.000 euros y ahora manejan más de dos millones y celebran triunfos ante Barcelona o Real Madrid. “Cubrimos el presupuesto, pero no sin agobios. Son dos realidades diferentes y necesitamos una liga sostenible para todos. No es de recibo que nos igualen los costes de sanciones o de arbitrajes con la liga masculina. La sensación que tenemos es que desde la federación intentan demostrar que la competición no es viable”, asegura Julio Luis Pérez. En cuanto se integró en la Liga F, la RFEF retiró al Granadilla Tenerife la ayuda que prestaba para desplazarse a la península, detalle que afecta también al equipo filial. La decisión supuso un gasto a mayores de casi 200.000 euros la pasada temporada para un club que apenas tiene 400 abonados.
“La gran asignatura pendiente que tiene el fútbol femenino es atraer al público y este verano mucha gente lo ha descubierto. El Mundial es un espaldarazo y puede haber un crecimiento exponencial en los ingresos”, describe Julio Luis Pérez. La final del Mundial, en una matinal dominical de agosto, tuvo una audiencia televisiva en España de 5,6 millones de personas. El fútbol jugado por mujeres tiene su espacio, pero no puede haber confusiones. “No es realista hablar de equiparaciones salariales con el masculino. Las fuentes de ingresos son incomparables, 4.000 millones de euros frente a 70. Pero sí debemos hablar de elevar el salario mínimo a 20.000 euros anuales y más en un contexto en el que la Liga F reconoce que el sueldo medio es el doble”, explica la abogada López González antes de ilustrar sobre la especificidad del deporte como “único ámbito laboral segregado por sexo”. “Los convenios colectivos son diferentes, las competiciones se dividen. En la AFE promovimos una liga profesional, lo que conlleva un convenio colectivo que consolida relaciones laborales. Ahora se definen situaciones de expedientes de regulación de empleo, incapacidades laborales o embarazos. Hemos generado un cambio de paradigma. Y por eso España ha pasado a ser una potencia en cuanto a resultados deportivos”, describe.
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