Lamine propulsa a España a la final de la Eurocopa
La Roja se impone a la mejor Francia tras rehacerse de la desventaja inicial con un golazo del prodigio
Mientras la Eurocopa seguía esperando a Kylian Mbappé, explotó todavía un poco más Lamine Yamal, que el verano pasado andaba jugando el Europeo sub-17, también contra Francia, a la que le marcó un gol idéntico. El deslumbrante adolescente propulsó a España a su quinta final del Campeonato Europeo contra una Francia que le exigió como nadie, contra una Francia que jugó como nunca lo había hecho en todo el torneo, y en la que incluso asomó Mbappé. Pero esta Roja que buscará el domingo en Berlín su cuarto título continental contra Países Bajos o Inglaterra es un equipo que ha crecido bajo la batuta de Luis de la Fuente tan rápido como Lamine, que ha conquistado tanto como él, con una madurez de campeón viejo.
Primero aguantó el vértigo de verse por detrás en el marcador contra el finalista del último Mundial, el campeón del anterior, una mole impenetrable. Luego, en modo emergencia con Nacho como lateral contra Mbappé por la lesión de Navas, que a su vez había empezado por la sanción a Carvajal; luego resistió, sin dejar de golpear arriba. Fue un triunfo gremial de muchos registros, que coloca a España a un peldaño de una cumbre memorable.
En el camino ha dejado a Croacia, semifinalista en Qatar; a Italia, última campeona europea; a Alemania, luminosa anfitriona y a la Francia del futbolista más deseado del planeta. Mbappé se presentó sin máscara y así pareció más ligero, como si la hubiera llevado sobre los hombros y no como antifaz. Aunque con él hay una parte real y otra imaginaria, o recordada de otras veces, de haberle visto escabullirse de cualquier trampa. Se planta con la pelota en su costado del área, quieto, y Navas se paraliza a distancia. Son tantas las precauciones, las cautelas por lo que se sabe que sucede cuando se está demasiado cerca, que el veterano lateral se queda prevenido a un metro, y el francés saca un centro que Kolo Muani cabecea a la red entre Laporte y Cucurella.
España se encontraba justo en el punto en el que no quería verse, la situación que quizá había estudiado más: Mbappé había despertado, había burlado a Navas y Lamine y Francia se había puesto por delante. Nada en el desarrollo anterior parecía conducir a aquello. También como se temía: Mbappé, por su cuenta, podía reventar los planes en cualquier instante.
La Roja se encontraba ante una pendiente escarpadísima, frente a una de las selecciones más compactas del mundo. La prueba de estrés de lo construido con Luis de la Fuente se adivinaba definitiva. Pocas condiciones más adversas. Mbappé había despertado y Francia con él: había marcado su primer gol en juego, y España debía atacar a la única defensa del torneo que no había recibido un tanto en jugada.
La selección, que ya había pisado el área de Maignan, retomó el hilo donde lo había dejado, con más serenidad que cuando se vio por detrás contra Georgia. Jugaba con una convicción enorme incluso en un escenario tan adverso, en el que además Navas cargaba ya con una amarilla.
Entonces apareció Lamine. Y fue deslumbrante. Se abrió un hueco con un amague a Rabiot, que el día anterior le había anunciado un panorama crudo para su genio, y clavó el balón cerca de la escuadra. A él le dan igual los escenarios. Hace un año, con 15, jugando contra la Francia sub-17, marcó un gol clavado al que devolvió al partido a España en la semifinal de la Eurocopa contra Francia.
Vuelta al comienzo, con la Francia más engrasada del torneo. Sin Griezmann, en el banquillo de inicio, Kanté, Tchouameni y Rabiot ligaban en el centro. Pese a la amenaza durmiente de Mbappé, buscaban a Dembélé por la derecha. El extremo del PSG escogía siempre bien; cuándo driblar, cuándo parar, cuando ya habían cargado su ala durante tiempo suficiente y le habían abierto espacio a Mbappé al otro lado. Cucurella resistía los asaltos y los abucheos cada vez que tocaba el balón: los aficionados alemanes recordaban la mano que no supuso un penalti la noche que eliminaron a su selección en Stuttgart.
Mando de Rodri y Fabián
España sostenía con solidez el pulso de la Francia más arrojada del último mes, y al otro lado del campo seguía buscando con convicción las grietas de la defensa más impenetrable de Europa. Y las encontraba. Sus extremos cada vez tienen más capacidad de atracción, son hipnóticos, y ese miedo que provocan abría espacios en el centro, donde aparecían Olmo y Fabián. Navas metió un balón al área y del rechace extrajo Olmo un brillante: pinchó la pelota con la puntera derecha y cuando caía recortó a Tchouameni con el exterior, tiró y marcó. El atacante del Leipzig está iluminado.
Francia no se descompuso. Fluía como nunca e iba encontrando cada vez con algo más limpieza a Mbappé, con algo más de campo. Pero el ya jugador del Real Madrid no volaba como otras veces. Y eso que España siguió acumulando contratiempos por aquel costado. Navas se retiró lesionado y Nacho, en su penúltima parada en la élite antes de mudarse a Arabia, se vio frente al que ya no será su compañero. Entró Vivian como central y también se vio cara a cara con el vértigo en una carrera que acabó en un tiro demasiado alto del francés.
España no solo supo manejar el momento de pánico de verse por detrás en el marcador, sino que luego gestionó la ventaja bajo el mando de Rodri y Fabián, dueños de todas las brújulas, todos los mapas, imperiales de nuevo, esta vez ante el centro del campo con más cuerpo del torneo. Y con Morata exprimiéndose en el incordio de la salida de balón francesa. La Roja se mantuvo por delante sin dejar de picar arriba, sin permitir que Francia bajara la guardia: control amenazante, podría llamarse. El billete a Berlín, propulsado por Yamal.
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