N’Golo Kanté, de la Liga saudí a doble MVP de Francia
El centrocampista emigrado al Al-Ittihad, líder espiritual de la selección, reafirma a sus 33 años su condición de gran jugador
“Venir a la selección siempre ha sido especial”, dijo Kanté, tranquilamente. “En una competición como la Euro hay que dar lo máximo y espero llegar lo más lejos posible”.
Ni en los momentos más banales desaparece la sombra del miedo de la mirada de N´Golo Kanté. El miedo atávico del niño que aprendió a vivir sin expectativas está impreso en su rostro imperturbabl...
“Venir a la selección siempre ha sido especial”, dijo Kanté, tranquilamente. “En una competición como la Euro hay que dar lo máximo y espero llegar lo más lejos posible”.
Ni en los momentos más banales desaparece la sombra del miedo de la mirada de N´Golo Kanté. El miedo atávico del niño que aprendió a vivir sin expectativas está impreso en su rostro imperturbable y en la sonrisa petrificada que muchos interpretan como señal de invencible buen humor. Ganó una Premier con el Leicester —él y diez más—. Ganó una Champions con el Chelsea. Ganó la Copa del Mundo. Pero sus ojos atentos no reflejan perturbación ni vanidad. Este viernes le acababan de conceder su segundo MVP consecutivo: el primero contra Austria, este contra Países Bajos. La exhibición que había hecho le convertía en el mejor jugador de la Eurocopa que se disputa en Alemania, o casi, pero el hombre de 33 años que se sentó en la sala de conferencias del Red Bull Arena de Leipzig tenía el mismo espíritu del jovencito resuelto a luchar por su contrato como si fuera su vida cuando en 2013 hizo la primera pretemporada con el Caen, de la Segunda francesa, y desayunaba todos los días a las cuatro de la madrugada, hacía tres sesiones sin perderse ni una sola, y no probaba bocado hasta las diez de la noche en cumplimiento del Ramadán.
Francia empató 0-0 este viernes ante Holanda. Prácticamente aseguraba la clasificación para octavos y Didier Deschamps, el seleccionador, respondía tenso a cada una de las preguntas que le formulaba el coro de periodistas que siguen a la selección más potente de Europa: las máscaras de Mbappé, la viabilidad de Thuram, la falta de acierto de Griezmann, las elecciones legislativas del próximo fin de semana, los efectos de un posible triunfo de la extrema derecha sobre un vestuario mayoritariamente compuesto por hijos de inmigrantes africanos... A Deschamps solo se le iluminó la cara cuando alguien, piadoso, le preguntó por Kanté. “¿N’Golo? ¡Todavía corre!”, dijo, señalando al campo. “Y no solo corre. ¡Corre bien! Tiene una capacidad que le permite ir adelante y proyectarse en ataque. Esto facilita que nuestro reparto de centrocampistas, hoy formado por Tchouameni y Rabiot, tengan variedad y que no sean siempre predecibles para nuestros adversarios. Esto nos ha permitido crear ocasiones de gol y ser sólidos atrás”.
El arco imbatido de Francia lleva su firma en un equipo defensivamente hermético como ninguno. Dos partidos oficiales desde su última convocatoria, en junio de 2022, han bastado para disipar las dudas que pesaban sobre la vigencia de Kanté, un jugador que lleva un año de militancia en el Al-Ittihad de la liga saudí tras quedarse libre en el Chelsea al cabo de dos cursos de lesiones de rodilla. Los gráficos de calor y de toques de pelota que indican la actividad del centrocampista en la Eurocopa, facilitados por Opta, revelan un fenómeno excepcional: hay puntos de contacto con el balón por todas partes, con profusión de intervenciones, cerca de los cuatro córners, en las dos áreas, en todos los carriles, no importa el hemisferio. Ni Bellingham, ni Kroos, ni Gündogan, ni Rodri, ni tampoco Pedri, alcanzaron esos horizontes.
El mito de los dos corazones de Kanté, popularizado por Ranieri, renace en la Eurocopa cuando nadie lo esperaba y evoca las palabras de Steve Walsh, el hombre que le fichó para el Leicester: “jugamos con tres interiores en el mediocampo, Drinkwater en el eje y Kanté a la derecha y a la izquierda”. Sus estadísticas no revelan un récord en nada, pero sobran los dedos de una mano para encontrar futbolistas que hagan tantas cosas tan bien. Por ejemplo, diez balones robados, más que Rabiot y Tchouameni, los mediocentros defensivos de Francia. Por ejemplo, cinco ocasiones generadas, las mismas que Nico Williams, dos de ellas tras conducción, las mismas que Yamal.
Los profesionales suelen repetir que la realidad ambivalente del fútbol, en la frontera del deporte y el espectáculo, produce dos especies de estrella. Están los jugadores de periodistas, y están los jugadores de jugadores. Los veteranos de Francia no tienen dudas en señalar a Kanté como la apoteosis de la segunda variedad. Marcus Thuram explicó la perplejidad que produce Kanté entre los jóvenes que no le conocían: “Cuando empezamos la concentración tenía la impresión de que había tres Kantés en Clairefontaine. Yo nunca vi una cosa así. ¡Es horrible! Ya no podemos jugar en los entrenamientos. Cuando le tienes en tu equipo ya sabes que has ganado”.
Superpoderes
Humildad, generosidad, coraje y timidez mezclados con superpoderes —la intuición para saber dónde dirigir el movimiento combinada con la visión periférica, la elasticidad y la potencia para girar, retroceder, o propulsarse a toda velocidad sin interrupción durante 100 minutos son cualidades muy poco comunes— convierten al pequeño mediocentro en el verdadero líder espiritual de la Francia de Mbappé.
Nacido en París, hijo de una limpiadora y un recogedor de basura emigrados de Mali, se crió con ocho hermanos en el suburbio de Rueil-Malmaison antes de pensar que el fútbol podría ser su trabajo. Hoy es más que un héroe de la República condecorado por Emmanuel Macron. Es un héroe de futbolistas. Un ídolo en su propio vestuario, como se vio cuando los jugadores le rindieran el penúltimo homenaje, al cabo del debut con Austria. Un vídeo que se hizo viral, grabado en el camerino muestra a Kanté recibido con una ovación. “¡Es una locura, es una locura, es algo nunca antes visto!”, dice Ibrahima Konaté. Se le suma Youssouf Fofana que le dice, extasiado: “Escúchame bien cuando te hablo. Lo he visto con mis ojos. ¡No es una leyenda! ¡Es una locura!”.
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