De Bruyne rescata a Bélgica
Acosada por Dinamarca, el conjunto de Roberto Martínez se sobrepone a su molicie y al 1-0 con dos chispazos del centrocampista que valen el pase a octavos
El público abarrotó el Parken Stadion de Copenhague para asistir al Dinamarca-Bélgica y rendir homenaje a Christian Eriksen en el lugar en el que el sábado pasado sufrió un paro cardiorrespiratorio. Encendida de un fervor sentimental, la muchedumbre entonó el You’ll Never Walk Alone apretada como si no hubiera pandemia y la selección local no tardó en demostrar que participaba de la misma emoción. Lo que siguió fueron ...
El público abarrotó el Parken Stadion de Copenhague para asistir al Dinamarca-Bélgica y rendir homenaje a Christian Eriksen en el lugar en el que el sábado pasado sufrió un paro cardiorrespiratorio. Encendida de un fervor sentimental, la muchedumbre entonó el You’ll Never Walk Alone apretada como si no hubiera pandemia y la selección local no tardó en demostrar que participaba de la misma emoción. Lo que siguió fueron 90 minutos de contrastes. De un lado, los abnegados daneses practicando un fútbol honesto, armonioso, dinámico y sin tregua. Del otro, los acomodaticios belgas, dispersos y golpeados, obligados a remontar a base de impulsos aislados de genio. Ganó Bélgica por los pelos, gracias a un inestimable zurdazo de De Bruyne desde fuera del área. El 1-2 coloca a los favoritos a un paso de octavos pero no disipa las incógnitas sobre su juego.
Cuando Roberto Martínez decidió cambiar la arquitectura de Bélgica y suprimió el 4-3-3 para montar un 5-2-3, hizo algo que suelen hacer los entrenadores cuando ven síntomas de indolencia. No parece casual que la medida afectara a esta Bélgica de jugadores aburguesados, gente que siente que alcanzó el cénit en las semifinales del Mundial de 2018. En previsión de descuidos, el entrenador español añadió un central a su zaga a modo de red de seguridad. Resultó irónico que fuera el libero, Jason Denayer, quien cometiera el primero de los errores encadenados que desembocaron en el 1-0 a los dos minutos del inicio del partido. Denayer le dio una pelota a contrapié a Tielemans y el balón cayó en pies de Hojbjerg en la frontal del área. En lugar de girarse para interrumpir al incursor, Tielemans le hizo un marcaje de figuración. Hojbjerg jugó entonces con Poulsen que, seguido con la mirada por Vertonghen, remató a gol.
El 1-0 reveló dos cosas. Que los muchachos de Kjaer estaba inflamados y que Bélgica había salido al campo con tantas ganas de ganar como de jugar sin sufrir. Se trata de un vicio propio de futbolistas acomodados. Pretenden imponerse por su pureza técnica, sin esforzarse, sin presionar, sin cuerpear, sin desmarcarse, pidiendo las pelotas al pie y viviendo el partido desde la contemplación. Durante casi una hora Bélgica rebajó su categoría principal en esta Eurocopa hasta ponerse por debajo de Dinamarca.
Capaz de firmar acciones deslumbrantes lo mismo que de perpetrar dislates sin cuento, Tielemans perdió balones a discreción. A la desorientación del piloto del equipo bermejo contribuyó la energía con la que presionaron y se ofrecieron todos sus adversarios en el mediocampo, especialmente Delaney, Hojbjerg y Damsgaard, incansablemente apoyados por Braithwaite. Gracias a la generosidad en movimientos bien entendidos, los daneses alcanzaron un ritmo de circulación y una armonía tales que por momentos convirtieron a sus oponentes en perseguidores atónitos. Alarmado, tras el descanso Roberto Martínez metió a De Bruyne por Mertens.
Alma perdida
La entrada del mediapunta del City no alteró el pulso del partido pero le permitió a Bélgica perder menos balones. Bastó con eso, y con un error de Vestergaard en la marca de Lukaku, para que antes de la hora de partido los visitantes se encontraran con la defensa rival descalabrada ante un contragolpe. Lukaku rompió, De Bruyne asistió y Thorgan Hazard remachó en el segundo palo. Quince minutos después Lukaku se deshizo de tres acosadores, los hermanos Hazard tiraron una pared, y De Bruyne salvó la jornada con su famoso disparo de 20 metros.
Al margen de las raras efusiones que le brindaron la ventaja, Bélgica vivió sobresaltada. Acribillada a remates de Braithwite, que dispuso de tres ocasiones claras en los últimos minutos y estrelló un tiro en la escuadra, encerrada por el ímpetu de un rival que no se abandonó hasta que no agotó todos sus recursos en un partido que profundiza en el enigma de los diablos rojos. Como ya le sucedió en San Petersburgo, por momentos, la selección victoriosa en Copenhague no juega como la maravillosa reunión de talentos que es, sino como un equipo que busca su propia alma, de momento, sin mucho éxito.
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