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El Montañista
Coordinado por Óscar Gogorza

El peligro en la ascensión al Mont Blanc visto por la ciencia

Por vez primera, un estudio de la Universidad de Saboya Mont Blanc mide la caída de rocas y de masas de hielo en las dos vías más frecuentadas hacia el techo de Europa, acotando así sus principales riesgos objetivos en sendos puntos negros

Una cordada escala con ladera del Mont Blanc de Tacul de fondo, a la izquierda de la imagen, entre sol y sombra.Fernando Errekalde

Antoine Rattin lucía el verano pasado un brazo roto en cabestrillo y una fea herida en la cara, cerca de la sien. Todos se preguntaban qué le había ocurrido al guarda del refugio de Goûter, paso casi obligado en el camino a la cima del Mont Blanc (4.808 metros), y a nadie extrañaba su respuesta: “Fue en el Grand Couloir …”. En realidad, había vuelto a nacer. Los guías de montaña y la mayoría de los alpinistas españoles conocen este lugar como “la bolera”, un paso horizontal de apenas 100 metros de recorrido que constituye uno de los puntos negros del macizo. ...

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Antoine Rattin lucía el verano pasado un brazo roto en cabestrillo y una fea herida en la cara, cerca de la sien. Todos se preguntaban qué le había ocurrido al guarda del refugio de Goûter, paso casi obligado en el camino a la cima del Mont Blanc (4.808 metros), y a nadie extrañaba su respuesta: “Fue en el Grand Couloir …”. En realidad, había vuelto a nacer. Los guías de montaña y la mayoría de los alpinistas españoles conocen este lugar como “la bolera”, un paso horizontal de apenas 100 metros de recorrido que constituye uno de los puntos negros del macizo. Cruzar dicho corredor implica exponerse a un juego un tanto desquiciante en el que hay que evitar que las rocas que ruedan ladera abajo le arrastren a uno o lo maten. Impactado por un bloque mediano, Antoine Rattin fue despedido a unos 15 metros de distancia ladera abajo pero pudo detenerse. Los menos afortunados son recogidos por el helicóptero cientos de metros más lejos, y conducidos a la morgue. Entre el 15 de junio y el 15 de septiembre, en plena temporada, un promedio de 21.350 personas cruza dicho punto desde 2017, arrojando una media anual de 3,7 accidentes mortales. Antoine Rattin pasa muchas veces cada verano por el fatídico lugar, al igual que muchos guías de alta montaña, quienes encuerdan en corto a sus clientes e invierten unos pocos segundos en cruzar de una zona segura a otra. Son los segundos más tensos de toda la jornada, tensión que se repetirá a su regreso desde la cima.

Todos estos datos proceden de un estudio de la Universidad de Saboya Mont Blanc que permite por vez primera no solo elaborar un análisis de los riesgos que asumen los alpinistas en las dos vías más frecuentadas, sino cuantificarlos. En montaña existen dos grandes tipos de peligros: los objetivos y los subjetivos. Estos últimos tienen su desencadenante en las acciones y decisiones de los montañeros, así como en todos los errores (logísticos, de conocimiento, preparación física, sobre estimación de su capacidad, equipamiento deficiente, etc) que puedan cometer. Los peligros objetivos remiten al terreno y, aunque es posible prevenir hasta cierto punto su impacto, es un riesgo a asumir cuando se practica cualquier tipo de actividad en la montaña: desprendimiento de rocas, aludes de nieve, tormentas, rayos, grietas en los glaciares… De forma inédita, los investigadores franceses han acotado de la manera más precisa posible una pregunta clave: ¿de qué hablamos exactamente cuando hablamos de peligros objetivos en las vías normales del Mont Blanc?

La vía más frecuentada para coronar el Mont Blanc es la Voie Royale, la que pasa por el refugio de Goûter. La segunda, conocida como la de los Trois Monts, surca las laderas del Mont Blanc du Tacul y del Mont Maudit antes de alcanzar el techo de los Alpes. Los peligros objetivos que acechan a los alpinistas en ambas rutas son de índole bien distinta. Las condiciones térmicas influyen directamente en la frecuencia y cantidad de los desprendimientos de roca de la bolera mientras que no afectan en absoluto a la caída de seracs (masas de hielo) que amenazan a los que pasan por la vertiente nornoroeste del Mont Blanc de Tacul. En este último escenario, los seracs pueden caer en cualquier momento, mientras que en la bolera se pueden señalar franjas horarias menos peligrosas: entre las 2 de la mañana y las 12 del mediodía, se da la menor caída de rocas, y especialmente entre las 9 y las 10. La actividad aumenta después, y es crítica entre las 18 y las 19 horas de la tarde. Esta información es crucial para permitir a los escaladores reducir la exposición al riesgo. No es el caso de la ladera nornoroeste del Tacul, donde es muy difícil anticipar la caída de un serac y solo una lectura minuciosa del terreno que permitiese descubrir masas de hielo muy fracturadas o pequeñas caídas de hielo podrían conceder pistas a la hora de escoger el itinerario a seguir.

Un alpinista cruza la ‘bolera’ en dirección a la cumbre del Mont Blanc.Óscar Gogorza

En las laderas de Tacul, la media de accidentes mortales por año es de 0,6, y el riesgo es dos veces menos elevado que en la Voie Royale. Sin embargo, los aspirantes a coronar el techo de Europa pasan mucho más tiempo expuestos al peligro potencial del Tacul (algunos, incluso horas), mientras que en la ruta que pasa por Goûter el paso por la peligrosa bolera se lleva a cabo en apenas medio minuto (para una cordada rápida). Ocurre, sin embargo, que pasan muchos más alpinistas por este último punto, donde, además, la frecuencia de caída de rocas es mucho mayor. Los científicos que han elaborado el estudio señalan la bolera como el punto más peligroso de los Alpes y, seguramente, del planeta.

Para conocer la frecuencia de las caídas de piedra en dicho punto, se instaló en 2019 un dispositivo sísmico y un sensor que recogió la afluencia de montañeros. Entre 2016 y 2020, cámaras fijas fotográficas recogieron todas las caídas de seracs en el Tacul así como el tráfico de alpinistas. En el caso de la bolera se registró un dato revelador: cada 37 minutos se daba una caída de rocas importante, y su tamaño creció hacia el final de la temporada estival. Los científicos que han elaborado el trabajo recuerdan que existe una clasificación de los riesgos: aquellos que la sociedad tolera son definidos como “riesgos aceptables” y no merece la pena invertir para reducirlos. En cambio, el “riesgo tolerable” es aquel con el que la sociedad puede convivir y extraer un cierto beneficio mientras intenta rebajar su amenaza (conducir, o practicar montañismo, por ejemplo). La peligrosidad de la bolera es tres veces mayor que la mortalidad en carretera en Francia, lo que significa que un alpinista medio tiene tantas posibilidades de morir en un solo paso como de hacerlo conduciendo su coche de forma normal durante tres años. Con todo, para un francés de 45 años, pasar por la bolera supondría una probabilidad de morir diez veces menor que su probabilidad normal de fallecer. En cambio, si un niño de 15 años pasase por la bolera duplicaría sus posibilidades de morir, tanto como un alpinista profesional o un guía de alta montaña de 45 años que pase por el mismo lugar diez veces al año.

Los científicos recuerdan que las condiciones y la peligrosidad de ambos escenarios en el Mont Blanc van a deteriorarse en el futuro: el permafrost (capa del suelo permanentemente congelada) de la cara oeste de la Aguja de Goûter es más débil cada año y su degradación va a acelerarse. El calentamiento del hielo del Tacul podría acelerar, por su parte, su agrietamiento y la caída de masas de hielo. Y entonces será preciso revisar la realidad de sus peligros objetivos.

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