Mavi García, medalla de bronce en el Mundial de ciclismo a los 41 años
La medalla de la ciclista balear corona el gran despertar del ciclismo femenino español en Ruanda, con cuatro medallas
Mavi García es una luchadora, la mujer de acero que resiste, se agarra a su fuerza de voluntad, a su capacidad de sufrimiento, a su sueño cuando sobre los adoquines matadores atacan la neozelandesa Niamh Fisher Black o la canadiense Magdeleine Vallieres, más fuerte aún, mujeres nacidas con el siglo a las que ella, de 41 años cumplidos en enero, podría haber enseñado a montar en bicicleta. Solo cede cuando la energía física se agota. Solo entonces, los últimos metros, y apenas tiene fuerzas para pedalear en la última cuesta, empieza a mirar para atrás. Pedalea a cámara lenta, como la neozelandesa. Aunque se acerca a ella, más por efecto del agotamiento de la rival que por su propio impulso, no piensa en la plata. Teme perder la medalla de bronce. Aguanta. Da la pedalada necesaria para cruzar la meta. Ni una más. Ya no puede más. Se derrumba sobre el manillar. Una gran sonrisa ilumina entonces su rostro. Después cae al suelo. Extenuada.
Tercera tras la canadiense y la neozelandesa en un podio sorprendente. Ninguna de las grandes favoritas, las grandes dominadoras del ciclismo femenino mundial, como la holandesa Demi Vollering, la suiza Marlen Reusser o la gran Pauline Ferrand Prévôt, archidominadora del Tour de Francia, estuvieron cerca de la victoria, atrapadas en el juego táctico del pelotón, su parálisis cuando, en las dos últimas vueltas, surgió la fuga que triunfó.
Mavi García, la única luz que iluminó el ciclismo femenino español la última década, alcanzó al fin su consagración. Detrás de ella, siguiendo su camino, las que podrían ser sus hijas desperezan al ciclismo femenino español. La de García es la cuarta medalla que consiguen las mujeres españolas en el Mundial de Ruanda, tras el oro y la plata de Paula Ostiz, de 18 años, en las carreras júnior, y el bronce de Paula Blasi, de 22 años, en la prueba en línea sub-23.
El de Mavi García es un ciclismo de dolor y resistencia, lucha individual plena que se apoya en el sacrificio de la catalana Mireia Benito, iniciadora de la escapada que rompió el pelotón a 50 kilómetros, con tres vueltas aún por delante de un circuito endurecido por el calor y la humedad, y hasta la cuesta del golf, tan amable en apariencia, se les atraganta, y los adoquines empinados de Kimiharura son una tortura. Pero este es el ciclismo de la ciclista balear que llegó al ciclismo de elite a los 31 años, después de haber dominado totalmente las competiciones nacionales de duatlón (carrera a pie y en bici). Fue la pionera que lideró la llegada el Movistar al pelotón en 2018, y después, cuando el equipo español decidió convertirse en la gran potencia del ciclismo mundial fichando a la neerlandesa Annemiek van Vleuten, siempre libre, peregrinó por los mejores equipos del mundo, el Alé, el UAE, y, finalmente, el Liv australiano, con el que ya triunfó ganado una magnífica etapa el pasado Tour.