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Radiografía de la Vuelta más política: banderas palestinas, detenciones, inseguridad y un pelotón al que se pide silencio

Las protestas en contra de la participación del equipo de Israel han convertido la carrera en un escenario político y reivindicativo, también peligroso para los corredores

Poco antes de las once la noche del domingo, se dio la última explosión de júbilo frente a la comandancia de la Guardia Civil en Lugo, cuando acabó el goteo de la puesta en libertad de los diez arrestados, saldo de la etapa de la Vuelta a España a su paso por Galicia. Decenas de activista...

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Poco antes de las once la noche del domingo, se dio la última explosión de júbilo frente a la comandancia de la Guardia Civil en Lugo, cuando acabó el goteo de la puesta en libertad de los diez arrestados, saldo de la etapa de la Vuelta a España a su paso por Galicia. Decenas de activistas, apostados ante la comisaría de la Policía Nacional de la ciudad del Cabe, allá en la Praza de Bretaña, festejaron con aplausos y abrazos la salida de Rosana Prieto, la concejala del BNG en Pantón y responsable comarcal del frente nacionalista en Terras de Lemos. Es la ronda española de ciclismo, pero también el escaparate de los manifestantes propalestinos, que a cada día incrementan su presencia en las cunetas y los altercados, una protesta reverberante por la participación del equipo Israel-Premier Tech en la competición, señalado por la ofensiva sobre Gaza, que ya ha provocado más de 63.000 muertes en la Franja.

Después del paso de la caravana ciclista por los Alpes italianos y franceses, la carrera llegó a Figueres (Cataluña). Era la quinta etapa de la Vuelta, la contrarreloj por equipos. Y, de repente, un grupo de aficionados con las banderas de Palestina salió a la carretera para interrumpir el paso del equipo Israel-Premier Tech, que se vio obligado a poner el pie en el suelo. La injerencia no pasó a mayores, pues los corredores pudieron seguir con la marcha unos segundos después —tiempo valioso en una etapa tan corta—, pero, desde ese momento, la Vuelta dejaba de ser únicamente una competición deportiva para convertirse en un escenario político y reivindicativo. Para desespero de la organización y de los equipos, preocupados por la inseguridad de la competición. Si bien por Aragón no pasó nada reseñable, más allá de que a cada día se multiplicaban las banderas propalestinas entre los aficionados, todo se intensificó al alcanzar el País Vasco.

En tierras navarras, varios manifestantes habían irrumpido en el recorrido y el pelotón debió echar el freno, maniobra que acabó con Simone Petilli (Intermarché) en el suelo. Pero en Bilbao todo se elevó al cubo, toda vez que en el primer paso del pelotón por meta —en teoría habría dos— se produjo un lanzamiento de octavillas y hasta de banderas al asfalto, además de refriegas entre activistas y la Ertzaintza, que trasmitieron una sensación de inseguridad absoluta a los ciclistas. “Es una región conocida como bastión de activistas de extrema izquierda y separatistas a los que les gusta protestar. Les recuerdo que en los sesenta y setenta, la organización clandestina vasca ETA operó y formó alianza con la OLP [Organización para la Liberación de Palestina]. No nos sorprendió esta recepción tan poco amistosa, pero incluso con eso, nunca había visto tal dosis de odio”, resolvió entonces el propietario del equipo que promueve el nombre de Israel, Sylvan Adams, millonario canadiense y judío, sionista y amigo íntimo del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. Su equipo es una herramienta para blanquear la imagen del país a ojos de Occidente a través del deporte. La organización de la Vuelta, preocupada por la situación, decidió cancelar la llegada en Bilbao y parar el cronómetro a tres kilómetros de la bandera a cuadros. No habría ganador, ni podio, solo la constatación de que les era imposible parar un movimiento en auge. Mientras, los corredores siseaban que, de seguir así, pararían la marcha. Cosa que no han hecho, confiados en la actuación policial, redoblada la cantidad de agentes por el Estado para tratar de garantizar la seguridad y el desarrollo de la competición.

En Asturias, varios activistas volvieron a cortar la carretera al paso de los fugados, que debieron pararse durante medio minuto y, de paso, despedirse de una (poco) posible victoria de etapa. También recibieron insultos, vejaciones y hasta una lluvia de tomates en el autocar del equipo Israel. Aunque por entonces, el bus y la ropa de los trabajadores ya no tenía referencia alguna a Israel —no hay rastro del nombre, solo persiste un derivado de la estrella de David, de colores, que es el logo del equipo—, del mismo modo que con los días se borró también del maillot de los ciclistas. Pero ni con esas se rebaja la tensión, al punto que desde la organización le han solicitado en varias ocasiones al Israel-Premier Tech que abandone la competición por el bien común, toda vez que la UCI, único órgano rector competente para descalificarlo, reniega de la posibilidad escudándose en ir alineados con el movimiento olímpico, ya que Israel no está excluida de las competiciones del COI. El equipo, en pleno, también rechaza la retirada. “Somos un equipo privado que no depende del Estado de Israel. No podemos retirarnos aquí porque entonces ocurriría lo mismo en todas las competiciones. ¿Sería para ellos mejor que no estemos aquí? Seguramente sí, pero me gustaría también que se pusieran en nuestro lugar”, convino Óscar Guerrero, director deportivo del equipo israelí.

Pero las protestas no remiten. En Avilés provocaron 10 minutos de retraso de la carrera, también se hackeó la frecuencia de Radio Vuelta —la utilizan los equipos y la organización para estar al tanto de todo lo que sucede en el día y en la carretera— y en Galicia, de Vegadeo a Monforte de Lemos, los agentes detuvieron a diez personas —dos de ellas en línea de meta después de varios rifirrafes con la policía y un doble vallado para evitar que entraran en la carretera—; ocho de las detenciones —entre ellos un septuagenario— fueron en O Corgo, donde uno logró librarse de la presión policial para intentar trabar la carrera. Pero se tropezó y cayó en el asfalto al igual que el policía en su intento por detenerlo. Un movimiento inesperado al paso de los ciclistas que hizo que Javier Romo (Movistar) y Edward Planckaert (Alpecin) se pegaran un topetazo con el suelo.

“¿Sabes lo frágiles que son los corredores encima de la bicicleta? ¿Sabes el daño que se pueden hacer si les tiran mientras van a esas velocidades? Es muy complicado competir así. Ya se juegan la vida en los descensos, como para tener que estar pendientes de lo que pasa en las cunetas”, explica una voz autorizada de uno de los equipos participantes en la Vuelta que prefiere guardar el anonimato. No es el único. El mensaje más extendido entre los jefes de prensa del equipo es que sus corredores se mantengan neutrales o, más bien, mudos ante la situación para evitar interpretaciones o males mayores. Aunque haya algunos que sean capaces de articular una opinión públicamente, como el líder de la carrera, Jonas Vingegaard: “Sinceramente, todos sentimos lo que pasa. Todos los que se manifiestan quieren ser noticia, creen que no es suficientemente noticia todavía su causa y por eso siguen protestando de esa manera, están desesperados. Y pase lo que pase, seguro que seguirán haciéndolo porque quieren más atención”, resolvió, empático como pocos.

“Este tipo de acciones no se pueden tolerar, provocan daños físicos a los corredores. Esto pone el peligro la integridad de los ciclistas y del público”, lamentó Javier Guillén, director de la Vuelta. El mundo político también tomó la palabra. “Ni respaldo lo que ocurre en Gaza ni que una competición sea boicoteada por motivos políticos. La Vuelta también es marca España y para defender la causa palestina no hay que desprestigiar un evento que es de todos los españoles o poner en riesgo la seguridad. Así no”, escribió en las redes sociales el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo.

Las organizaciones activistas, en cualquier caso, no tienen previsto detenerse, al punto que ya se están activando iniciativas propalestinas para la penúltima etapa en la Bola del Mundo, cerca de Madrid. “Parece que puede ir mucha gente por estar cerca de la ciudad”, deslizan desde la organización, aunque también apuntan que el acceso será restringido por ser en un parque natural y, de paso, para evitar otras incidencias. Antes, sin embargo, queda más Galicia y desde la Rede Galega por Palestina y Solidadierare Galega se anima a seguir con la protesta —ya han publicado en las redes los puntos de paso de la carrera de este martes para poder organizarse—; además, este lunes, bajo el título de “La solidaridad no es delito”, envió un comunicado conjunto firmado por más de 50 organizaciones gallegas para denunciar lo que consideran “violencia policial y detenciones arbitrarias” durante la etapa. Después la Vuelta llegará Valladolid y Salamanca, también Madrid. Y los ciclistas ya saben que rodarán con su maillot y entre banderas de Palestina.

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