Contra Pogacar en el Mundial, España alinea a Ayuso y siete figuras más

El esloveno es el hiperfavorito para vestir el arcoíris en el circuito de Zúrich, donde puede igualar a Merckx y Roche, únicos ganadores de Giro, Tour y Mundial el mismo año

Carlos Rodríguez, Ayuso (zapatillas rojas) y Adrià, en Zúrich con la selección.SprintCycling

Juan Ayuso acaba de cumplir 22 años pero parece un veterano que recuerda su pasado con nostalgia ya de tiempos que no volverán. “Yo veo a la gente ya llegar, que son más jóvenes que yo y cada vez me siento más viejo, cada vez la gente llega más joven, cada vez rinden antes, entonces cada vez parece que todo pasa muy rápido”, ...

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Juan Ayuso acaba de cumplir 22 años pero parece un veterano que recuerda su pasado con nostalgia ya de tiempos que no volverán. “Yo veo a la gente ya llegar, que son más jóvenes que yo y cada vez me siento más viejo, cada vez la gente llega más joven, cada vez rinden antes, entonces cada vez parece que todo pasa muy rápido”, reconoce el ciclista, que debuta en un Mundial con la selección absoluta. “Pero también sé que tengo muchas oportunidades por delante, muchos años en los cuales si las cosas no salen tendré nuevas oportunidades y eso también da mucha tranquilidad. Prisa no tengo ninguna. Lo que pasa es que siempre tienes ambición y siempre quieres que salgan las cosas”.

Ayuso, profesional desde los 19 años, encarna como ninguno las señas de identidad que definen la llamada generación de la pandemia, jóvenes a los que el extraño 2020 del confinamiento que condenó a todos a un individualismo forzado y feroz les cogió en la flor de la adolescencia, con ganas ya de dejarse bigote, corredores que, como el tres años más joven Pablo Torres, llegan al ciclismo con el convencimiento y la necesidad de ser los mejores, los campeones. “Uno no quiere ser profesional para ser gregario o para trabajar para otros, aunque al final acabes haciéndolo porque los hay mejores”, dice Torres. “Pero si a los 18 años no piensas que vas a ser el mejor del mundo no haces los sacrificios que haces para ser ciclista”.

En tres años de ciclista profesional Ayuso ha vivido una inmersión acelerada en situaciones y estados de ánimo extremos. Ha sido tercero en la Vuelta de su debut, la de 2022, a los 19 años; ha ganado una Vuelta al País Vasco en la que todos los mejores del mundo, Roglic, Evenepoel, Vingegaard, se cayeron; ha peleado de tú a tú con Vingegaard en la Tirreno-Adriático, ha debutado en el Tour en el equipo de dios Pogacar, ha sufrido de celos, de envidias, maledicencias, enfermedades, ha sido olímpico en París y ha aprendido, quizás demasiado rápido, demasiado joven, cuando todos nos creemos inmortales, tan fuertes somos, que la muerte forma parte de la vida. Hace 15 meses, triunfó en la etapa reina del Tour de Suiza, mientras detrás de él, Gino Mäder, que le perseguía, caía y moría en el descenso del gigante Albula Pass. El viernes mismo se entrenó por las subidas y bajadas del circuito que este domingo (13.15, Teledeporte) coronará a un nuevo campeón del mundo. Pasó por las curvas que atraviesan el bosque de Küsnacht, rápido descenso hacia el lago de Zúrich, y aún no sabía que el día anterior, ahí oculta a la vista de todos, olvidada, agonizaba y moría a los 18 años la suiza Muriel Furrer, que se había abierto la cabeza contra un árbol a apenas 10 kilómetros de su casa, en Egg. Por la tarde, cuando ya todo el pelotón del Mundial está condenado a la tristeza, a la rabia, por la muerte de la colega, Ayuso no puede evitar que un tono de indignación haga temblar su voz.

“Desgracias así hay veces que son inevitables. Por la velocidad, por las protecciones que llevamos encima, es un deporte de riesgo y pasa y va a seguir pasando, pero hay otras veces que pasa y sí que hay mucho margen para poderlo haber prevenido y que no pase”, dice. “Y luego, una vez que pasa, la chica tiene esa lesión pero ya está una hora desatendida hasta que no la echaron de menos y el helicóptero la encontró. Para mí es totalmente una vergüenza, algo inadmisible, algo que me cuesta entender. Quizás si no hubiera estado prohibido el pinganillo, ella podría haber dicho algo, alguien podría haber avisado por la radio, como hacemos nosotros en las carreras WorldTour. O si lleváramos rastreadores con GPS, porque no llevamos ningún rastro encima de la bici más allá de un chip que solo sirve para cuando pasas por meta. Es una vergüenza…”

Las voces, no solo de Ayuso sino de más corredores, han llegado a los oídos de David Lappartient, el presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), que no les da mucho valor. “No podemos sacar conclusiones generales por solo un caso”, dice. “A veces es el pinganillo el causante de los accidentes. En este caso no tiene sentido opinar porque aún no sabemos exactamente lo que pasó. Está la policía investigando. Dejémosles hacer su trabajo”.

La UCI ha dejado las banderas a media asta, ha apagado la música festiva en la meta y ha cancelado la cena de gala del Mundial, pero las carreras siguen y, después de un sábado dedicado a las mujeres, alcanzarán su cénit en los 274 kilómetros (4.500 metros de desnivel) de la carrera masculina que será “una verdadera batalla”, augura Lappartient, y que debería, a menos que todo el mundo se equivoque, coronar a Tadej Pogacar, una muesca más en el camino del esloveno, patrón del ciclismo del siglo XXI a los 25 años, hacia el Gotha de Eddy Merckx. Solo el Caníbal (y hace 50 años) y el meteoro irlandés Stephen Roche (en 1987), han ganado el mismo año Giro, Tour y Mundial. Pogacar está a un paso del arcoíris. Cuenta a su favor con un recorrido que va como anillo al dedo a su estilo de ataques lejanos incontenibles y con la adoración fervorosa de sus rivales que, exceptuando a los desafiantes Remco Evenepoel (doble campeón olímpico en un París con Pogacar ausente, y arcoíris contrarreloj en su bicicleta dorada, y su casco) y Mathieu van der Poel, el campeón del mundo actual, y último ganador, además, en Flandes y en Roubaix, aceptan resignados su superioridad.

“Ha sido una grata sorpresa ver que el circuito es más duro de lo que pensaba. Va a ser un Mundial muy selectivo y muy táctico. Es un circuito de fuerza, de vatios, no es un circuito de escaladores ágiles de plato pequeño. Las subidas son cortas y explosivas y en el plateau hay que hacer valer la inteligencia”, analiza Ayuso, que llega de ganar hace una semana la contrarreloj de la Vuelta a Luxemburgo y es uno más en un ocho español hecho solo de figuras, líderes sin gregarios y que completan Mikel Landa, Enric Mas, Carlos Rodríguez, Roger Adrià, Pablo Castrillo, Pello Bilbao y Alex Aranburu. “¿Qué haré cuándo se vaya Pogacar? Bueno, yo nunca he estado en esa tesitura. Primero, porque es mi compañero de equipo y, después, porque es mi primer Mundial. En mi mentalidad no está rendirme, pero luego hay que verse allí, y si él va delante y tú vas detrás con las fuerzas hiperjustas, habrá que ser realista, pero la idea inicial es que no, y salir a disputar el oro”.

Ayuso abandonó el Tour a la mitad con Covid y entre comentarios que subrayaban su presunta mala disposición a trabajar para Pogacar en el UAE y que reflejan la dificultad de hacer hueco a las ambiciones de tantas figuras como acumula el equipo, y un cuarto nombre que circula fuerte como candidato al Mundial es el del suizo Marc Hirschi, también del UAE y ganador las últimas cinco carreras que ha corrido. “El 95% de todo lo que se ha hablado, todo lo que se ha publicado, todos los comentarios, son cosas que no son ciertas. Yo tengo la conciencia muy tranquila y por eso no me ha llegado a afectar”, asegura Ayuso, que en 2025 seguramente no regresará al Tour con Pogacar, sino que liderará el equipo en el Giro. “Siempre cualquier persona con ambición quiere convertirse en el mejor y si luego el mejor está ahí, pues siempre pueden pasar cosas, pero yo creo que dentro del equipo lo hemos llevado muy bien. Las carreras a las que vaya voy a tener la responsabilidad, la libertad de ir a por todas. Iré con mucha ilusión y con muchas ganas”.

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