Chus Mateo: “Solo las victorias justifican que has trabajado bien, y eso no es justo”
El seleccionador nacional de baloncesto habla sobre su carrera y su carácter antes de debutar en partido oficial en la clasificación mundialista
Después de 25 años en el Real Madrid, los tres últimos al frente del primer equipo de baloncesto, Chus Mateo (Madrid, 56 años) conserva la ilusión del joven que empezó a entrenar en un colegio. Desde hace dos meses es el seleccionador nacional y este próximo jueves se estrena en partido oficial en la clasificación mundialista. Antes reflexiona sobre su carrera y su personalidad, y sobre el presente y futuro del equipo español.
Pregunta. ¿Ser entrenador era su vocación?
Respuesta. Era un juego que se convirtió en mi profesión. Empecé a entrenar en el Colegio Agustiniano, en el barrio de La Estrella. Un día en Educación Física, que entonces se llamaba Gimnasia, hicieron competiciones de baloncesto. No debí de hacerlo muy mal y me seleccionaron para unos partidos de verano. Me enganché. Me gustó mucho dirigir grupos y participar desde la banda en un deporte en el que el entrenador tiene mucha influencia.
P. ¿Qué le gusta de entrenar?
R. La estrategia. En eso me ayudó el ajedrez. Y los valores del deporte colectivo, que la colaboración sea imprescindible y que nadie por sí mismo sea capaz de ganar. Ayudar al compañero y que el compañero te ayude, reír y llorar juntos aunque tengas personalidades muy diferentes.
P. ¿Lo peor es la soledad?
R. Cuando era entrenador de formación leí un libro de Javier Imbroda, Si temes la soledad no seas entrenador. Entonces yo no tenía más presión de la que me ponía a mí mismo. Luego fui su ayudante y lo entendí. El incomprendido es el entrenador. Te vas solo a casa con tus problemas, miedos e inseguridades. Hay que trabajar mucho lo mental, el equilibrio emocional, no dejarse doblegar por la presión. Te acompaña mucha gente en el camino que sabe que sufres en la soledad.
P. ¿Cómo vivió esa presión en el Madrid?
R. A veces he magnificado la responsabilidad. Luego me paraba a pensar. Es un juego, un deporte, yo no mato a nadie ni de mí depende la vida de una persona. ¿Qué es lo máximo que me podía pasar? Que me echen. Pues tengo a mi familia. Pero en el fondo yo soy autoexigente, siento que detrás de mí hay mucha gente a la que ganar le hace feliz, que ríe y llora. Me he sentido responsable por esa gente, el más mirado.
P. ¿Ha disfrutado?
R. He disfrutado muchas cosas y he sufrido muchas otras. He disfrutado enormemente del juego que hacíamos, sobre todo el segundo año, cuando vi reflejada mi idea. Ganamos tres títulos y fuimos subcampeones de la Euroliga. Llegar a los objetivos te alivia porque tenía la presión de querer hacerlo bien, me responsabilizaba. Sentía malestar si las cosas no iban bien. Siempre he pensado que solo las victorias justifican un buen trabajo. Solo justificas que has trabajado bien si has ganado, y eso no es justo. Son las reglas del juego. A veces ni siquiera ganando puedes mantener la confianza.
P. ¿Como en el Madrid?
R. Hay mucha exigencia. Viví allí 25 años y lo entiendo. Sabía lo que había y me gustaba vivirlo, como al que le gusta tirarse en paracaídas. Asumía el riesgo.
P. En dos meses como seleccionador, ¿qué ha priorizado?
R. He tenido en mi cabeza dos escenarios. El inmediato, hacer una primera selección con un abanico más reducido por la posibilidad de elección. He ido a presentarme a los jugadores, les he dado a conocer mi ilusión y les he dicho que aquí tienen a su seleccionador para lo que necesiten. He viajado mucho por España y me lo han puesto muy fácil porque ha habido un compromiso grande y están jugando muy bien en una Liga feroz como la ACB. Y luego, organizar el largo plazo para un cambio generacional, con los jóvenes que quieren abrir la puerta. Hay promesas que pueden ser estrellas y que deben cocinarse a fuego lento. Economizar procesos en este momento no es oportuno. Hay que dejar a la gente madurar y no pensar que tenemos ya algo muy, muy bueno. Debemos arroparles.
P. Relevó a Pablo Laso en el Madrid y a Sergio Scariolo en la selección. No le asustan los retos…
R. El entrenador debe asumir esos retos. Sé que es muy difícil por la talla de mis predecesores, pero un entrenador no puede decir que no al Madrid y a la selección. Es una oportunidad que te brinda la vida y me he preparado para esto. Soy un privilegiado. He pasado momentos muy difíciles en mi carrera que me han hecho madurar y pensar que las cosas no son blancas o negras y que hay una gama de grises. Estoy aprendiendo a valorar el camino y no poner paños calientes o lanzar las campanas al vuelo. Mantengo el control emocional y los pies en el suelo.
P. ¿Ser buena persona ayuda en la élite?
R. Yo trato de serlo porque así me educaron mis padres y así trato de educar a mis hijos. Quiero que ayuden a los demás y no hagan daño. Eso está ligado a un deporte que requiere colaboración, diálogo, entendimiento. La autoridad y la confianza no es ‘porque lo mando yo’. Hay actitudes que dan valor a esa autoridad. A veces pensamos que solo con los gritos va a funcionar un equipo, pero los jugadores están buscando soluciones y el entrenador tiene que estar preparado para responder a sus dudas. Si no les ayudas con sus problemas y no consigues que el grupo funcione, entonces no estás listo. El entrenador es un líder que debe convencer a los jugadores, con sus egos, de poner su talento al servicio del equipo. Eso es lo difícil. Así te ganas su confianza.
P. Los hermanos Hernangómez salieron muy señalados del Eurobasket. ¿Cómo les ve?
R. Confío en ellos. Seguramente su actuación no fue de su agrado. Criticarles es ventajista. Hace tres años fueron MVP del Eurobasket y de la final. Ahora les ha tocado enarbolar la bandera del liderazgo. La experiencia fallida les va a servir para hacerlo mejor. Hay que dejar que los líderes aparezcan, no se puede imponer. En la selección aparecerán donde no lo esperamos y nos van a sorprender a todos.
P. ¿Qué le ha dicho Ricky?
R. Han sido conversaciones muy personales. Le veo disfrutar del deporte que le enganchó. Hay que dejar que siga haciéndolo. Me encantaría que volviera con España, pero depende del tiempo. Él tomará sus decisiones, yo no me voy a meter. Él será el primero en entender que puede cerrar la puerta de la selección de una manera diferente.
P. ¿Cómo seguirá a los jóvenes que se van a Estados Unidos?
R. Necesitamos tener allí gente que nos ayude y ampliaremos la estructura. Hay una persona de mi absoluta confianza que está trabajando allí para nosotros, que está hablando con las universidades y va a preparar mi aterrizaje en Estados Unidos cuando yo vaya tres semanas entre enero y febrero. Hay casi 40 españoles y quiero ver a muchos, en la NBA y en las universidades. Me planteo también traer a algunos a España para un campus de entrenamiento cuando sus programas académicos y deportivos lo permitan. Y tendremos una red de entrenadores jóvenes.
P. ¿Hay que reforzar el compromiso por jugar con España?
R. Sin duda. Los jugadores han de sentir la selección como suya. No se valora lo que la gente que va a las ventanas nos da. Hemos de hacerles sentir importantes, que no son una selección de segundo nivel ni se comen un marrón para que al campeonato vayan otros.
P. ¿Se parece el ajedrez al baloncesto?
R. Es un juego que me apasionó de pequeño y ahora he recuperado. Juego en los aviones con el móvil, contra la máquina. Hay una similitud grande entre baloncesto y ajedrez. Un entrenador utiliza sus piezas, aunque son más complejas. Las del tablero no sienten, ni sufren ni tienen altibajos. Tienen movimientos prefijados que no varían. Un tirador puede tener una mala racha, influye el factor humano. La estrategia es común, pero gestionar esas piezas en un vestuario es muy difícil.