Andrés Feliz, el base del ‘rompededos’ de Guachupita

El dominicano se crió entre armas y drogas en un barrio marginal de Santo Domingo y llega al Madrid tras explotar en el Joventut

Andrés Feliz, en su presentación con el Madrid.

Un nuevo Madrid y un nuevo Barça chocan este sábado (18.30, Movistar) en Murcia en la primera semifinal de la Supercopa Endesa de baloncesto (el conjunto local y el Unicaja disputan el otro cruce a las 21.30). Los blancos han renovado el esqueleto con los fichajes de Andrés Feliz, Rathan-Mayes, Ibaka y Garuba, las retiradas de Sergio Rodríguez y Rudy y las salidas de Alocén, Causeur, Yabusele y Poirier. Al volante, Campazzo cambia de socio: del Chacho a F...

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Un nuevo Madrid y un nuevo Barça chocan este sábado (18.30, Movistar) en Murcia en la primera semifinal de la Supercopa Endesa de baloncesto (el conjunto local y el Unicaja disputan el otro cruce a las 21.30). Los blancos han renovado el esqueleto con los fichajes de Andrés Feliz, Rathan-Mayes, Ibaka y Garuba, las retiradas de Sergio Rodríguez y Rudy y las salidas de Alocén, Causeur, Yabusele y Poirier. Al volante, Campazzo cambia de socio: del Chacho a Feliz. El base dominicano, de 27 años y 1,86m, compartió con el argentino el quinteto ideal de la pasada ACB tras una temporada sobresaliente que convenció al Madrid de pagar el medio millón de euros de su cláusula de rescisión en el Joventut.

“El Chacho fue extraordinario. Era magia. Me daban ganas de sentarme y verle jugar desde fuera. Y Andrés va a ser un jugadorazo. Escucha, sabe lo que quiere, defiende y anota”, explica el técnico Chus Mateo sobre su nuevo director de juego, un novato que aterriza en la élite desde lo más bajo.

Las drogas y las armas pintaban el día a día en Guachupita, el barrio marginal al este de Santo Domingo donde nació y creció Andrés. Su padre, Rodolfo, quería que jugara al béisbol, deporte nacional, pero el chico se enamoró del baloncesto. No le importaba no tener zapatillas para pasarse horas bajo el sol en una cancha callejera. Tampoco jugar con un rompededos, “un balón que te regalaban en Reyes y que a los tres botes le salía un huevo”, según contó en Play Basket, de la Cadena Ser. La canasta apagaba las carencias. En casa solo había electricidad de 8.00 a 12.00 y de 17.00 a 20.00; y agua los lunes, miércoles y viernes. “Cuando no tienes tanto, disfrutas más lo que hay alrededor. Yo no tenía zapatillas, pero tenía a mi familia. Eso me ha hecho ser la persona que soy. Si me dan una oportunidad, la aprovecharé al máximo”, apunta el base.

Así llegó una oferta para estudiar y jugar en West Oaks, un instituto de Orlando. Como el chico no sabía inglés, ni lo mínimo para encargar comida, le bajaron al tercer equipo. Ya se encargó él de escalar haciendo méritos en la pista. Saltó al Northwest Florida State, donde le pagaban el desayuno y le ofrecían 75 dólares a la semana, y se ganó una beca en la Universidad de Illinois. De ese camino por las aulas surgió con un graduado en Sociología antes de hacer otra vez las maletas.

El viaje a Europa le mandó al CB El Prat, en la LEB Plata, un equipo vinculado al Joventut. La Penya le fichó en 2021 y en las tres últimas temporadas se ha ganado el paso a un grande. “Es muy, muy competitivo”, le define Jordi Martí, director deportivo verdinegro; “te da en las dos partes del campo. Tiene buen físico para la defensa y sabe usarlo en ataque. Se crece en los últimos cuartos. Es muy ganador, un jugador caliente, de cerrar partidos”. El curso pasado firmó 15 puntos, 4,3 rebotes y 4,3 asistencias de media en la Liga Endesa (14,7, 4,7 y 5,1 en la Eurocup) y dejó fogonazos como los 27 puntos al Baskonia y un triple desde más de 20 metros para ganar al Bilbao Basket en la última décima. La afición le premió en varias ocasiones como el mejor del mes y Feliz fue padre en Badalona, donde vivía en el centro.

“Soy un base agresivo y creador”, se define. En el Joventut se ganó el apodo de El Tigre por el grito con sus compañeros, como Joel Parra, antes de los partidos. Ahora afronta el reto de rugir en el Madrid sin olvidar sus orígenes. Cuando vuelve a Guachupita, reparte zapatillas, esas que no tenía cuando jugaba con el rompededos y soñaba con triunfar.

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