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Esperanza en el cuadrilátero

El periodista Donald McRae ofrece, a través del boxeo, una gran crónica de los años más convulsos en Irlanda del Norte

El 3 de enero de 1972 cayó en domingo. Ese día Derry, ciudad de Irlanda del Norte, amaneció con el cielo despejado. Al mirar hacia arriba solo se veía -y se oía- un helicóptero. En la tierra, el ambiente era diferente. Había una manifestación convocada contra la detención sin juicio de sospechosos de terrorismo. Hacía apenas cuatro años que había comenzado la etapa conocida como The Troubles -los problemas, en español-, un periodo de tres décadas en el ...

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El 3 de enero de 1972 cayó en domingo. Ese día Derry, ciudad de Irlanda del Norte, amaneció con el cielo despejado. Al mirar hacia arriba solo se veía -y se oía- un helicóptero. En la tierra, el ambiente era diferente. Había una manifestación convocada contra la detención sin juicio de sospechosos de terrorismo. Hacía apenas cuatro años que había comenzado la etapa conocida como The Troubles -los problemas, en español-, un periodo de tres décadas en el que el conflicto religioso, político y territorial entre republicanos -favorables a la existencia de un única Irlanda- y los unionistas -defensores de la existencia de una Irlanda del Norte que forme parte del Reino Unido- alcanzó su punto álgido. Murieron más de 3.000 personas y cerca de 50.000 resultaron heridas. Problemas. Qué cosa, las palabras.

Aquel domingo pasó a la historia con un apellido: sangriento. 14 manifestantes murieron por impactos de bala disparadas por los soldados británicos. Antes de los tiroteos, los manifestantes habían empezado a lanzar piedras y ladrillos. Dos soldados perdieron los nervios, amartillaron sus rifles y apuntaron. Un disparo del otro bando perforó una cañería. El coronel al mando dio entonces la orden de cargar.

En medio de aquella situación, cargada de violencia, el boxeo se convirtió, irónicamente, en una vía de escape y en un punto de encuentro para todas las partes del conflicto. En Golpes de esperanza (Libros de Ruta), el periodista sudafricano Donald McRae descubre la historia de Gerry Storey, un entrenador que abrió las puertas de su gimnasio a jóvenes católicos y protestantes y que soportó amenazas y ataques de quienes no querían saber nada de la paz. Por las manos de Storey pasó, entre otros, el campeón del mundo de peso pluma Barry McGuigan, que en el libro explica los motivos de aquel pequeño éxito: “El dolor era insoportable para muchísima gente. Pero el boxeo trajo cierta esperanza. Les distrajo de toda aquella oscuridad”. El público veía en los púgiles lo que no encontraba en la calle: aceptación y respeto. Una gran crónica sobre el poder del deporte para influir en la vida de las personas.

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