Rusia, que competía con la bandera neutral de la Federación Internacional, logra el oro del Mundial Femenino de ajedrez con una arrasadora Shuválova
La defensora del tercer tablero de las campeonas ganó sus nueve primeras partidas y empató sin luchar la última este domingo
Que Rusia, con la bandera neutral de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), gane el oro del Mundial Femenino de Naciones solo es la confirmación de un pronóstico claro. Pero sí es noticia, y de impacto, que su tercer tablero, Polina Shuválova, de 24 años, ausente de la superélite hasta ahora, se imponga en nueve partidas seguidas y haga tablas sin luchar en la última. Las rusas han podido competir como equipo gracias a un permiso especial del Comité Olímpico Internacional (COI). La plata fue para Azerbaiyán y el bronce para China (sin sus grandes estrellas).
A salvo de lo que pueda explicar Shuválova en la clausura del torneo (después de que se publique esta crónica), antes de recibir la medalla de oro al mejor resultado individual, la ambición y la plena seguridad en sí misma son algunas de sus virtudes más sólidas, a juzgar por sus entrevistas en los dos últimos años. “Vengo aquí a jugar bien, y sí lo hago debería estar entre las tres primeras” es el tipo de frase que suele decir en las primeras rondas de torneos muy fuertes. Campeona del mundo sub-18 en 2018 y sub-20 en 2019, todo indica que la pandemia primero y las sanciones contra Rusia después frenaron su meteórica progresión. Pero ahora, con los 30 puntos Elo que ha subido en Linares, Shuválova supera la barrera de los 2.500 y es la 10ª del mundo.
En principio, el COI limita a las competiciones individuales su normativa especial para que los deportistas rusos y bielorrusos puedan competir con bandera e himno neutrales, y excluye expresamente las competiciones por equipos en la documentación oficial. Pero la FIDE solicitó un permiso especial para Linares, y el COI lo concedió con dos argumentos: no es una competición olímpica; y cada federación deportiva internacional goza de cierto grado de autonomía.
Ciertamente, el dominio de las rusas ha sido indiscutible. Si Alexandra Goriáchkina (6ª del mundo) y Kateryna Lagno (9ª) en los dos primeros tableros ya garantizan un potencial enorme, el asombroso rendimiento de Shuválova ha despejado las escasas dudas sobre la propiedad del oro al final del torneo. La situación habría sido muy distinta si China hubiese alineado, junto a la número uno —pero casi inactiva porque está dedicada a su trabajo como catedrática en una universidad de Pekín— Yifán Hou, a las tres siguientes de la lista mundial: Jiner Zhu, Tingjie Lei y Wenjun Ju (actual campeona), o a la 7ª, Zhongyi Tan. Pero sin esas cuatro, y aunque las jóvenes estrellas son temibles, China no podía inquietar a las rusas. E India tampoco, sin Humpy Koneru, Deshmuj Divya, Rameshbabu Vaishali ni Harika Dronavalli.
Desde el punto de vista español, el Mundial ha sido un fracaso deportivo, no tanto porque la selección femenina no pasase a los octavos de final (estaba en lo previsible), sino por el pésimo rendimiento de Khadem en el primer tablero y la incapacidad de Prado, García Castany y Calzetta para sustituir con buen rendimiento a la ausente Marta García. Solo Sabrina Vega y Matnadze estuvieron a la altura requerida.
Sin embargo, este Mundial puede revitalizar a la ciudad de Linares como escenario de grandes torneos internacionales quince años después de la desaparición de su célebre torneo, el Wimbledon del ajedrez, en 2010 por la crisis económica mundial y el cierre simultáneo de la fábrica Santana Motor, que era el pulmón económico de toda la comarca. El desempleo posterior llegó a ser del 50%. Parece que ahora hay brotes verdes en la economía local, y que Linares está entre las candidatas para albergar más campeonatos oficiales de la FIDE. Además de los Campeonatos de España Absolutos, ya concedidos para los próximos cuatro años, tal como confirmó la alcaldesa, Auxi del Olmo, en la ceremonia de inauguración.