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Todo se evapora

En ‘Lo Nuestro’, el periodista Enrique Llamas habla del desengaño que siguió a los Juegos Olímpicos de Barcelona

Fue un momento realmente emocionante. Y, gracias a la videoteca, lo sigue siendo. El 25 de julio de 1992 se instaló en la memoria sentimental de un país completo. Aquella noche, cuando la megafonía del estadio olímpico de Barcelona anunció la entrada del equipo español, la intensidad escaló varios peldaños. El entonces príncipe Felipe ejercía de abanderado. Llevaba en la cara la ilusión, la alegría y el orgullo de todos sus compatriotas. Juan Carlos y Sofía se pon...

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Fue un momento realmente emocionante. Y, gracias a la videoteca, lo sigue siendo. El 25 de julio de 1992 se instaló en la memoria sentimental de un país completo. Aquella noche, cuando la megafonía del estadio olímpico de Barcelona anunció la entrada del equipo español, la intensidad escaló varios peldaños. El entonces príncipe Felipe ejercía de abanderado. Llevaba en la cara la ilusión, la alegría y el orgullo de todos sus compatriotas. Juan Carlos y Sofía se ponían de pie para aplaudir, en un aplauso que era el de toda la sociedad. La infanta Elena lloraba de emoción, en unas lágrimas que eran las de todos sus paisanos. Estaban a punto de comenzar los Juegos Olímpicos de Barcelona y España lanzaba al mundo un mensaje de modernidad, ideas, talento, profesionalidad y unidad. En un año en el que Sevilla acogió la Exposición Universal, el país alcanzaba una cima impensable décadas atrás. El problema es que aquella noche del 25 de julio de 1992 y aquellos Juegos no eran, en contra de lo que podía parecer, un punto de partida, sino el final de una etapa. Después del pico de españolidad, empezó la cuesta abajo. Aquel instante —como todos los instantes— se evaporó.

El desengaño de aquella época y la fragilidad de todo lo que se considera sólido son dos de los pilares sobre los que el periodista Enrique Llamas construye Lo nuestro (AdN). La novela, ambientada en la Barcelona olímpica y el Madrid de aquel año, tiene como protagonistas a unos jóvenes a los que, sin ellos saberlo, une la figura de la tenista Arantxa Sánchez Vicario. La pequeña Clara, con 14 años, se fugará de casa para intentar ver a su ídolo en directo. Jaime y Polo, ya en los treinta y trabajando como periodistas en aquel verano barcelonés. Todos irán descubriendo que, a veces, no hay nada peor que alcanzar los sueños demasiado pronto. Que la maldad existe. Que las certezas de la mañana pueden convertirse en dudas por la tarde. Que, como decía Gil de Biedma, eso de que la vida va en serio se empieza a comprender más tarde, porque todos los jóvenes quieren llevársela por delante.

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