El tanzano Simbu gana el maratón por tres centésimas de segundo al alemán Petros
La fotofinish decide la llegada más apretada que se recuerda en la prueba de los 42,195 kilómetros
Habría sido una llegada de dibujos animados, el malo corriendo a cámara lenta mientras el bueno se acelera en su persecución consumiendo metros con sus zancadas mientras el perseguido avanza centímetros, una emoción infantil, si las huellas de la lucha agónica no se hubieran estampado tan dramáticamente en los rostros desfigurados, en las piernas crispadas, de Amanal Petros y Alphonce Felix Simbu, que pelearon hasta el último centímetro en la rapidísima pista de Mondo del Estadio Nacional de Tokio, fabricada para los sprinters, decisiva para los maratonianos.
Habría sido la final de los 100m, una decisión de fotofinish, una diferencia de tres centésimas entre el primero y el segundo, si antes ambos no hubieran corrido –calor abrumador al amanecer, humedad del 90%, una prueba de supervivencia no una carrera—42.194 metros y medio durante casi dos horas y 10 minutos.
Nunca un maratón se decidió con tan poca diferencia, nunca olvidará, seguramente, Petros el miedo que recorrió su cuerpo cuando, creyéndose ganador, con una ventaja de casi 10 metros a falta de 30, sentía a su espalda --no necesitaba verlo aunque volvía la cabeza desesperado—una brisa heladora que le congelaba. Era Simbu que, pecho adelantado ya, como preparado para lanzarse sobre la cinta, aceleraba y se acercaba, se acercaba. En un último esfuerzo, desesperado, Petros, un alemán grande, muy fuerte, que había comenzado a esprintar en la boca del túnel, a 400 metros de la llegada aprovechando que Simbu se había despistado y seguía recto en vez de girar hacia el estadio, se lanza sobre la cinta como quien se tira a la piscina, un plongeon doloroso e inútil: Simbu, su pecho casi de ave, una quilla, se ha adelantado. 2h 59m 48s ambos. Tres centésimas más el alemán que, derrotado, ya que la tierra no le traga como seguramente desearía, intenta tragarse la cinta que se ha enredado en su cuerpo en su lanzamiento en plancha.
Como el de Gressier en los 10.000m, y Jefferson y Seville en los 100m del domingo, el de Simbu, de 33 años, es un nombre nuevo que se suma en Tokio a la lista de campeones mundiales. Bronce en el Mundial de Londres de 2017, el tanzano, con una mejor marca de 2h 4m 38s conseguida el pasado diciembre con su cuarto puesto en Valencia, tampoco ha conseguido la victoria en ninguno de los majors, aunque se acercó hace cinco meses al quedar segundo en el mítico Boston. Llega desde Arusha, donde se entrena a 2.400m a la sombra del Kilimanjaro. Es el extremo sur del fecundo Valle del Rift en el que se nutren, en Etiopía, en Kenia, en Uganda también, los mejores fondistas del mundo.
Tercero, distanciado ya en el estadio, fue el italiano Iliass Aouani (2h 9m 53s).