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Cámaras de calor, saunas caseras y mucho hielo: así se adapta a Tokio la selección española

Los atletas que compiten fuera del estadio se prepararon antes de viajar a la capital nipona en las instalaciones del Ejército del Aire en la base áerea de Torrejón de Ardoz

Un rato antes de salir a por una nueva medalla de oro, María Pérez espera embutida en un chaleco con un par de ventiladores incorporados. Un regalo de Asics, la marca que le patrocina, y que, en realidad, igual de sofisticado pero mucho más mundano, reproduce la chaqueta cerrada que llevan en Japón ...

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Un rato antes de salir a por una nueva medalla de oro, María Pérez espera embutida en un chaleco con un par de ventiladores incorporados. Un regalo de Asics, la marca que le patrocina, y que, en realidad, igual de sofisticado pero mucho más mundano, reproduce la chaqueta cerrada que llevan en Japón los operarios que trabajan en verano al aire libre. Más tarde, cuando los marchadores ya dan vueltas al circuito y bendicen que un manto de nubes les ha privado de la insolación, los entrenadores parece que estén en la barra de un festival. Jacinto Garzón, Alejandro Aragoneses y José Antonio Quintana, con la ayuda de Santi Pérez, golpean las gorras contra el suelo para picar el hielo que llevan dentro.

Los marchadores respiran. Tres días antes, sin ir más lejos, hacía un calor infernal. Todos lo sabían. Es Japón y la primera quincena de septiembre. No es una sorpresa. Las mujeres tokiotas caminan por la calle cubriéndose con un paraguas y los turistas resoplan sudorosos por el cruce de Shibuya mientras reciben un pequeño alivio en la cara con unos ventiladores de mano que están por todas partes.

Josu Gómez, el director deportivo, explica que lo tienen todo estudiado, y habla de que Joma, la firma que viste a la selección española, ha diseñado esas gorras con un espacio para introducir el hielo que luego machacan para entregárselo a los atletas en cada vuelta junto con alguna bebida. Antes, en el calentamiento y en el inquietante trayecto de 15 o 20 minutos en autobús que les lleva desde la lejana pista de calentamiento al estadio, se echan alrededor del cuello unas bufandas congeladas, llamadas precooling, que después, ya en competición, sustituirán por otra más ligera para bajar algo la temperatura corporal.

Algunos atletas, especialmente los que compiten fuera del estadio, los marchadores y los maratonianos, se han preparado previamente en cámaras de calor del Ejército del Aire, en la base aérea de Torrejón de Ardoz, donde se han entrenado con una combinación muy exigente de más de 30 grados y el 80% de humedad, lo que reproduce una sensación térmica de más de 40 grados.

María Pérez, ya renovado su título mundial, explica que ella también ha reproducido estas condiciones tanto en Font Romeu como en el CAR de Sant Cugat, pero que no ha habido nada más real que pasar varios días en Tokio. “Lo he preparado, acoplándome a condiciones exigentes de 32 a 35 grados, o algo más, y un 80% de humedad, pero realmente me he aclimatado aquí. Vine antes para acostumbrarme y los primeros días hemos estado a 35 grados. Yo rezaba para que saliera un día nublado como este”.

Daniel Chamosa, sexto en los 35km, llegó a Tokio hace seis días y apostó, para adaptarse al cambio horario, por aguantar todo el primer día despierto después haber dormido no más de tres horas en el vuelo desde Madrid. Una táctica infalible. “Esa noche te vas a la cama con muchas ganas y después, los días posteriores, te despiertas alguna vez pero me he adaptado muy rápido”. El marchador también pasó por Barcelona en busca de sus altas temperaturas, su humedad y la célebre cámara de calor. “Tampoco hay que pasarse de calor porque, si no, no rindes. Yo lo hacía a no más de 34 grados. Los primeros días se pasa muy mal a pesar de ir muy lento. Es un agobio porque encima no se mueve el aire”.

Marta Pérez explica después de clasificarse para las semifinales de 1.500m que prefiere entrenar en condiciones confortables y que por eso pasa el verano en Soria, donde después de correr por la orilla del Duero, se pega un baño en el río. Pero como sabe que la humedad le afecta mucho, le pidió ayuda a su médico y esta le propuso simular una sauna en su casa. Así que Marta Pérez llenaba la bañera, medía que estuviera a 40º exactos y pasaba 40 minutos metida hasta el cuello. “Parece que no, pero es mucho y lo tienes que hacer un mínimo de 10 días”.

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