Tres muertos en la última semana sacuden al atletismo keniano

Las crónicas de sucesos se confunden con las deportivas en Kenia, donde el atletismo, que ha producido 117 medallistas olímpicos, es la principal industria

Kipyegon Bett, durante los Mundiales de atletismo de Londres 2017.David Ramos (Getty Images)

El atletismo, la fabricación de campeones, es la principal industria de Kenia, tan importante que la producción de noticias desde el valle del Rift es masiva, y no son siempre buenas noticias. Algunas son más bien tristes y pavorosas, como las últimas que llegan, propias de la crónica de sucesos y reunidas en un solo titular: tres atletas kenianos mueren en circunstancias brutales en la última semana en el valle del Rift.

Sus vidas, y su forma de morir jóvenes, son un reflejo de las condiciones en que se desarrolla el atletismo en el país de los 117 medallistas olímpicos (solo en atletismo) a lo largo de la historia, y otros tantos casos positivos de dopaje en los últimos seis años.

Kipyegon Bett, campeón del mundo júnior de 800m a los 16 años (y corrió la doble vuelta a la pista en 1m 43,76s, una marca que nunca mejoraría) y bronce en los Mundiales absolutos de 2017, dio positivo por EPO a los 20. Fue castigado con cuatro años de suspensión. Su hermana, Purity Kirui, también atleta, cuenta a la BBC que la sanción, la pérdida de su medio de vida, le sumió en una profunda depresión y en el alcoholismo, un ciclo autodestructivo del que fue imposible sacarle pese a todos los intentos de la familia y las oraciones de su padre, pastor evangélico, y que se cerró definitivamente el pasado domingo, cuando falleció en un hospital de Bomet, al oeste de Kenia, en el sur del valle del Rift. Ingresó vomitando sangre. Le diagnosticaron fallo hepático y renal. Pidió a su padre que rezara y murió.

“Intenté que volviera al atletismo cuando terminó su prohibición, consiguiéndole equipo y zapatillas para correr”, explica a la televisión británica su hermana, campeona en los Juegos de la Commonwealth de 3.000m obstáculos. “Antes de su muerte teníamos un plan para intentarlo una vez más y llevarlo a un centro de rehabilitación de Kisumu. Bett era el cuarto hijo de seis hermanos y se dedicó al atletismo para seguir los pasos de su hermana, quien recuerda sus primeros años: “Era un atleta superdotado que incluso batió al plusmarquista mundial David Rudisha en una carrera. Eso demostró que tenía un gran potencial. Esperaba que volviera al atletismo una vez cumplida su sanción, pero no pudo hacerlo. Creo que a veces, una vez que un atleta es sancionado, se deprime y se pone a hacer cosas incompatibles con una carrera deportiva”.

Unas horas después la policía keniana informó de que había sido hallado colgado de una cuerda atada a la rama de un árbol en el patio de la escuela de Saint Patrick, en Iten, el corazón del Rift, el cuerpo de Clement Kemboi, de 32 años, campeón de África de 3.000m obstáculos en 2015. Su familia había denunciado su desaparición varios días antes. Al cuerpo le faltaba una pierna, devorada por perros callejeros, según la investigación policial.

El último parte policial de sucesos lo protagoniza Samson Kandie, de 53 años, ganador de varios maratones, entre ellos el de Viena de 2004, que murió de las heridas que le causaron unos ladrones que intentaron robar en su casa de Eldoret el viernes pasado.

Justo el fin de semana pasado se cumplía un mes de la muerte de Rebecca Cheptegei, asesina por su exnovio, que la roció de gasolina y le prendió fuego. Aunque era ugandesa, y había defendido la camiseta de Uganda en el maratón de los Juegos Olímpicos de París, Cheptegei, de 33 años, vivía y se entrenaba en Eldoret, la principal ciudad del Rift, y murió en el Hospital Moi Teach and Referral. La atleta mantenía una disputa con Dickson Ndiema, su anterior pareja, por la propiedad de una vivienda. Pocos días después también murió Ndiema, víctima de las quemaduras que sufrió al prenderle fuego a ella.

El tono negro del año keniano había comenzado con la muerte en accidente de coche del nuevo dios del maratón Kelvin Kiptum el 11 de febrero. Kiptum tenía 24 años y en solo dos años de maratoniano había redefinido las fronteras de la carrera de los 42,195 kilómetros y los límites del cuerpo humano, llevándolos, con un récord del mundo de 2h 35s, tan cerca de la barrera de las dos horas, más allá del territorio que parecía inaccesible en que los había establecido Eliud Kipchoge, el más grande de la historia.

Sobre la firma

Más información

Archivado En