Los segundos Juegos de la triatleta Eva Moral: “Me tuvo que pasar el accidente para vivir todo lo que he vivido en estos diez años”.

La deportista madrileña, parapléjica de cintura hacia abajo, buscará un nuevo metal tras ganar el bronce en Tokio en 2021

Eva Moral, el pasado 23 de agosto en Madrid.AFP7 vía Europa Press (AFP7 vía Europa Press)

A Eva Moral (Madrid, 1982) le cambió la vida el accidente que sufrió en 2013, cuando perdió el control de la bicicleta en una bajada. Recuerda que llovía, que frenó y que voló por encima de un quitamiedos para caer de un barranco de siete metros. Ya nada iba a ser igual. Se quedó parapléjica de cintura hacia abajo y tuvo que reaprenderlo todo. Cómo ducharse y vestirse. Cómo subirse a la cama y cuidarse la piel de la que perdió sensibilidad. También aprendió a hacer deporte de otra manera. “Yo ya hacía triatlón, pero todo lo hacía con las piernas”, cuenta. Sus compañeros le hablaron del triatlón paralímpico y desde entonces no ha parado. “Me tuvo que pasar el accidente para que yo viviera todo lo que he vivido en estos diez años”, afirma desde París, donde se clasificó después de ser madre y tras ganar un bronce en Tokio en 2021.

La triatleta tiene la frase Never give up (nunca te rindas) tatuada en la muñeca derecha. Es su lema. Para la vida y para el deporte, su pasión. “Soy muy tenaz. Es verdad que cuando tengo un objetivo, lucho mucho para conseguirlo o por lo menos hago todo lo que esté en mis manos. Es parte de mi personalidad, eso no me lo puedo quitar”, reconoce. El de ahora es conseguir un nuevo metal. Moral competirá en los Juegos de París, en la categoría de paratriatlón en silla de ruedas (la final, este lunes, a las 8.20). La disciplina, introducida en los Paralímpicos de Río 2016, incluye nadar 750 metros, pedalear 20 km y correr 5km. Para ello usa su handbike, una bici en la que va tumbada y pedalea con las manos, y su silla de atletismo, donde se coloca de rodillas y doblada hacia delante.

Todo está minuciosamente estudiado. En cada cambio de disciplina le asiste un handler, una persona que le ayuda a quitarse el neopreno, a subirse a la silla de atletismo o al triciclo manual. “Te engañaría si te dijera que no he estado entrenando día a día para ser la mejor, para poder ganar una medalla”, señala la madrileña. Su rutina la siguió en la Villa Olímpica: despertar a las siete, desayunar e ir a la piscina a las nueve. Luego entrenamiento con la bici y la silla de atletismo en un circuito cercano. Comida sobre las dos y vuelta a empezar.

El triatlón le reconstruyó la vida. Ya lo practicaba antes del accidente, aunque entonces solo lo hacía en condición de amateur, muchas veces con su hermano. Lo compaginaba con los estudios y con su trabajo de abogada. En la oficina, a la hora de comer, cuenta que se iba a la piscina y a entrenar. El maletero lo tenía siempre lleno de zapatillas y ruedas de bici. Aficionada, pero persistente. Un rasgo de personalidad que no perdió, incluso después de la tragedia, mientras estaba recuperándose en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo.

“Momento de catarsis”

“El primer día que entré a la sala del fisio, me tocó y me dijo: tú no vas a mover las piernas, así que céntrate en coger fuerza en los brazos, porque esa va a ser tu nueva vida”, rememora. “Yo dije, bueno, pues esto es lo que hay que hacer. Y como deportista que soy, a trabajar”. Apostó por el triatlón paralímpico, donde vio “una motivación extra para seguir adelante”. “Me podía haber salido mal, pero estaba en un momento de catarsis y me daba todo igual”, recuerda. Su palmarés, ahora, es extenso. Después de lograr un bronce en Tokio, se quedó embarazada y siguió cosechando éxitos como el Campeonato de Europa de 2023.

Uno de sus mayores retos fue clasificarse para París tras ser madre. “Yo no paré de entrenar durante el embarazo. Lo que pasa es que debes ir adaptando los entrenamientos, tienes que dar con personas que sepan, y no hay mucha información tampoco de entrenamientos para mujeres embarazadas”, explica. Moral también habla del periodo posparto, donde el desgaste no solo era físico sino mental, en un momento en que quería clasificarse para París. “Me influyó más psicológicamente el hecho de quererme dar más prisa de la cuenta”, señala, insistiendo en el apoyo que recibió de su pareja y actual entrenador, Ángel Salamanca, su familia y el Comité Paralímpico. Lograr el campeonato europeo le devolvió cierta esperanza y motivación.

La conciliación, admite, es difícil. Pero no solo para ella. “Yo creo que para todos los papás y las mamás que trabajan, conciliar con la familia es muy complicado”. La diferencia en el deporte, recalca, es que no hay vacaciones y se trabaja de lunes a domingo. Recuerda que cuando se quedó embarazada, le preguntaron en entrevistas si pensaba retirarse. Nada más alejado de lo que ella quería. “Creo que todavía se tiene ese concepto de que compaginar la maternidad y el alto rendimiento es algo que no se hace”, reflexiona. Pero cada día se ve más, añade. “Eso es lo que hay que ver, pero claro, no a cualquier precio. Porque al final necesitamos apoyos, no solo económico —que también— sino de una conciliación real, no una conciliación de hacer encaje de bolillos y de perdernos la vida de nuestros hijos por seguir nuestra carrera deportiva”.

Cuando se le pregunta qué es lo que más le costó tras el accidente, no duda un segundo. “La mirada de la gente”. Y añade: “Las personas que tenemos discapacidad siempre hablamos de lo mismo, de la condescendencia con la que mucha gente te habla, la manera en la que te miran por la calle. A eso nunca te acostumbras, a que te miren con pena (...) porque tú no lo sientes así, así que no entiendes como los demás te pueden mirar así”.

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