Israel: medalla de plata en el medio maratón y soflama bélica en los Europeos de atletismo de Roma

España, cuarta en hombres, consigue el bronce por equipos en la prueba femenina

Los atletas israelíes se saludan con los alemanes tras la media maratón.Manon Cruz (REUTERS)

El Olímpico tiembla con la exaltación patriótica de los azzurri, que han convertido los Europeos en una suerte de campeonato nacional, pues no hay prueba en la que no haya una bandera tricolor en el podio. La noche del sábado terminó con Jacobs-Ali, uno-dos en los 100m, quinto oro en dos días para los locales, y la mañana del domingo madrugó con Crippa-Riva, uno-dos en el medio maratón que se inició a trompicones y los gemelos cargados en los desiguales sanpietrini vecinos al Coliseo y al arco de Constantino santificados para la resistencia por los pies descalzos de Abebe Bikila en los Juegos de Roma 60. Italia ganó, evidentemente, por equipos en la prueba masculina y España fue cuarta —Jorge González Rivera, el Expreso de Mérida, fue el mejor de los seis españoles, 11º, 1h 1m 55s, mejor marca personal—, detrás también de Alemania, tercera, e Israel, segunda, que lució la su bandera y sus proclamas patrióticas y bélicas a través de sus atletas, nacidos en Etiopía y emigrantes de jóvenes a Israel con sus familias.

Las mujeres españolas —un equipo más compacto, Laura Luengo, Esther Navarrete y Fatima Ouhaddou, 12ª, 13ª, 14ª— alcanzaron la medalla de bronce por un solo segundo por delante de Francia, tras Gran Bretaña y Alemania, en una prueba ganada individualmente por la noruega Karoline Grovdal, ya medallista de plata en los 5.000m del bronce de Marta García.

Roma es Bikila y es Gianmarco Tamberi, el campeón olímpico por el que vibra el estadio más que por nadie cuando entra en la pista para la calificación de altura, y su zona mixta es una burbuja, un mundo paralelo, una realidad ficticia en la que penetra el aire del mundo real cuando los maratonianos israelíes —Teferi, Ayale, Amare, Alame, Belachew, los cinco entre los 20 primeros—relatan su realidad trágica en la que no entra ni el sentimiento de culpa ni un pensamiento por los 270 palestinos muertos en la liberación el sábado de cuatro rehenes ni la compasión por el genocidio del pueblo palestino por el que el Tribunal Penal Internacional solicita la detención del primer ministro Benjamin Netanyahu en una denuncia a la que se han sumado diversos países, entre ellos el Gobierno español.

“El feliz anuncio el sábado de la liberación de los cuatro rehenes nos dio más motivación y fuerzas para mostrar nuestro espíritu de lucha”, dice en yiddish, y envuelto en la bandera blanquiazul, Ayale, que asume las funciones de portavoz del equipo, a través de una intérprete al inglés. “Esta medalla nos da la oportunidad de mostrar al mundo todo lo que está ocurriendo en nuestro país. Y aunque Hamás y otras organizaciones quieran matar al pueblo judío y destruir Israel, estamos aquí y somos fuertes. Por supuesto, rezamos para que todos nuestros rehenes sean liberados y vuelvan a sus hogares y a sus familias, y rezamos también por la paz en nuestro país y en el mundo. Y dedicamos esta medalla a nuestros soldados, soldados de las FDI [el ejército israelí], y, por supuesto, a todos los rehenes que fueron liberados y que con la ayuda de Dios serán liberados”.

Gelachew, más inflamado porque, dice, un amigo suyo que estaba en las OKETZ (fuerzas especiales) murió en los ataques de Hamás el 7 de octubre, recoge su testigo y prosigue, inflamado, con la soflama. “Todos los días entrenamos duro. Por supuesto, a veces no tenemos motivación porque nuestros hermanos están luchando allí, nuestros amigos están luchando allí, algunos de nosotros están muertos, algunos de nosotros están heridos, algunos de nosotros sufren traumas”, dice. “Cuando pasamos malos momentos, tenemos que seguir entrenando, seguir representando a Israel, representando a las FDI, representando a nuestra cultura, a nuestro pueblo. Estamos muy contentos de luchar por esta victoria”.

La guerra y sus miserias invaden el estadio, campo de batalla ficticia, en el que, tristemente, una de las partes, la más poderosa, no tiene rival, porque, tampoco deportivamente Palestina parece existir.

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