Siempre Bellingham: otro gol del inglés rescata al Real Madrid del atasco

Los blancos superan en el descuento al Unión Berlín, que aguantó con una sólida defensa comandada por Bonucci

Bellingham celebra su gol al Unión Berlín.ISABEL INFANTES (REUTERS)

El Unión Berlín conoció la Champions, el Real Madrid, el Bernabéu y el efecto Jude Bellingham en una misma tarde que creyó haber descifrado, hasta que se dio cuenta de que ahí estaba precisamente el truco: cuando se cree que se ha llegado a la meta del aguante, aún queda un poco más. Y ahí, en el 93.20, a 100 segundos del límite, puro territorio Real Madrid, con ese nuevo propietario llamado Bellingham, vio que todo había sido una ilusión, de más de 90 mi...

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El Unión Berlín conoció la Champions, el Real Madrid, el Bernabéu y el efecto Jude Bellingham en una misma tarde que creyó haber descifrado, hasta que se dio cuenta de que ahí estaba precisamente el truco: cuando se cree que se ha llegado a la meta del aguante, aún queda un poco más. Y ahí, en el 93.20, a 100 segundos del límite, puro territorio Real Madrid, con ese nuevo propietario llamado Bellingham, vio que todo había sido una ilusión, de más de 90 minutos, pero igualmente fugaz. Un tiro lejano de Valverde, un rebote, un gol del inglés a medio metro de la línea y el estribillo de Hey Jude en la grada.

En el primer partido de Champions del curso, el Madrid se sacudió el susto como otras muchas noches más cercanas al último.

Hasta entonces, el Unión, que acudía al estadio de las 14 Copas de Europa con el propósito de no dejarse arrastrar por las leyendas, había marcado el tono del choque bajo la banda sonora de 4.000 entusiastas que sostuvieron la canción hasta 10 minutos después de la decepción. En el primer acto, el Madrid sucumbió más al Unión que al revés.

Los alemanes se clasificaron para la Champions terminando cuartos en la Bundesliga con la defensa menos goleada. Al Bernabéu no trajeron sorpresas: su misma defensa de cinco. Si acaso, la novedad del capataz, el viejo Leonardo Bonucci, que debutaba en el Unión la tarde que el Unión debutaba en la Copa de Europa. Después de 12 temporadas en la Juventus, se vio apartado, fuera del grupo, expulsado del lugar que había dominado más de una década. Y con 36 años, lo rescató el equipo de Urs Fischer, que pesca en el caladero de los futbolistas impulsados por la desesperación de demostrar que se han equivocado al olvidarlos en otra parte. Hasta a Isco estuvieron a punto de contratar.

Ahí estaba de nuevo Bonucci en el Bernabéu, en el centro de operaciones de la defensa de un equipo recién llegado que pretendía aguantar más allá del cartel de primerizo. Se juntaron mucho atrás apoyados en esa línea de cinco, con Juranovic alargando el muro hacia la derecha y Goesens hacia la izquierda. Y el Madrid se atragantó.

Iba de un lado al otro, sin dar con la rendija, sin sorprender por el centro. Ni Modric, ni Camavinga, ni Tchouameni inventaban. Bonucci contemplaba tranquilo el atasco desde su guarida, cuerpeando de cuando en cuando con Bellingham, que no daba con el modo de abrir espacios, ni con carreras hacia delante ni explorando un poco más atrás, lejos del italiano. El Madrid era un equipo pastoso al que apenas espabilaba la cabeza de Joselu. Remató centros de Lucas, de Bellingham y un córner de Modric, todos fuera. Y se quedó a un par de centímetros de conectar otra. Eso era todo. A esa velocidad, solo sorprendía la estatura del nueve.

El paso por el vestuario provocó una pequeña sacudida eléctrica en el Madrid. La trinchera alemana era la misma, pero Ancelotti había conseguido que su gente la agitara con algo más de vigor, con más velocidad. Rodrygo comenzó a aparecer lejos de la banda, donde se habían esfumado muchos de sus esfuerzos del principio, y corría más la pelota entre él, Modric, Bellingham y Joselu. Y se movían más ellos, y con ellos la línea Bonucci, en la que se le abrió alguna esperanza al Madrid.

Lucas empezó la carga con un balón a la espalda de la defensa, donde hasta entonces no veían nada. Lo alcanzó Rodrygo a la carrera y lo reventó contra el cuerpo de Ronnow. La jugada regresó a Lucas, y también a Rodrygo, que tiró al palo, y enseguida Camavinga fuera. No estaba la noche para Rodrygo, que se hizo un nudo con la pelota en el área pequeña cuando le cayó otro pase de Lucas y se encontraba solo ante el portero. Y luego otra que se le enredó en la espuela.

Ancelotti introdujo a Kroos y Valverde por Tchouameni y Camavinga y consiguió aclarar el juego, con mejor cabeza y más arrojo. Para entonces, el Unión ya se había quedado sin aire, contemplando cómo le iba golpeando el oleaje. Pero resistía. Sobre todo a Joselu.

El delantero, que se estrenaba en la Champions con 33 años, acumuló 11 tiros sin premio, entre los que terminaron en el palo, los que se escaparon fuera por poco y los bloqueados por la defensa e incluso por algún compañero desubicado en un barullo en el área. Nada. Hasta que volvió a ver la luz Bellingham. Como siempre.

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