Álvaro Martín logra la medalla de oro en los 20 kilómetros marcha del Mundial de atletismo

El atleta extremeño, de 29 años, se convierte en el octavo campeón del mundo del atletismo español

Álvaro Martín, tras ganar el oro en la prueba de 20 kilómetros marcha en el Mundial de atletismo de Budapest.Hannah Peters (Getty Images)

El rostro chupado. Los ojos grandes que se comen el resto de la cara, ocultos tras unas gafas de sol negras negras como el cielo. El rictus de dolor convertido en un grito. La bandera en la mano izquierda. La derecha, un puño que se levanta fuerte, esto es lo que somos, a 50 metros del arco de meta, y una mirada a la derecha, al palco desde el que aplaude ...

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El rostro chupado. Los ojos grandes que se comen el resto de la cara, ocultos tras unas gafas de sol negras negras como el cielo. El rictus de dolor convertido en un grito. La bandera en la mano izquierda. La derecha, un puño que se levanta fuerte, esto es lo que somos, a 50 metros del arco de meta, y una mirada a la derecha, al palco desde el que aplaude Raúl Chapado, presidente de la federación española y vicepresidente de la internacional, el poder máximo del que los marchadores lamentan su desamor por su especialidad. Es la llegada, cargada de emoción y de símbolos, solo, siempre solo, delante de todos, de Álvaro Martín, extremeño de Llerena, hasta la victoria en la plaza de los Héroes, gris y empapada al mediodía. Detrás, lejos, llega el segundo, el sueco hijo de marchador mexicano Perseus Kärlstrom, y detrás, también solo, el tercero, el brasileño Caio Bonfim.

Son los 20 kilómetros marcha. Es la primera prueba del Mundial, el primer oro para el atletismo español en Budapest 2023, el octavo en los 40 años de historia del Mundial. El cuarto, el 50%, conseguido por un marchador. Treinta años después de Stuttgart 93, ocho años después de Pekín 2015, Álvaro Martín, 29 años recién cumplidos, licenciado en Ciencias Políticas y a dos asignaturas de licenciarse en Derecho, une su nombre a los de Valentí Massana, Chuso García Bragado y Miguel Ángel López, campeones del mundo antes que él.

Es el triunfo de la voluntad, más fuerte que los obstáculos, quizás inspirada en la revolución de los campesinos extremeños de marzo del 36 contra el poder latifundista, previa a su masacre por el general Yagüe en Badajoz recién comenzada la Guerra Civil. Es el asunto del que trata su trabajo de fin de grado en Políticas, la lucha por la igualdad y la justicia que le guía a un chaval extremeño lleno de talento atlético que deja su Llerena para vivir en Madrid, y para seguir avanzando, deja la capital y se va a vivir a Cieza (Murcia), donde los melocotones, donde José Antonio Carrillo es la ciencia y el agua que hace crecer la marcha en sus caminos, y ya acumula tanta sabiduría y tanto sabe su mirada de ojos claros que ya no necesita tomarse un orfidal para calmar la ansiedad que lo+ invadía viendo a sus atletas pasar por delante de la mesa desde la que les despacha botellas de líquido nutritivo e hidratantes y gorras frescas. En Cieza, otro mundo, lejos de su chica, que vive en Madrid, en concentraciones interminables y tediosas, y hambrientas, de nutrición soviética, ríe, de hasta mes y medio en Font Romeu, en la altitud de los Pirineos.

Álvaro Martín (en el centro) posa con la medalla de oro junto al sueco Perseus Kärlstrom (a la izquierda) con la medalla de plata y el brasileño Caio Bonfim con la medalla de bronce, este sábado en Budapest (Hungría).BERNADETT SZABO (REUTERS)

Entrenado por Carrillo, Miguel Ángel López, de Llano de Brujas, fue campeón en 2015, en el Mundial de Pekín en el que debutó, casi un niño, Álvaro Martín junto a su amigo Diego García. Y de todos ellos se acuerda en su discurso más que charla el campeón extremeño, y su medalla falsa de cartón colgada al cuello, a la espera de la verdadera, que le colgarán el domingo. “Es increíble ganar la primera medalla, pero también tengo que decir que es la segunda medalla del grupo, puesto que la primera medalla la ganó Miguel Ángel López en 2015″, dice Álvaro Martín, quien, pese a ser dos veces campeón de Europa, en 2018 y 2022, nunca había tocado un podio mundial u olímpico, y fue cuarto en Tokio. “Fue increíble, yo estuve allí en Pekín viendo cómo le colgaban la medalla de oro. Es más, ver a un español ganando después de una época tan mala que hemos tenido con todo el dopaje de los rusos y decir, un español limpio lo ha hecho, ¿por qué nosotros no podemos hacerlo? Y también pensando que evidentemente la marcha española durante los Europeos lo hemos hecho muy bien, pero no era suficiente, porque no solo vale hacerlo en los Europeos, sino también en los Juegos Olímpicos”.

Álvaro Martín marcha como piensa, como habla, analítico, cerebral, dialéctico, y emocionado. Todo a la vez. La pasión y el coco y la visión. La tormenta, rayos y diluvio, más agua sobre el Danubio caudaloso, obliga a retrasar dos horas el comienzo de la prueba. Allí, tranquilo, comiendo un poquito de fruta, pues ha desayunado a las cinco de la mañana, observa y anota, y se motiva con el pensamiento positivo que tanto le infunde su psicólogo, Pablo del Río, el cuanto peores condiciones, mejor para mí, que soy más fuerte. Los japoneses, los favoritos, tan cuadriculados en todo, están nerviosos, y él mantiene la calma cuando la salida fulgurante, un relámpago tras la tormenta, del japonés Koki Ikeda, y sigue tranquilo pegado a Kärlstrom, marcha concentrado, y observa que el japonés más favorito, Yamanishi, que marcha en su grupo, empieza a sufrir. Es el kilómetro 14, poco más de 50 minutos, a un ritmo de 3m 52s el kilómetro, a más de 15 kilómetros por hora, andando. “Y cuando en el kilómetro 14 veía que íbamos un ritmo alto y que yo me sentía con fuerza, yo digo, voy a atacar y voy a atacar y no voy a mirar atrás hasta que no sea al final”, relata Álvaro Martín, que, dice, habla de él, pero también podría hablar de los otros españoles, Alberto Amezcua o Diego García, que no tuvieron su día, o de la gran promesa Paul McGrath. “Puede que me salga o que no me salga, me dije, pero tengo que intentarlo. Ha salido genial, me he encontrado superbien, me he encontrado superfuerte y ya los últimos metros, al final, cuando he podido mirar y saber que, entre comillas, que me dejaban disfrutar de los últimos metros, pues evidentemente es inexplicable lo que he podido sentir”.

Entre sus emociones, tantas, tan intensas, no encontraba la rabia que no fuera el deseo competitivo, cuenta el octavo campeón del mundo del atletismo español. “El puño hacia la tribuna no tenía ninguna intención, no, no, no”, dice, el marchador extremeño, siempre reivindicativo, crítico y claro, y estratégico, que el jueves buscará una segunda medalla de oro en los 35 kilómetros. “A ver, evidentemente podría decir que sí, pero no, porque estamos en carrera, estamos ahí disfrutando, evidentemente no. Y además el presidente me ha felicitado, que eso también es lo importante. Podremos tener a lo mejor nuestra diferencia, pero ahora en carrera, en competición, es donde tenemos que estar y luego ya después de la competición, pues ya hablaremos lo que haga falta”.

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