España encabeza la natación artística masculina con dos oros mundiales
Las conquistas de Dennis González y Fernando del Río en los primeros solos masculinos de la historia de los Mundiales colocan a los españoles a la vanguardia de una disciplina sin carácter olímpico
España pesca medallas en las aguas procelosas de la natación artística. Aprovechando el desconcierto creado por la suspensión de Rusia y el cambio reglamentario en asuntos como la puntuación y la admisión de hombres en la competición, el equipo que coordina Ana Montero ha metido el estoque en los Mundiales de Fukuoka. Gracias al impulso de sus nadadores varones y a una lectura astu...
España pesca medallas en las aguas procelosas de la natación artística. Aprovechando el desconcierto creado por la suspensión de Rusia y el cambio reglamentario en asuntos como la puntuación y la admisión de hombres en la competición, el equipo que coordina Ana Montero ha metido el estoque en los Mundiales de Fukuoka. Gracias al impulso de sus nadadores varones y a una lectura astuta de un modelo de puntuación que penaliza a los más creativos y audaces, la expedición española que arrancó un único bronce de los Mundiales de 2022, en 2023 cosecha seis medallas, tres de oro, la última a cargo de Dennis González Boneu.
Los hombres no tienen la flexibilidad de las mujeres. Pero les sobra audacia para emularlas. Sin completar un solo espagat con apertura en 180 grados, Dennis González, a sus 19 años un pionero en toda regla, se las ingenió para exprimir hasta la última gota de su repertorio gestual para llevarse la primera final de la historia de solo libre masculino, sucediendo a su compañero Fernando del Río, que también fue oro en la final inaugural de solo técnico celebrada el pasado lunes.
La doble hazaña coloca a España a la vanguardia de la natación artística masculina, un fenómeno al que las grandes potencias no prestan demasiada atención pero que, poco a poco, deja de tener carácter experimental para gozar del marchamo de la oficialidad en el marco de una federación internacional empeñada en atraer público nuevo a unas disciplinas que amenazaban anquilosamiento. No tienen carácter olímpico. Ni los solos de ningún género, ni los dúos mixtos, formarán parte del programa de los Juegos de París 2024. Más adelante, ¿quién sabe? De momento, los directivos de la federación española han vislumbrado aquí un filón para extraer títulos que en la natación en línea, donde se concentra la competición de todas las naciones, parecen inaccesibles.
“La federación española ha invertido muchos recursos y dinero en la sincro masculina”, explica Fernando del Río, el oro en solo técnico; “y luego desde abajo en España, el carácter de la gente permite mayor diversidad y libertad para no ser juzgado por hacer cosas que tal vez en otros países puedan estar peor vistas, porque sea más difícil que un chico pueda decir en su casa que quiere practicar un deporte mayoritariamente femenino”.
Dennis González venía de clasificar cuarto en la semifinal. Lo habían superado Kenneth Gaudet, de Estados Unidos, Kim Eduard, de Kazakhstan, y el flaco Ranjuo Tomblin, de Reino Unido, todos, a juicio del tribunal de árbitros, dotados por una mayor técnica pero una inferior capacidad expresiva, eso que llaman “impresión artística”. La fortuna se alió con el español para invertir la clasificación en la final. Fue uno de esos abruptos cambios de puntuación impensables con el viejo reglamento, derogado a finales de 2022.
Mejor intachable que valiente
Para empezar, Kim Eduard no se presentó en la final. Luego los jueces degradaron a Ranjuo Tomblin, de los 172 a los 166 puntos. El vuelco se completó cuando los árbitros impusieron a Kenneth Gaudet el porrazo de moda, la gran novedad del sistema de puntuación, la llamada base mark o clasificación reducida al mínimo. Proporcional como un cañonazo en la frente. Se aplica, dicen los jueces, cuando la rutina que se presenta a concurso no coincide con lo que después se ve en el agua. Al parecer, Gaudet anunció ejercicios de una dificultad suprema que luego no reprodujo fielmente. Aunque hiciera otros, tanto o más complicados a lo largo de una rutina plagada de riesgos. La penalización del estadounidense, considerado el nadador más virtuoso del mundo, un prodigio de flexibilidad que firmó una actuación asombrosa antes de que los jueces lo mandaran a pique, propulsó a Dennis González al primer puesto.
“Estoy súper emocionado porque venía de un cuarto puesto en la semifinal”, dijo Dennis González. “Con el hecho de no haber sacado base mark ya estaba contento porque [los jueces] van muy a por todas”.
Se repite el patrón competitivo de España. El equipo incide en coreografías sencillas, bien estructuradas, para evitar que los nadadores den pasos en falso en el intento de empujar sus límites. El producto es una puesta en escena elemental, de escaso riesgo, clave en una competición que encumbra a los intachables antes que a los valientes.
“¡Le dije que saliera con cabeza!”, explicó Anna Vega, la entrenadora de Dennis; “¡Cabeza! Ahora las coreografías tienen que pensarse mucho más. El punto de concentración es fundamental. Que no se les vayan las emociones y acaben haciendo cosas que no han ensayado muy bien en los entrenos. Hay que usar la cabeza”.
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