Los galones de Cristina Ouviña

La base, campeona de Liga con el Valencia tras muchos tumbos, es una de las referentes de la selección

Cristina Ouviña celebra la victoria de España ante Grecia, el pasado domingo.ABIR SULTAN (EFE)

Cristina Ouviña (Zaragoza, 32 años) podría haber sido gimnasta. Cuenta la hoy base de la selección española que tenía unos siete años cuando cambió las mazas por el balón naranja: “Comencé en el baloncesto por mis primas. Hacía gimnasia rítmica y llegó un punto en que quería cambiar. Nadie más en mi familia hacía baloncesto, pero como ellas jugaban, pues… Me cambié”. Tras debutar como profesional con 18 años en el extinguido Mann Filter de su ciudad natal, Ouviña hizo las...

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Cristina Ouviña (Zaragoza, 32 años) podría haber sido gimnasta. Cuenta la hoy base de la selección española que tenía unos siete años cuando cambió las mazas por el balón naranja: “Comencé en el baloncesto por mis primas. Hacía gimnasia rítmica y llegó un punto en que quería cambiar. Nadie más en mi familia hacía baloncesto, pero como ellas jugaban, pues… Me cambié”. Tras debutar como profesional con 18 años en el extinguido Mann Filter de su ciudad natal, Ouviña hizo las maletas y recorrió el mundo (Polonia, Turquía, Francia y República Checa) afianzándose como una de las mejores en su posición.

El primer gran torneo que la maña disputó vistiendo la camiseta de la absoluta fue el Eurobasket de 2013. Llegar y besar el santo. España ganó el título en Orchies (Francia) derrotando a las anfitrionas por un punto en la final. Pero no es oro todo lo que reluce. Tras su estreno a las órdenes de Lucas Mondelo, pasaron casi cinco años hasta que Ouviña volvió a entrar en la rotación del combinado nacional. Su regreso en competición oficial se produjo en el Mundial de Tenerife de 2018, afianzándose a partir de ahí como un valor seguro dentro del equipo y con 108 internacionalidades en su haber.

Dos años después de constatar su vuelta a la absoluta, en 2020, y tras recorrerse medio continente para jugar en equipos de Euroliga, Ouviña decidió regresar a España para ser uno de los pilares del Valencia Basket. Su llegada coincidió con la de Marie Gülich, el estandarte de la selección alemana (12,5 puntos y 8,5 rebotes de promedio en este Eurobasket), a la que se enfrentará en el cruce de cuartos y con la que ganó el título de Liga Femenina Endesa hace poco más de un mes. “Sinceramente, creo que Cris es una de las mejores del mundo en su posición. Su inteligencia, su manera de moverse dentro de la pista, su dirección y su visión de juego… Me encanta tenerla de compañera de equipo en Valencia porque sé que es capaz de hacer cosas increíbles y he mejorado mucho a su lado, pero no me va a gustar nada vivirla en contra. Es muy buena en lo que hace. Si pudiera elegir la tendría siempre en mi equipo”, valora la pívot alemana.

Con cinco campeonatos de Europa, un Mundial y unos Juegos Olímpicos a sus espaldas, Ouviña ha navegado muchos momentos exigentes en competición, pero probablemente ninguno pesa tanto como la prórroga que apartó a España de las semifinales del último Eurobasket de 2021 en Valencia. En pleno partido de cuartos ante Serbia y perdiendo de un punto, la base fue la responsable de ejecutar dos tiros libres taquicárdicos.

“Creo recordar que metí el primero y sentí como liberación de decir… mínimo la prórroga ya está. Ese segundo tiro libre era o ir a semis o del quinto al octavo. Entonces tengo la sensación de que estuvo en mis manos, porque es así. Piensas: ‘joder, lo tenías en tus manos y no has podido’. Luego, en frío, te das cuenta de que hay muchos más detalles en todo un partido que marcan la diferencia y que ese solo fue uno más. Tuvimos cinco minutos más para poder ganar y no se pudo. Así es el deporte”, recuerda.

Aislarse del ruido

Con la experiencia como su gran aliada, con una capacidad intrínseca de aislarse del mundo cada vez que está dentro de la pista y con el sueño de conseguir una nueva medalla, Ouviña tiene claras cuáles son las claves del camino hacia la cima europea: “Cada campeonato es un mundo, pero eso también es lo bonito: del primer día que parece que has hecho la mayor cagada del mundo perdiendo contra Letonia, a venir primeras de grupo. Tenemos que estar todas juntas, aislarnos del ruido. Tenemos las pilas cargadas y la mochila llena de experiencias y creo que, a estas alturas, lo que no te dan las piernas te lo da el corazón”. Y si llega ese momento que se repiten esos tiros libres “pues… ojalá meterlos”, concluye.

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