Alcaraz y Djokovic, mucho más que un partido; mucho más que una semifinal
El español reta al serbio en busca de su primera final en París, en un pulso trascendental que puede marcar un punto de inflexión en la historia del tenis
No está Rafael Nadal pero, a cambio, por eso de intentar compensar la gigantesca ausencia, este Roland Garros diferente propone el mejor duelo posible en estos momentos. El imaginado, el deseado. El partido o, en realidad, mucho más que un partido, que una semifinal, la que cita esta tarde en la central (14.45, Eurosport) a los dos pesos pesados del presente: Carlos Alcaraz y Novak Djokovic, el inmenso relato del serbio frente a la incandescente ascensión del español, que ...
No está Rafael Nadal pero, a cambio, por eso de intentar compensar la gigantesca ausencia, este Roland Garros diferente propone el mejor duelo posible en estos momentos. El imaginado, el deseado. El partido o, en realidad, mucho más que un partido, que una semifinal, la que cita esta tarde en la central (14.45, Eurosport) a los dos pesos pesados del presente: Carlos Alcaraz y Novak Djokovic, el inmenso relato del serbio frente a la incandescente ascensión del español, que aspira a acceder a su primera final en París, la que sería la segunda en un gran escenario; seis contabiliza ya Nole, al que también le sobran motivos para entregarse a la causa de hoy. Si vence mantendrá el estatus y, de lo contrario, la entrada en la nueva era que ha ido acelerando el murciano se materializará. Es decir, básicamente, lo que se pone sobre la mesa es todo. Ni más, ni menos.
“Es increíble jugar unas semifinales contra Novak, al que he visto millones de veces. Recuerdo muchos partidos que han jugado él y Rafa, y ahora verme aquí, jugando contra alguien así, es un sueño. Cuando veía esos partidos pensaba: ‘Algún día estaré yo ahí’. Y ese día ha llegado”, señala Alcaraz, el chico genial que tiene un poquito de todo, de todos: flota como Federer, guerrea como Nadal y dicta como el mismísimo balcánico, al que derrotó el curso pasado en el único precedente entre los dos, en la arena de Madrid, y que teme que la bola pesada del español, el infernal ritmo que impone en cada peloteo, pueda inclinarle y marcar definitivamente el punto de inflexión. Djokovic, siempre resistiendo, eternamente peleando, se encuentra otra vez en la trinchera, acorralado, con una última granada en la mano para tratar de escapar a lo irremediable: el tiempo. Salvar al soldado Nole, se encomiendan sus acérrimos.
Entre uno y otro, 16 años de diferencia. Nació Alcaraz en 2003, cuando un tal Roger Federer dominaba y un tal Juan Carlos Ferrero, su entrenador, alzaba la Copa de los Mosqueteros; antes, 1987, gloria para Ivan Lendl, llegaba a este mundo Djokovic, que abordó el torneo como alma en pena y poquito a poco ha ido quitándose la máscara. No es su mejor momento, no está del todo fino. Solo ha cedido un set, al igual que el de El Palmar.
“Siempre tiene marchas extra. No pienso que no me vaya a aguantar el ritmo; seré más yo el que tenga que aguantar el suyo. Ha jugado millones de partidos, de finales, de semifinales, y todo el mundo hemos visto al Djokovic invencible. Es supercompleto, lo hace todo muy, muy bien, y eso es lo que me fascina. Está jugando bien, a un nivel estándar, y en su caso eso significa que es muy elevado. No podemos decir que vaya a aflojar, va a estar muy igualado. Vamos a intentar dominar y mostrar nuestro juego”, sostiene el veinteañero, mientras la estadística dice que uno y otro aterrizan en términos relativamente similares, aunque la interpretación conduce a pensar que el duelo se decidirá fundamentalmente en un doble territorio: cabezas y ese brazo derecho tan poderoso, incomparable en estos momentos. Nadie revienta la pelota como Alcaraz.
Doble clave: cabeza y ‘drive’
“Le mete mucha intensidad”, destaca el de Belgrado. “Me recuerda a un zurdo de su país…”, bromea Nole, más viejo (36-20) y con menos combustible en el depósito; tres horas y media más sobre la pista que el adversario en el trazado hacia la penúltima ronda. “De él me preocupa todo, es uno de los mejores de la historia. Ha jugado 45 semifinales de un grande, y esta es mi segunda. Es una roca, será muy exigente”, dice el chico, cuyas opciones pasan esencialmente porque él imponga el ritmo del drive y esa potencia incontenible, tan abrumadora; eso de su parte; de la otra, no caer en la guerra de guerrillas mental que intentará plantear el campeón de 22 grandes, con tantísimos laureles y las más preciadas cabelleras en el expediente. Se las sabe todas, le sobran recursos y a nada que detecte una desconexión, alguna de esas en las que Alcaraz todavía se duerme en los laureles, pasará debida factura.
“Por juego y resultados, Carlos es el favorito”, esgrimía Djokovic hace dos semanas. “Para mí el favorito siempre será Novak, y no estoy tirando balones fuera. Ha ganado dos títulos aquí y si no han sido más, es porque jugaba contra quien jugaba, el mejor de la historia en tierra [Nadal]. Mientras esté aquí, él será el favorito en cada torneo”, contragolpea Alcaraz, el tipo del mazo –112 ganadores de derecha, líder–, igualmente el fantasioso –37 dejadas ha tirado, 26 de ellas con acierto–; más fiable incluso estos días que el propio Nole, el gran prototipo de la seguridad –133 errores de un lado, por los 154 de otro–.
Nole y evitar lo inevitable
En todo caso, el número uno –lo retendría de forma matemática si vence hoy; lo recuperaría el serbio si conquista el torneo– es plenamente consciente de que está ante el momento que siempre buscó. En su día, a Jimmy Connors no le quedó más remedio que acabar abriendo paso a sus azotes, Lendl y McEnroe; a estos les desbordó luego la hornada de los Becker, Wilander, Edberg y compañía; el duopolio de Agassi y Sampras luego, hasta que al primigenio Federer le dio por convertirse en un tirano; sufrió este a Nadal, con aquella maravilla de Wimbledon (2008) que volatilizó el orden establecido; y entró en el ciclo poco después Djokovic, expuesto ahora a un capítulo que se antoja decisivo. Hay días que marcan un antes y un después. De caer frente a Alcaraz, su deporte experimentaría un giro histórico. “Jugaría mañana mismo contra Novak”, exponía el rey del circuito tras arrollar al griego Stefanos Tsitsipas.
Hambre, hambre y más hambre, sin disimulos. El clima respetará –nubes y bochorno, pero no agua, luego se mantendrá descubierta la Chatrier– y el tenis se prepara ante lo inevitable, ley de vida. La ley del más fuerte redibuja el paisaje y Alcaraz –aspirante a ser el 14º finalista español en Roland Garros, entre hombres y mujeres– sigue elevándose como un tenista especial, sumamente atractivo. Depende solo de Djokovic que lo que tiene que pasar, suceda antes o después.
PARÍS, EL PARAÍSO DE LOS ESPAÑOLES
No hay escenario más prolífico que el Bois de Boulogne para el tenis español, por mucho que este año la representación haya menguado y que la criba de las primeras rondas dejara rápidamente solo a Alcaraz. Aguantó el tirón Sara Sorribes, que progresó hasta los cuartos. Ahora, de nuevo, el tenis nacional tiene la oportunidad de añadir otro nombre a un listado más que importante.
Hasta hoy, son 14 los jugadores que han logrado acceder a la final de Roland Garros, donde la sombra de Nadal es tan imponente. El mallorquín desembarcó 14 veces (14 victorias) en el partido definitivo y siguen su estela Arantxa Sánchez Vicario (6), Sergi Bruguera (3), Juan Carlos Ferrero Ferrero (2), Àlex Corretja (2), Manolo Santana (2), Garbiñe Muguruza, David Ferrer, Albert Costa, Conchita Martínez, Carlos Moyà, Alberto Berasategui, Manolo Orantes y Andrés Gimeno.
Al margen de Nadal, campeón en 2022, la última finalista fue Muguruza (2016). Antes, en 2013, Ferrer fue el último representante masculino que lo consiguió.
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