Contra el viento y Daniel, el Alcaraz funcionarial
El número uno sortea un incómodo duelo con el japonés, marcado por las ráfagas (6-1, 3-6, 6-1 y 6-2) y que le impulsa hacia la tercera ronda frente a Shapovalov
A Carlos Alcaraz, 20 años, se le hace raro tener que expresarse en inglés con Àlex Corretja, el hombre que le felicita y le entrevista después de que el joven rey del circuito haya sellado su acceso a la tercera ronda de París: 6-1, 3-6, 6-1 y 6-2 al japonés Taro Daniel, tras 2h 26m. “Ha sido duro por las condiciones”, precisa el ganador, citado en la siguiente estación del torneo con el canadiense Denis Shapovalov (6-2, 3-6, 6-3 y 6-3 a Matteo Arnaldi). “Pero tienes que a...
A Carlos Alcaraz, 20 años, se le hace raro tener que expresarse en inglés con Àlex Corretja, el hombre que le felicita y le entrevista después de que el joven rey del circuito haya sellado su acceso a la tercera ronda de París: 6-1, 3-6, 6-1 y 6-2 al japonés Taro Daniel, tras 2h 26m. “Ha sido duro por las condiciones”, precisa el ganador, citado en la siguiente estación del torneo con el canadiense Denis Shapovalov (6-2, 3-6, 6-3 y 6-3 a Matteo Arnaldi). “Pero tienes que ajustar tu juego tanto como puedas. En torneos como este hay que saber adaptarse a lo que pueda surgir, estar concentrado al máximo”, añade refiriéndose a la incidencia de las ráfagas de viento, un incordio que pone a prueba su paciencia y le cuesta un borrón. En cualquier caso, examen superado. Deberá tenerla para culminar el plan, que apunta única y exclusivamente hacia el 11 de junio, fecha de la final.
Nace esta segunda ronda entre el murmullo constante de la grada, consecuencia del desequilibrio que ofrece de entrada. Dos mundos, dos realidades: la de la excepción y la del jornalero; se gana el pan el japonés, pero irrumpe vencido, como pidiendo permiso. Como sucediera en el estreno del lunes con Flavio Cobolli, el murciano encuentra enfrente a un rival tierno e indefinido, blando por los cuatro costados e impresionado por la inercia de Alcaraz. A Daniel —veterano ya, 30 años y fuera de top-100, 112º— le saltan las costuras de inmediato. No encuentra escapatoria. Persigue la bola de un lado a otro y no llega, o bien lo hace tarde, desestabilizado, apoyos gelatinosos y fe escasa en la réplica. El murciano saborea el caramelo y la historia pinta más bien breve; esto va a ser un abrir y cerrar de ojos, se sospecha en la central. Quizá, parece. O tal vez no. Hay trampa, hay giro: la tarde se tuerce.
Son varios los factores. Para empezar, uno tan determinante como el viento, que estos días hace travesuras en París y exige a un incómodo ejercicio de improvisación, recalibrar cada tiro sobre la marcha; sopla con fuerza por el flanco norte de la central y una vez dentro, genera corrientes circulares que desestabilizan el curso natural del punto. Difícil, pues, mantener el patrón de juego. A la pérdida del control le precede el ritmo desidioso que se impone cuando Alcaraz navega plácidamente a favor, contraproducente. Contrariamente a su naturaleza, el número uno contemporiza y dosifica, y el freno de mano termina penalizándole. A esa marcha pausada, su tenis añora algo, se desvirtúa. Necesita picante, revolotear y sentir. Fluir. Disfruta del vértigo y el impacto, son 20 años. Lo suyo es el rock n’ roll, nada de suaves intermedios melódicos. Arrastrado por su propia dinámica, pierde gas y concede un parcial.
No le va aquello de envolver los partidos de cloroformo. Sin embargo, el plan está más que claro: esto es un Grand Slam, cada esfuerzo cuenta y el cuerpo tiene memoria. Siete escalas, cinco ahora por delante. Contención, no queda otra. La directriz es clara: “Cabeza, Carlitos, cabeza”, le repite una y otra vez su equipo, del técnico al agente, pasando por el fisio. Un grande supone una carrera de larga distancia y el más mínimo paso en falso puede hacer que todo se vaya al garete, de modo que estos días no será extraño verle economizar. Las bases, asegura Juan Carlos Ferrero, están bien puestas; otro magnífico trazado preparatorio y golpes a punto. Prioriza ahora su círculo que racione y acepte la necesidad de pensar a medio plazo, en no quemarse más de lo debido, salvo que la situación lo requiera en determinados instantes. De alguna forma, Alcaraz tendrá que traicionarse a sí mismo.
La tarde, pastosa, se cierra sin mayor sobresalto que el del set entregado porque Daniel —formado en Valencia e inferior también en el único precedente entre ambos, 2021, challenger de Oeiras— va consumiéndose de forma natural, sin inquietar de forma real ni dilatar lo irremediable. Al ralentí y en versión funcionarial, inteligente en un contexto poco apetecible, el español —47 ganadores y 36 errores— vence y progresa en dirección a Shapovalov, del club de los revoltosos. Con 32 triunfos en los 35 partidos que ha disputado esta temporada, 22 de 24 sobre tierra batida, el de El Palmar avanza y sigue imponiendo la lógica de este curso, en el que no hay raqueta con mayor autoridad que la suya. Eso sí, aplica esta vez la pausa. No es casual. Roland Garros, el gran maratón, bien vale replantear la estrategia y aprender a usar el freno.
DAVIDOVICH, CARA A CARA CON NOLE
La jornada de este miércoles se tradujo en un escarnio para el tenis francés. A eso de las once y media de la noche, el héroe de la velada anterior, Gael Monfils, anunciaba que una lesión de muñeca le impide seguir en el torneo y se unió a las bajas confirmadas a lo largo del día; seis de seis, pleno negativo con las caídas sucesivas de Lucas Pouille, Van Assche, Humbert, Moutet, Caroline Garcia y Léolia Jeanjean.
Una de ellas, la del segundo, fue rubricada por el malagueño Alejandro Davidovich, que se enfrentará en la siguiente escala con Novak Djokovic. El andaluz acompañó a Alcaraz, mientras que se despidieron los Robertos, Bautista y Carballés; el castellonense cedió ante Juan Pablo Varillas (6-1, 6-4, 3-6, 1-6 y 1-6) y el granadino ante Stefanos Tsitsipas (6-3, 7-6(4) y 6-2).
Solvente, Nole venció al húngaro Marton Fucsovics por 7-6(2), 6-0 y 6-3 y en la sala de conferencias evitó hacer ninguna referencia al episodio político del lunes, cuando estampó el mensaje “Kosovo es el corazón de Serbia, basta de violencia”. Preguntado por el tema, contestó: "Volvería a decirlo de nuevo, pero no creo que sea necesario. Soy consciente de que mucha gente no estará de acuerdo, pero es lo que es y así lo defiendo".
Al balcánico se le recordó que la ministra de Deportes francesa, Amélie Oudéa-Castera, lo calificó de “inapropiado” por “militante y muy político”. El tenista fue escueto: “No voy a comentar nada, ya dice lo que necesitaba decir”.
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