Misión: salvar al tenista Lucas Pouille
Un programa federativo destinado al desarrollo de la base reimpulsa al talento francés, sumido en el alcoholismo y la depresión: “Temí acabar en el psiquiátrico”
Se llama Lucas Pouille, tiene 29 años y se dice que está de vuelta porque por otro de esos extravíos cada vez más frecuente en esto del tenis, hace cuatro años se perdió. Se hundió el francés, pero aquí está de nuevo y hace un par de meses decidió abrirse en canal en una entrevista concedida al diario L’Èquipe; contarlo, parte indispensable para proseguir con la reconstrucción.
“Empecé a tener un lado más oscur...
Se llama Lucas Pouille, tiene 29 años y se dice que está de vuelta porque por otro de esos extravíos cada vez más frecuente en esto del tenis, hace cuatro años se perdió. Se hundió el francés, pero aquí está de nuevo y hace un par de meses decidió abrirse en canal en una entrevista concedida al diario L’Èquipe; contarlo, parte indispensable para proseguir con la reconstrucción.
“Empecé a tener un lado más oscuro y a entrar en una depresión que me llevó a dormir apenas una hora diaria y a beber solo. Terminé en un hospital de Niza, en una cama hiperbárica para tratar de curarme más rápido, rodeado de enfermos moribundos, personas con cáncer terminal... Tenía mucho miedo. No pegaba ojo y me despertaba con los ojos desorbitados. Después de una semana sin dormir, tiré mis raquetas a la basura y le pregunté a mi familia: ¿Es normal que alguien con 28 años y padre esté llorando cada vez que pierde un partido? Llegué a pensar que iba a acabar en el psiquiátrico”, relataba al prestigioso deportivo francés, que ahora celebra la renaissance de su jugador, otra vez en pie, entonando La Marsellesa con la mano en el corazón y presente este miércoles en la segunda ronda del torneo. No ganaba un partido en un grande desde agosto de 2019.
“Estoy muy orgulloso de mí mismo, muy feliz”, decía el lunes, después de batir a Jurij Radionov y despejar así un millón de fantasmas del camino. “Cuando todo va bien, tienes mucha gente detrás, todo es bonito, todo está bien y, cuando empiezas a no jugar por lesiones y bajas en el ranking, es un poco más complicado; eso es lo que me desmoralizó”, recordaba el galo, en su día un brillante proyecto de futuro que llegó a ser el décimo mejor jugador del mundo en 2018, a formar parte de la Francia que conquistó la Copa Davis un año antes y a elevar cinco trofeos, además de firmar un triunfo de lustre contra Rafael Nadal en el US Open de Nueva York (2016) y de alcanzar las semifinales del Open de Australia en 2019.
Sin embargo, cuando se asomó por las alturas llegaron los vértigos, las lesiones y las malas rachas. Una profunda caída al agujero. Francia, a la búsqueda de un talento proporcional a su historia, maniobró con decisión: objetivo, rescatar a Pouille. Primero, la persona; después, el profesional. Para ello, la Federación (FFT) reactivó en noviembre de 2022 un antiguo programa (Ambition Grand Chelem, Ambición Grand Slam) que se había paralizado, enfocado en potenciar el desarrollo de los jóvenes y en atender dos casos muy particulares: el de Pouille y el de Fiona Ferro, otra prometedora jugadora de 26 años que fue diluyéndose hasta que el pasado verano presentó una denuncia por violación contra su antiguo entrenador, Pierre Bouteyre, cuando todavía era menor.
Proceso de ‘reatletización’
Hoy día, ambos –“retornados”, precisan desde el órgano federativo– trabajan en el Centro Nacional de Entrenamiento junto con otros cuatro jugadores –cuya situación también responde a una serie de parámetros– e intentan reengancharse a la élite. Ferro está en ello –compitiendo en torneos de categoría ITF, rango menor– y Pouille dice sentir liberación, el alivio de un regreso catártico. Después de ir recuperando ritmo en challengers de perfil bajo y reconstruyéndose por dentro, el galo –675º en estos momentos, citado el miércoles con el británico Cameron Norrie– se ilumina en París.
“Cuando se unió a nosotros, no teníamos ni idea de que sería capaz de volver a un buen nivel tan rápido”, señala en una entrevista concedida a la FFT el técnico Eric Winogradsky, encargado de gestionar y rehabilitar al grupo. “Se presentó a la fase previa [de Roland Garros] sin haber jugado ningún partido oficial. Fue un reto un poco atrevido, pero que aceptó con gran valentía. Lo ha pasado mal, como todos sabemos. Pero aguantó y aceptó lo que se le ofrecía. Su situación es la de alguien que está en un periodo de reatletización. Como ambos saben, aún nos queda mucho camino por recorrer. Pero tenemos un grupo con un gran espíritu. Todos tiran de los demás. El esfuerzo merece la pena. Ya tenemos los primeros resultados”, agrega Winogradsky.
De esta forma, superando la fase clasificatoria del torneo y apoyado en su familia, mujer e hija, Pouille sonríe, canta y celebra: le sobran los motivos, vuelve a creer.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.