Tolerancia cero contra el racismo en el fútbol en Brasil: pérdida de puntos y cierre de estadios
Un nuevo protocolo castiga las ofensas racistas con más dureza que en Europa, incluso con pérdida de puntos
Hasta el mismísimo Pelé sufrió esa lacra tóxica desde que era un adolescente recién llegado al Santos. Antes de convertirse en un mito planetario le apodaban despectivamente “Gasolina” por su tono de piel. “Si hubiesen tenido que parar cada partido en el que alguien me llamó ‘macaco’ habrían tenido que interrumpir todos los que jugué”, solía decir. En los albores del siglo XX, el fútbol en Brasil era un incipiente fenómeno elitista vetado a los...
Hasta el mismísimo Pelé sufrió esa lacra tóxica desde que era un adolescente recién llegado al Santos. Antes de convertirse en un mito planetario le apodaban despectivamente “Gasolina” por su tono de piel. “Si hubiesen tenido que parar cada partido en el que alguien me llamó ‘macaco’ habrían tenido que interrumpir todos los que jugué”, solía decir. En los albores del siglo XX, el fútbol en Brasil era un incipiente fenómeno elitista vetado a los negros. Pasaría tiempo hasta que “el pueblo descubrió de repente que el fútbol debería ser de todos los colores, fútbol sin clases, todos mezclados, bien brasileño”, como escribió en 1947 el insigne periodista Mario Filho en su libro El negro en el fútbol brasileño, un clásico de la literatura nacional.
Miles de jugadores negros de varias generaciones encontraron en el fútbol un elemento de ascensión social, cuando no de pura supervivencia y siempre amenazados por la peste del racismo. Los prejuicios raciales persisten en un país en el que más de la mitad de la población se declara negra o mestiza, con enormes índices de desigualdad y que alcanzó cotas nocivas de polarización política e ideológica en los últimos años con la llegada al poder del ultraderechista Jair Bolsonaro. Cuando Lula Da Silva recuperó la presidencia de Brasil en enero firmó una ley que equipara la injuria racial al delito de racismo, que es imprescriptible, no susceptible de fianza y conlleva duras penas de prisión. La Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) ya estaba entonces revisando sus medidas contra el racismo. Y contó con la estrecha colaboración del Observatorio sobre la Discriminación Racial en el Fútbol, una entidad que monitoriza desde 2014 todos los actos de racismo, homofobia, misoginia y xenofobia en los estadios con detallados informes anuales que ilustran la enorme magnitud del problema.
Marcelo Carvalho, director y fundador del Observatorio cifró en 90 los incidentes racistas en el fútbol brasileño en 2022 y afirma que esos números más altos que los de años anteriores responden a que hay más denuncias. “El pacto de silencio se ha quebrado. Y son también fruto de una mayor concienciación de aficionados, jugadores y prensa”. El número de sanciones a clubes por episodios de racismo era irrisorio hasta hace bien poco. Un único club, el Gremio de Porto Alegre, fue eliminado de la Copa de Brasil en 2014 por los improperios racistas que un numeroso grupo de torcedores le dedicaron a Aranha, portero del Santos.
Ednaldo Rodrigues, primer presidente negro y nordestino de la CBF, que ha impulsado la nueva normativa vigente desde febrero, señaló que “la discriminación racial es un delito”. “Nuestro trabajo es arrojar luz sobre el tema. Esperamos realmente tener el apoyo de los clubes, de los aficionados, de todos los segmentos de la sociedad, de toda la prensa, para que esto no sea solo de manera decorativa”, añadió. Rodrigues se guardaba un as en la manga: no sometió el nuevo régimen sancionador a votación entre los clubes profesionales y lo incluyó directamente en el nuevo Reglamento de Competiciones de 2023, válido para todas las categorías y de obligado cumplimiento.
La CBF instaura así una nueva estructura sancionadora de los actos racistas, ya sean cometidos por el público o por cualquier integrante de los clubes. Contempla sanciones económicas al club (sea local o visitante, y aunque sea un solo aficionado el que profiere un insulto racista) y fuertes sanciones deportivas a jugadores, técnicos, árbitros, empleados o directivos implicados en un acto de ofensa racista. En caso de reiteración grave (como que sea un grupo considerable de personas las que insultan) se contempla el cierre del estadio. Y también la pérdida de puntos en la competición, algo que no recogen los reglamentos de ninguna federación europea. Las penas serán impuestas administrativamente por la CBF. Los casos se remitirán al STJD (Tribunal Superior de Justicia Deportiva), que juzgará sobre la aplicación de multa, clausura del campo o pérdida de puntos al club infractor.
Además, el acta del partido, los informes de la CBF y de los clubes serán remitidos al Ministerio Público y a la Policía Civil para que el proceso vaya más allá del ámbito deportivo. El nuevo protocolo ya se ha activado: el 7 de mayo en el partido entre el Athletico Paranaense y el Flamengo un hincha del club local dedicó gestos simiescos a la hinchada visitante. El propio club, que en su estadio anima a denunciar actos racistas o abusos mediante códigos QR visibles en todas las gradas, identificó al culpable y el Tribunal STJD (por informe de la CBF) ha propuesto una sanción económica al club y un mínimo de 720 días sin poder entrar al estadio para el aficionado. La fórmula contempla agilizar todas las instancias: el juicio será a finales de este mes. La ministra de Deportes Ana Moser, que estos días mostró la solidaridad del gobierno brasileño con Vinicius Jr, felicitó públicamente a la CBF por sus iniciativas para combatir la discriminación racial.
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